Álex Lequio y su gueto vital

23 de octubre de 2014
23 de octubre de 2014
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Ya es el momento de juzgar. Han pasado tres años desde que Álex Lequio, hijo de Ana Obregón y Alessandro Lequio, diera el paso y se introdujese en el mundo de la música. Desde entonces, la producción de la ahora estrella del rap nacional, no ha sido mucha. Sin embargo, lo justo es valorar su obra de manera cualitativa y no cuantitativa. Mirad a Stone Roses: dos discos en diez años y son una leyenda del pop británico.
Ha pasado mucho tiempo desde que Álex saltase a la primera línea de la vida pública. El hijísimo no se conforma con vivir la vida a través de las, se supone, saneadas cuentas corrientes de sus distinguido progenitores. Álex es un currante, un tipo que se ha querido hacer a sí mismo emprendiendo un complicado camino jalonado por el trabajo duro y por la expresión creativa propia de su escenario vital: el gueto.
Los guetos no son algo exclusivo de las personas de raza negra que viven apartadas en barrios de periferia carentes de los más básicos servicios sociales. Existe el gueto mental, ese gueto que no se aprecia a simple vista y del que es mucho más complicado salir que de la cárcel física que constituye el suburbio.
Del gueto de Lequio no se puede huir pisando el acelerador de un Mercedes. Tampoco te puedes abstraer de su acoso por mucho que te sumerjas en tu piscina de una hectárea. Y si no puedes huir y estás obligado a sufrirlo, la única salida que te queda es rapear.
Álex Lequio no es muy diferente de otros chicos de su edad. Es como tú, como yo. Sufre con cada injusticia que ocurre en el mundo y, en su caso, él le da salida a esa rabia contenida a través de la rima, y no como tú, que estás todo el día metido en Twitter practicando el activismo de salón. Él se mueve. Él actúa.
Corrupción en la mente humana es su visión acerca de la degradación moral que sufre la sociedad actual, una sociedad en la que prima el «tanto tienes, tanto vales» y en la que no se mira a las personas por dentro, para ver si son tope válidas, o sea.
Versos como «En esta era siglo XXI, ¿quién soy yo sin un móvil? Avances tecnológicos desembocando en la oscuridad de Chernobyl» o «Jerarquía social, no me hagas echar la pota» constituyen algunas de las construcciones cumbre del hip hop español (o italiano) de los últimos 10 años y demuestran algo que va mucho más allá: que Álex Lequio no es solo una cara bonita, sino alguien con cerebro y con mucho amor dentro de la patata.
Además, el rapero no se amilana y critica con valentía el sistema educativo universitario estadounidense en el que se ve inmerso. «Vivo en un microcosmos llamada Duke donde cada estudiante lleva una etiqueta. He aquí la injusticia del esteta. Si estás en la cima eres un boss, si tiendes para abajo no te mira ni Dios».

Además, es probable que Álex Lequio sea esclavo y víctima de su propio legado genético. Su hermano Clemente, con el que comparte padre y cuya madre es Antonia Dell’Atte, también se dedica a la música. Como explicaba a Europa Press, «me dedico a lo que he dedicado desde hace 8 años, la música. Produzco mi música, tengo mi propio sello discográfico de música underground, OBVIAMENTE. Vivo entre Milán y Berlín». Desconocemos si Clmente se ha ofrecido a editar el trabajo de Álex en su sello ‘underground obviamente’.
Con semejante equipaje es incluso obligatorio que Álex eche la vista atrás para examinar su pasado, las experiencias que ha construido al hombre y al artista en el que se ha convertido. Game On fue su primer single y su primer videoclip, su opus magnum, el proyecto que ha trazado la ruta de Lequio en forma y fondo.
En Game On, el rapero de sangre azul critica a los medios sensacionalistas que le han seguido desde pequeño. «Life is already difficult to forecast. AT3, T5, don’t fuck with my past», rima el chaval. Además, en la canción -que cuenta con las anuencias de su madre-, Lequio desvela su naturaleza rocosa e incansable. «I was told a thousand lies, we all fall but I stand up over a thousand times».
Acompañan a Álex Lequio dos nombres importantes de la escena rapera española, Wase y Jay Sánchez, con lo que se demuestra de manera tácita que el talento atrae al talento. Más allá de eso, este extraordinario trabajo permite ver que la mirada de Álex aún conserva el brillo de ese niño que un día creció para asesinar a su inocencia y contar lo que ocurre en el mundo.

[pullquote class=»right»]Quién te quiere de verdad, a mí unos pocos.
Ese es el problema de los focos,
Demasiada luz traiciona y te deja roto.
In vino veritas, ese es mi motto.[/pullquote]
Mi escenario es una declaración de principios y no hay una explicación a su contenido mejor que la que el propio poeta ofrece en la descripción del vídeo en YouTube. «Otra canción, esta vez sobre mi vida. Si no os gusta no comentéis, pero he intentado hacerla con la mayor humildad posible. No soy una persona que le gusta fardar de lo que tiene, y espero que algún día me veáis como uno mas». Como un ser humano, con los mismo derechos que los demás. Ni más ni menos.
El tema deja claro en sus versos que no siempre gozó de la aprobación de sus progenitores para dedicarse a rimar. «Soy adicto al micro, sí, lo siento papá. Ahora ya no le muerdo, le cuento la verdad». Jódete, Murakami.
El hispano-italiano afirma que no se dedica al rap de manera profesional. «Hago esto por hobby, espero que no te importe. ¿O ya no te gusta porque pone Lequio en mi pasaporte?». Sin embargo, no sería de extrañar que la verdad y crudeza que muestran sus letras provoque que sea el profesionalismo el que vaya a buscarle a él.
Finalmente, el rapero cierra el tema explicando que su vida no ha sido nada fácil y que las mansiones, el dinero, los viajes y los deportivos son solo el azúcar que suaviza la hiel de su existencia. «Soy el hijo de, no puedo esconderme, yo solo pido una oportunidad para dejar hacer quererme». La carga del pasado, la herencia familiar en toda su crudeza.

El cuarto tema en el que Álex habla del mundo es Farewell, una amarga despedida al amor no correspondido. El que piense que tener un buen cuerpo y una cara bonita es una ventaja no sabe de qué está hablando. La belleza atrae hacia uno a más personas de las deseadas. Cada relación es luz, pero también oscuridad, y al joven Lequio le han hecho daño en más ocasiones de las que a él le gustaría contar.
Hay mucho dolor en los versos lequianos. «Luchando por lo que nunca tuve. Ahora escupiendo odio bajo esta negra nube», narra en Farewell. Sin embargo, y en un insólito ejercicio de esperanza, el músico abre la puerta a la redención y al rescate por parte de otra persona con mejores intenciones. «Llega un punto donde no llegan las mentiras cuando otro ángel aparece y cura tus heridas».
En Farewell, la rima de Lequio está acompañada por Natasha. A pesar de que parece que su pista de voz está grabada con un micrófono de ordenador, trasciende mucho más que una simple escala de armonías en la equilibrada secuencia coral de la vocalista. Se desvela la complicidad entre dos artistas en estado de gracia.
Mientras, ahí estamos nosotros también, esperanzados porque la carrera en Duke de Álex le deje un poco de tiempo para seguir con su carrera en la música. Por favor, que así sea.

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