Era el día del amor, pero The New York Times hablaba en su portada de una extraña máquina bélica. El 14 de febrero de 1946 reveló la historia de ENIAC, «uno de los principales secretos de la guerra». El Computador e Integrador Numérico Electrónico (ENIAC, por sus siglas en inglés) reducía la velocidad de cálculo de manera espectacular y prometía revolucionar la ingeniería moderna. Su importancia trascendió lo bélico y ENIAC se acabó convirtiendo en el primer ordenador moderno.
El pasado mes de octubre, 73 años después, este mismo diario se hizo eco de otro hito en la historia de la computación, aunque desnudándolo de toda retórica bélica. Google aseguraba que había alcanzado la supremacía cuántica. En la práctica, este anuncio significada que había creado un ordenador cuántico capaz de realizar en cuestión de segundos cálculos que llevarían 10.000 años a un ordenador convencional. Esto le daría capacidad para desencriptar cualquier información de internet, el poder de descifrar cualquier contraseña del mundo. Le daría la posibilidad de probar miles de combinaciones hasta crear nuevos medicamentos, analizar probabilidades en paquetes financieros extremadamente complejos y, a fin de cuentas, cambiar el mundo tal y como lo conocemos. El futuro ya estaba aquí. Hasta que dejó de estarlo.
La noticia fue rápidamente desmentida por IBM, su inmediato competidor en este campo. Era de esperar. Los dos gigantes tecnológicos llevan años enzarzados en una carrera por conseguir el primer ordenador cuántico, una batalla empresarial y mediática en la que es difícil distinguir la noticia de la propaganda.
La guerra empresarial ocupa los titulares, pero se está produciendo otra más importante en el mundo de la computación cuántica: la que enfrenta a EEUU y China. Esta carrera cuántica tiene una meta tan concreta como inquietante: hacerse con los secretos de Estado (y, por lo tanto, el poder) de todo el mundo.
Alfonso Rubio Manzanares es el presidente de Barcelonaqbit-bqb, que con 11.000 socios presume de ser el mayor think tank sobre la materia que hay en el mundo. También es director de Entanglement Partners, una start-up cuántica. Hablamos con él para descubrir cómo funciona esta codiciada tecnología y qué es lo que nos puede deparar en el futuro.
La primera pregunta es obligada: ¿qué es la computación cuántica? ¿Qué diferencia hay entre un ordenador tradicional y un ordenador cuántico?
Qué es exactamente no lo sabe nadie. Y si alguien te dice que lo sabe es que no tiene ni idea. Lo que sí podemos hacer es aclarar ciertos conceptos. Un ordenador normal utiliza bits, que tienen un sistema binario, es decir, que pueden estar o en cero o en uno. El ordenador cuántico utiliza dos leyes de la mecánica cuántica: el entrelazamiento cuántico y la superposición. Y eso permite que sus bits, que se llaman cúbits, puedan estar en cero y uno a la vez, multiplicando la potencia y la rapidez de los ordenadores.
¿Así que los cúbits serían como el gato de Schrödinger, que podía estar vivo y muerto al mismo tiempo? Pero aquello era un experimento imaginario, algo teórico, ¿cuándo se convirtió en real?
Exactamente, era algo teórico. Pero ahora es real porque se ha conseguido parar las partículas. Es esto lo que permite que se puedan entrelazar y superponer, el que se puedan parar, y esto no había sucedido hasta hace poco. El computador cuántico era el sueño de los físicos. Ahora que la tecnología se ha desarrollado lo suficiente, es la pesadilla de los ingenieros. Tienen que llevar la teoría a la práctica y hacer que funcione, y eso es complicado. Hay muchas formas, muchos caminos para lograrlo. Debe de haber 30 empresas trabajando en ello siguiendo seis modelos distintos.
¿Cómo empezaste a interesarte por la computación cuántica?
Todo empezó con un grupo de turismo científico. Cada año visitábamos una instalación científica del mundo: el CERN, el Observatorio de Palma… y en uno de estos viajes, hace tres años y medio, conocí a alguien de Google que me dijo que estaba trabajando en el desarrollo de un ordenador cuántico. Le pregunté más, pero no me podía contar. Así que cuando terminó el viaje llamé a un conocido que trabajaba en IBM. La respuesta fue similar: había un grupo de 400 personas que trabajaban en el desarrollo de un ordenador cuántico, pero los detalles sobre el proyecto eran difusos. Hice una última llamada, esta vez a la Universidad de Barcelona, donde me confirmaron que todos los temas de computación cuántica se estudian solo de forma teórica en el departamento de Física. Ahí fue donde me di cuenta de que había un hueco y que se podía hacer algo. Así que monté un think tank sobre computación cuántica. Barcelonaqbit – bqb es el primer organismo de estas características en España, un lugar donde se gestiona y elabora información sobre el tema.
Las cosas han cambiado mucho desde entonces, pero en el campo de la computación cuántica sigue habiendo bastante secretismo. ¿Por qué?
Sí, han cambiado. Entonces había muy poca información. Salía una noticia cada semana. Ahora el tema es mucho más conocido por el gran público; nosotros cada día publicamos tres noticias. De todas formas hay que explicar que existen tres niveles de investigación: por un lado está el científico, cuyos descubrimientos son en abierto; por otro lado, el empresarial, que por motivos de competencia es bastante discreto; y por último, el militar, que en un contexto de guerra como el que estamos es secreto.
¿Qué guerra?, ¿desde cuándo estamos en guerra?
Lo que está pasando entre EEUU y China es una ciberguerra. En el siglo pasado, durante la Guerra Fría, la tecnología geoestratégica clave para convertirse en el bloque dominante fue la tecnología atómica. En este siglo es la tecnología cuántica. Rusia ya no cuenta; Europa tampoco. Aquí los actores son EEUU y China. Y hay una premisa importante: quien consiga antes un ordenador suficientemente potente se hará con el poder mundial.
Entiendo que unos misiles o una bomba atómica puedan intimidar a tus enemigos en un contexto bélico, pero ¿cómo van a conseguir lo mismo con un ordenador cuántico?
Es que el primero que tenga un ordenador cuántico funcional, pongamos de unos 1.500 cúbits, tendrá toda la información, todos los secretos de su adversario, sin necesidad de pegar un solo tiro. Todas las comunicaciones encriptadas las podrá desencriptar; todos los secretos del mundo los podrá conocer. Y es cuestión de tiempo que uno de los dos lo consiga.
¿Y Europa qué pinta en todo esto?
Europa tiene el Quantum Flagship europeo, un proyecto en el que participan 27 países y que tiene un presupuesto de 1.000 millones para cinco años. Para que te hagas una idea, solo la empresa Alibaba ya ha puesto 15.000 millones. Europa está en medio de esta situación y piensa, «esta guerra no es mía, ya lo lleva EEUU, que es aliado», así que no interviene. Ahora, que en Europa pasa una cosa muy interesante: casi todo el talento personal en materia de computación cuántica sigue siendo europeo. De las 100 personas que saben de esto, 60 son europeas, y de estas, 10 son españolas. Estoy hablando de gente como Darío Gil, responsable del programa cuántico de IBM hasta hace tres meses; Jordi Ribas, vicepresidente de IA en Microsoft; Ignacio Girard, consejero de telefónica; María Marced, presidenta de TSMC [la empresa más importante de chips con clientes en cartera como Apple] o Sergio Boixo, jefe científico de teoría de la computación cuántica de Google.
Los expertos dicen que estamos en la tercera revolución cuántica. ¿En qué consistieron las otras dos? ¿Va a tener esta mayor impacto en nuestra vida?
La primera revolución cuántica fue simplemente teórica. En el siglo pasado se pusieron las bases de la teórica cuántica, del mundo de lo pequeño. Fue la formulación de las leyes de la mecánica cuántica que hoy se están usando para crear el computador cuántico. La segunda pasó desapercibida, pero es muy importante; es la que permitió que se crearan los láser, la energía nuclear… La tercera revolución es la del computador cuántico; está en marcha y promete ser aún más impactante.
¿Y en qué sectores de la vida impactará?
Exactamente en los mismos que un ordenador clásico: en todos. Será una tecnología tan disruptiva que podrá cambiar todo. Hay sectores que están especialmente interesados en esta tecnología por cómo puede cambiar su campo: las aeronáuticas, las farmacéuticas, los fondos de inversión o los automóviles, pero al final el impacto va a ser global.
¿Cuándo será algo tangible? ¿Pasará en el algún momento a ser algo tan cotidiano y personal como lo son los ordenadores normales?
Ya está sucediendo. Ya hay cosas. No al mismo nivel que un ordenador normal, pero hay que entender que esto lleva su tiempo. Hoy en día tenemos ordenadores en nuestros bolsillos, que es lo que son los teléfonos móviles. Pero desde que se empezó a desarrollar esta tecnología hasta hoy han pasado 75 años. El primer ordenador cuántico comercial acaba de crearse. Lo lógico sería esperar a que pasaran 75 años para ver hasta dónde hemos llegado.
De todas formas, se está metiendo tanto dinero que las cosas se están acelerando. En un contexto de guerra se aumenta el presupuesto y se acortan los plazos, siempre ha sido así. Yo pensé que no lo vería; yo pensé que igual conseguíamos la supremacía cuántica en 50 años. Después las cosas empezaron a precipitarse y si me hubieras preguntado hace poco, te habría dicho que en un par de décadas. Ahora creo que es factible que suceda en el futuro próximo, entre cinco o diez años.