Alison Macrina ya era una defensora de la privacidad en internet antes de que Edward Snowden destapara la caja de los truenos. Sin embargo, saber que el Gobierno estadounidense había espiado las comunicaciones como le vino en gana la hizo entrar en acción. Llevaba casi una década trabajando en una biblioteca de Watertown (Massachussets) y se prometió entonces que los secretos virtuales de sus usuarios no saldrían de aquellas paredes.
«Empecé a instalar herramientas de privacidad en los ordenadores de la biblioteca y hablé con algunos miembros de la comunidad sobre sus preocupaciones por su privacidad, sobre lo que pensaban después de Snowden… Tuve una respuesta increíble», rememora esta joven en su charla con Yorokobu.
Los usuarios le agradecieron que les enseñara qué era Tor y cómo podían navegar anónimamente por la red. Así que Macrina pensó que esa formación podía venir bien a los visitantes de otros muchos centros que preservan el saber en sus estanterías y que permiten acceder a él desde sus pantallas.
Con el apoyo de la American Civil Liberties Union, que asesora legalmente al exanalista de la CIA, esta activista ha fundado Library Freedom Project, una asociación que pone en contacto a bibliotecarios, programadores, abogados y defensores de la privacidad.
Además de detallar a los responsables de las bibliotecas sus derechos si la policía les pide explicaciones sobre sus usuarios, esta activista les recomienda el software que puede ayudarles a proteger su privacidad online. Los alumnos se convierten pronto en maestros y transmiten esos conocimientos a su comunidad.
Gestores de contraseñas seguras como KeePassX o 1Password, extensiones para mejorar la privacidad de los navegadores, alternativas a los buscadores tradicionales que no rastrean la información como DuckDuckGo, programas de cifrado de disco como BitLocker o apps seguras como las que ha desarrollado The Guardian Project son las armas que Macrina da a conocer durante sus clases.
Solo el año pasado recorrió sesenta bibliotecas de veinte estados, además de volar a Argentina, Reino Unido, Irlanda o Canadá para evangelizar sobre las bondades de proteger la privacidad. «El objetivo es extender el conocimiento lo máximo posible», señala Macrina. «Hablamos un montón sobre la libertad de internet, pero realmente estamos hablando de justicia social en general».
Cuando los bibliotecarios se vuelven activistas
En realidad, los guardianes de estos templos del saber llevan años luchando para que el Gobierno estadounidense no meta las narices en sus asuntos. La aprobación de la polémica Patriot Act tras el 11-S no solo eliminó las trabas para facilitar el espionaje masivo que Snowden reveló, sino que además dio vía libre a que el Gobierno pudiera tener acceso a los registros de las bibliotecas.
Una medida que enfureció a algunos de sus trabajadores y a la Asociación Americana de Bibliotecas, defensora del derecho de privacidad y confidencialidad de los bibliotecarios. El por entonces fiscal general de Estados Unidos, John Ashcroft, arremetió contra sus protesta acusándoles de fomentar la «histeria sin fundamento».
En 2005, dos agentes del FBI se presentaron ante un bibliotecario de Connecticut con una Carta de Seguridad Nacional para averiguar quién había utilizado una dirección IP en una fecha concreta. El empleado, que además era programador, defendió que esa exigencia perjudicaba la privacidad de sus usuarios. Tras acudir a los tribunales, se acabó retirando aquel requerimiento.
«Los bibliotecarios tenemos una larga tradición de luchar contra las violaciones a la privacidad», destaca Macrina. Una década después, ella misma ha salido victoriosa de la batalla por la libertad intelectual entre una pequeña biblioteca y el Gobierno estadounidense.
La heroína de internet que quiere convertir las bibliotecas en nodos Tor
Macrina no solo pretende que bibliotecarios y usuarios comiencen a usar Tor para navegar. Su propósito es que las bibliotecas puedan servir para extender el alcance de esta red que protege su identidad y sus comunicaciones de miradas ajenas.
El Proyecto Tor siempre ha estado en el punto de mira del Gobierno estadounidense. La NSA ha intentado seguir el rastro a los que utilizaban la red y el Departamento de Justicia la ha calificado recientemente como una zona de ilegalidad. Hace unos meses, arremetieron incluso contra Library Freedom Project.
La organización colaboró con la biblioteca pública de Kilton en Lebanon (New Hampshire) para instalar un nodo de salida, el intermediario entre la red Tor y el exterior. Este centro se convertía así en el primero de Estados Unidos que contribuía a la ampliación de la red. Toda una responsabilidad teniendo en cuenta que si un malhechor utiliza Tor para cometer sus fechorías, los responsables de los nodos de salida pueden ser señalados si su dirección IP se interpreta como el origen del tráfico.
A los pocos días, la policía recibió un correo del Departamento de Seguridad Nacional en el que sugerían que el nodo ayudaría a delincuentes y terroristas. La biblioteca decidió detener el proyecto, pero Library Freedom Project respondió con una carta abierta para pedir al centro que siguiera adelante. Otras organizaciones que defienden los derechos digitales, como la famosa Electronic Frontier Foundation, firmaron la misiva, además de muchos bibliotecarios.
Decenas de personas escribieron y llamaron a Library Freedom Project y a Kilton para defender su labor. Muchos se presentaron en la propia biblioteca en lo que se convirtió en una manifestación a favor de Tor según la activista, que no se esperaba tanto apoyo.
«Estábamos totalmente impresionados, sobre todo cuando llegamos a la reunión de la junta y había mucha gente hablando de lo que esto significaba para ellos, de por qué usaban Tor y de por qué se preocupaban por la privacidad… Nunca había visto algo así», recuerda con orgullo.
Finalmente, Kilton volvió a conectarse a Tor y los legisladores de New Hamphsire acaban de presentar un proyecto de ley detallando que las bibliotecas públicas pueden permitir la instalación y el uso de plataformas de privacidad en sus ordenadores. «Una cosa positiva que podemos aprender de New Hampshire es que es una buena idea educar a los gobiernos locales sobre Tor», destaca Macrina.
La biblioteca se ha hecho tan famosa que otros defensores de la privacidad de todo el mundo se han puesto en contacto con ella para repetir la hazaña. De hecho, la activista ha asistido al Internet Freedom Festival que se celebró la pasada semana en el centro de innovación valenciano de Las Naves. Pepe Borrás, el director del festival, ha promovido la instalación de un nodo Tor en la biblioteca pública de este centro, en la que aún están trabajando.
Tras el éxito de Library Freedom Project y de recibir una subvención de la Knight Foundation, Macrina ya está estudiando cómo aportar un nuevo granito de arena más allá de sus visitas a bibliotecas, con las que ya tiene la agenda completa hasta junio.
«Esto no es mi misión en la vida, es mi vida», afirma rotundamente. «Estoy completamente entregada a esta causa, soy muy afortunada de que la gente realmente responda y nuestra organización está conectada con algo que es realmente poderoso». Considerada por Daily Dot como una de las heroínas que salvó internet en 2015, esta bibliotecaria está dispuesta a continuar su particular revolución contra el Gran Hermano desde los centros del saber.
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Las imágenes de este artículo son propiedad de Alison Macrina.
[…] Desde las bibliotecas también se puede concienciar al usuario y luchar por la privacidad en internet, tal y como nos demuestra Alison Macrina desde Masachussets. Todos los detalles en Yorokobu. […]
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[…] Desde las bibliotecas también se puede concienciar al usuario y luchar por la privacidad en internet, tal y como nos demuestra Alison Macrina desde Masachussets. Todos los detalles en Yorokobu. […]
[…] Desde las bibliotecas también se puede concienciar al usuario y luchar por la privacidad en internet, tal y como nos demuestra Alison Macrina desde Masachussets. Todos los detalles en Yorokobu. […]
[…] Fundadora del Library Freedom Project, Macrina no lo está teniendo fácil, pero ha convertido su apostolado en pos de la libertad en el uso de la red desde las bibliotecas, en la razón de su vida. […]