El 22 de octubre de 1968, algunos miembros de los Motherfuckers que asistían a una función del Living Theatre en el Fillmore East de Nueva York interrumpieron la representación y comenzaron a entregar entre el público unas octavillas en las que explicaban que el local quedaba ocupado y puesto al servicio de la comunidad.
«Tomamos aquello que en cualquier caso es nuestro (…). El Fillmore ha dejado de ser de uno para ser de todos», decían, después de que Bill Graham, propietario del Fillmore East y de su gemelo de la Costa Oeste, no aceptase las reiteradas peticiones de los Motherfuckers para que cediera el recinto una tarde a la semana para uso de la comunidad.
Los Motherfuckers, criados en los barrios pobres de Nueva York, supieron desde muy pronto que las libertades no se mendigan sino que se toman.
Algunos de sus miembros habían incluso pisado la cárcel y todos ellos estaban muy hartos del movimiento hippie por diferentes razones. Principalmente, por lo inofensivo que resultaba realmente para el poder, a lo que se añadía la tibieza de los líderes yippies –aquellos hippies más politizados y combativos– y, muy especialmente, los personajes que, como Bill Griffith, se habían enriquecido mercantilizando la energía juvenil.
De hecho, cuando los líderes yippies convocaron a sus seguidores a las puertas del Pentágono para llevar a acabo una acción simbólica que hiciera levitar el edificio, los Motherfuckers, en lugar de ponerse a hacer la posición del loto, rompieron el cordón policial y, de no haber sido por la Guardia Nacional, hubieran entrado hasta la cocina de la política mundial.
De la misma manera, durante la celebración del festival de paz y amor de Woodstock, los Motherfuckers rompieron la valla del recinto, dejaron entrar a centenares de personas gratis y, tras asaltar las instalaciones de la organización, repartieron tiendas de campaña y sacos de dormir entre los asistentes.
En un primer momento, las acciones de los Motherfuckers tenían más que ver con la acción poética que con la acción directa. De hecho, su nombre completo, Up against the wall motherfuckers!, algo así como «¡Contra la pared, hijos de puta!», frase recurrente de las fuerzas del orden cuando querían identificar a un ciudadano, había sido tomada del poema Black People de LeRoi Jones.
No hay que confundirlo con Kick out the jam, motherfuckers! de los MC5 quienes, por cierto, tuvieron que huir despavoridos después de un concierto en el Fillmore para no caer en manos de unos Motherfuckers airados que no habían logrado que el grupo regalase unas cuantas entradas a los vecinos que no se las podían costear.
Antes incluso de denominarse Motherfuckers, y a consecuencia de la influencia de movimientos de vanguardia como Dadá o los surrealistas, sus protestas tenían una apariencia muy semejante a la de los happenings tan de moda en la época.
Al menos eso es lo que se viene a la cabeza cuando se piensa en acciones como el desfile que organizaron por Wall Street en el que una decena de activistas enmascarados portaban una calavera y una pancarta con el lema «Wall St. is War Street», en la toma del Museo de arte Moderno de Nueva York, su apoyo expreso a Valerie Solanas tras el intento de asesinato de Andy Warhol o la acción Garbage en la que depositaban basura en la puerta del Lincoln Center y de la que existe registro cinematográfico.
Todas esas reivindicaciones y planteamientos se volcaban en un primer momento en la revista Black Mask y, posteriormente, en decenas de panfletos y manifiestos de diferentes formatos.
De este modo, lo que comenzó siendo un movimiento de crítica social a través del cuestionamiento del arte burgués, poco a poco se fue convirtiendo en un grupo de inspiración anarquista partidario de las acciones armadas. En todo caso, y aunque sí que iban pertrechados con armas blancas y de fuego, lo cierto es que nunca las utilizaron más allá de la autodefensa.
Entre sus acciones más memorables, se encuentra el asesinato ficticio del poeta Kenneth Koch (al que dispararon con balas de fogueo en una de sus presentaciones), la participación en la toma de la Universidad de Columbia, y la creación de centros autogestionados para dar asistencia médica, ayuda social y clases de artes marciales a la comunidad.
El concepto de «comunidad» es otra de las claves para entender a los Motherfuckers. Aunque algunos los llegaron a definir como una comuna, en realidad, la organización liderada por Ben Morea se estructuraba en lo que llamaban «grupos de afinidad». Células al estilo de las bandas callejeras que tenían en común pertenecer a la misma clase social, sufrir semejantes carencias, estar oprimidos por los mismos grupos de poder, compartir los mismos intereses, etc.
Según este razonamiento, en teoría cualquiera podía ser un Motherfucker, pero en la práctica, para ser considerado como tal había que participar de las actividades organizadas por el grupo y, en ciertas ocasiones, demostrar que se estaba dispuesto a dar la cara por los demás, cosa que comenzó a no ser tan fácil cuando la policía empezó a hostigar cada vez más a los Motherfuckers.
Esta presión policial provocó que el grupo se fuera recluyendo en ambientes más lumpen y comenzase a relacionarse con traficantes de drogas y bandas de barrio, hasta que se vieron obligados a abandonar Nueva York e instalarse en Nuevo México.
Allí, en un escenario agreste que nada tenía que ver con el de Nueva York, unos Motherfuckers diezmados y agotados continuarían con sus actividades políticas y de agitación. Sin embargo, con el tiempo, sus miembros tomarían diferentes caminos, siendo el más enigmático de todos el de su líder, Ben Morea que, junto a su pareja, estuvo desaparecido durante décadas sobreviviendo en las montañas como los nativos americanos.
La influencia de los Motherfuckers en la contracultura de los años 60 y 70 es innegable. Además de sus contactos políticos con grupos como los Panteras Negras, el feminismo S.C.U.M. de Valerie Solanas o su influencia en el colectivo británico King Mob, uno de sus panfletos inspiró el tema We can be together que abría el LP Volunteers de Jefferson Airplane. Incluso cuentan que, en una de las acciones del Ejército Simbiótico de Liberación, Patty Hearst gritó el famoso eslogan de «Up against the wall…» y lo que sigue.
https://youtu.be/m4vg2uOR3fk
En nuestro país los Motherfuckers vuelven a estar de actualidad en estos días gracias a Motherfuckers! De los veranos del amor al amor armado, libro editado por La Felguera en el que se recopilan todos los números de Black Mask además de diversos materiales de los Motherfuckers, como una entrevista con el recientemente aparecido Ben Morea.
El volumen, que ya ha agotado dos ediciones, acaba de ser reeditado revisado y ampliado, motivo suficiente como para presentarlo por todo lo alto el próximo sábado 10 de octubre a las 21 horas en el Campo de la Cebada de Madrid.
En un entorno autogestionado en el mejor estilo Motherfuckers se proyectará el documental Up against the wall motherfuckers! de Marcos Flórez, Samuel M. Delgado y José Luis Maireal, al que seguirá la actuación musical de J. L. Maire pertrechado con sus sintetizadores modulares.
Motherfuckers! Anarquistas en Manhattan
