Ángel Martín: «Soy una persona muchísimo mejor que antes»

31 de diciembre de 2021
31 de diciembre de 2021
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Al cómico Ángel Martín (Barcelona, 1977) le gusta hacer cosas. Así lo dice, tal cual. Y damos fe de que, aunque irradia calma, no para quieto. «Me pillas en un momento tirando cable entre un proyecto y otro para unirlos», comenta. A día de hoy rebosa armonía vital y profesional, además de sentirse «totalmente feliz», pero nunca olvidará aquella época en 2017 cuando sufrió un brote psicótico que lo tuvo ingresado un tiempo en el hospital. Se había vuelto loco.

Lo cuenta sin pudor ni medias tintas en Por si las voces vuelven, un superventas que atrapa a lectores de todas las edades. «Lo único que he hecho es escribir el libro que me hubiese gustado encontrar cuando yo estuve mal», confiesa el presentador.

Conversamos por teléfono durante una hora en plenas Navidades. El guionista, comunicador polifacético, músico y consagrado monologuista desde Paramount Comedy y El Club de la Comedia se encuentra en la habitación acaso más famosa de España: la suya. Allí graba su informativo diario, ese resumen brillante de la actualidad que salta de móvil en móvil, y desde allí también ofrece sus directos de Twitch. «Al final, hago vida aquí, en este estudio, entre pantallas. Estoy a tope con el mundo digital y rodeado de trabajo».

«Igual sigo siendo gilipollas, pero soy muchísimo mejor que antes en el sentido de que me estoy construyendo de forma muy consciente», reflexiona. Porque Ángel Martín se ha reconstruido y cree que –lo sabe bien- urge cuidar la salud mental desde el minuto uno. Y hoy su cordura renovada, valga el tópico, quizá sea más necesaria que nunca. Como su sorna, la pasión por el humor y la voluntad de hacer cosas. Las voces de nuestro protagonista.

Lo primero, ¿qué tal estás, Ángel?

Muy bien, muy bien. Y abrumado por el recibimiento, la acogida y lo bonito que está siendo leer los mensajes de la gente sobre el libro, cómo se comparte y la sensación de que realmente hay mucha gente a la que le está sirviendo la experiencia. Estoy muy contento.

Hablando del libro –Por si las voces vuelven-, has conseguido un éxito transversal. Como ejemplo, nos encanta a mi hermano, a mí y a mis padres… Parafraseándote, ¿esto es un ”Punto para los locos”?

Es una de las cosas que están siendo más bonitas. Es la primera vez, exceptuando los monólogos, que puedo prestar mucha atención a todo lo que sucede alrededor del proyecto. Una de las cosas que más llama la atención es que en las firmas de libros puedes ver de forma clara el abanico de gente a la que le está sirviendo. Hay gente muy joven que lo ha leído y le sirve de ayuda y está regalándoselo a sus padres y, luego, también gente mayor. El abanico de gente es muy grande. ¡Es un “Punto para los locos” enorme!

¿Y cómo estás llevando o sobrellevando la pandemia?

Reconozco que bien, más allá de lo que nos ha afectado a todos por igual en todos los niveles, en todo lo que hemos tenido que reconfigurar nuestra cabeza, reorganizarnos. Reconozco que ese tener que parar en seco, ese silencio, que no haya ruido, me ha obligado a sentarme conmigo mismo y es probable que haya acelerado una serie de procesos mentales que de otro modo habrían tardado mucho más. Intenté aprovechar desde el minuto uno esta situación nueva y traté de buscar las cosas que eran ventajas. Porque los inconvenientes estaban claros en primera línea de fuego. Traté de buscar las ventajas y aprovecharlas. 

Y llega este exitazo rotundo con el libro sobre tu locura. ¿Por qué le dirías a alguien que lo lea, tenga o no sensaciones parecidas a las tuyas?

Lo primero que le diría es que, antes de comprarlo a ciegas, le eche un ojo. Ábrelo, diría, que eso en las tiendas se puede hacer. Abre una página al azar y si no te gusta, no lo compres. He dedicado una atención milimétrica para que cada línea sirva de algo. Abras por donde abras el libro deberías encontrarte con algo que te resulte llamativo.

Si no pasa, no lo compres porque no nos vamos a entender. Pero básicamente lo mejor que puedo decir sin parecer un comercial es que lo único que he hecho es escribir el libro que me hubiese gustado encontrar cuando yo estuve mal y no lo encontré. Lo he escrito por si alguien está pasando por algo como lo que pasé yo o algo así o si cree que tiene a alguien parecido a mí. Esa es mi intención.

Todos los libros que encontraba eran muy relacionados con medicina, ciencia, con terminología sobre lo que me pasaba en el cerebro, pero lo que yo necesitaba eran herramientas para salir del pozo cuanto antes. Y eso es lo que se va a encontrar aquí: el libro que yo busqué y no encontré.

 ¿Qué diferencia hay entre este Ángel Martín y aquel, el de las voces?

Soy una persona muchísimo mejor que antes. Igual sigo siendo gilipollas, pero soy muchísimo mejor que antes en el sentido de que me estoy construyendo de forma muy consciente… Ya no tomas decisiones laborales o personales por inercia, sino que estás construyendo lo que quieres construir.

Imagino, por tratar de poner algo parecido, que es como si fueras un arquitecto que ha conseguido encontrar de repente el terreno que buscaba y tiene por fin todas las herramientas con las que siempre ha soñado para construir su casa ideal y tiene el tiempo de hacerlo. De repente, estoy en eso.

Fui un envase vacío que tuve que empezar a rellenarme. En cuanto algo no me gusta, no me convence o me siento raro, sale fuera. He establecido prioridades muy nuevas. No tengo nada que ver con el otro Ángel. Se habrán quedado cosas de base, pero ahora he aprendido el valor de escuchar, el valor de las palabras, de comunicar… Entiendes las cosas que a ti te apetece hacer y lo más fascinante es que tratas de tomar medidas cuanto antes para hacerlo, por complicadas que sean.

¿Echas de menos algo de aquellos tiempos casi oníricos?

Sí, claro. ¡Muchísimas cosas! Piensa que en el momento que tú consigues descifrar el universo, esa sensación de haber encajado las piezas del puzle y que todo lo que sucede en la galaxia tiene un sentido, un porqué y que nada es azar… Esa sensación de satisfacción, de felicidad, de paz, de saber hacia dónde van las cosas, las buenas y las malas, es tan salvaje que no la vas a olvidar nunca.

Hay veces que llega la noche y dices: «Joder, ojalá viera la Luna como cuando la vi cuando estaba loco». Parecía casi que podía tocarla con las manos. Esa sensación es muy emocionante y es muy difícil conseguirla viendo una serie. Hay series que están bien, pero no tanto como tocar la Luna. (Risas.)


Pregunta retórica, ojo… ¿Necesitamos todos mimar la salud mental? ¿Por fin se está teniendo en cuenta la relevancia de esto?

El hecho de que esté en boca de todos no es que nos hayamos dado cuenta, pero que tenemos que cuidar la salud mental es obvio. Lo que pasa es que nunca teníamos la sensación de que esto estaba sobre la mesa. Lo imprescindible que hay que entender es que la primera herramienta es la prevención. La prevención desde que uno mismo se despierta por la mañana.

Todo empieza desde ahí, desde escuchar de verdad al otro y a ti mismo; y querer ayudar. El resto de herramientas ya son para cuando vas tarde. Hay que empezar a cuidarse desde el minuto uno. Hay gente que puede tener un evento en la vida que le parta en dos, que le rompa la vida de golpe, pero cuando se te rompe la cabeza tiene que ver con un cúmulo de cosas, no suele ser de la noche a la mañana.

¿Y qué te dice tu gente? ¿Has cambiado tanto como “ex loco” o “nuevo cuerdo” (sic)? ¿Cómo lo ven alrededor?

A ver… Nunca me he sentado con ellos a hablar de mi cambio. Pero notas que es evidente que sí. Al final, muchas cosas las sabemos siempre. Sabemos si la gente nota que estamos mal; otra cosa es que no queramos verbalizarlo, pero lo sabemos.

En mi círculo más cercano, la primera urgencia es que yo estuviera bien, que saliera de ese pozo fuera como fuera. En el momento en que consigues salir de ahí porque empiezas a estar activo, entiendo que se relajan. Y si, además, vas viendo que la persona que tienes delante está reconstruyéndose y haciendo las cosas que quiere, por desconcertantes que sean, todo el mundo se alegra.

¿Hay alguna pregunta que aún no te hayamos hecho y que te parezca ignominioso, como dirían aquellos dos genios del humor?

¡No, qué va! Además, me pillas en un momento en que si hubiera necesitado responder a algo y no me hubieran hecho la pregunta, ya no me quedo con las ganas de decir cosas. Si no me preguntan, se me da bien hilar temas. He escrito guiones también. Ya no me quedo con ganas de decir nada. 

Vayamos con tu agenda diaria… Me da que madrugas mucho, viendo tus publicaciones. Tienes casi un ritmo de opositor. ¿Cómo es tu día a día?

Muy cansado, no te voy a engañar. Me despierto a las cinco menos diez para terminar de ajustar el informativo, las noticias de última hora, el sorteo de la ONCE y el tiempo, que hasta que no saco la cabeza por la ventana no sé cómo hace… Miro alguna noticia que pueda haber en EEUU, alguna cosa imprevista, alguna cosa de cultura…

Me levanto a las cuatro y cincuenta, lo grabo a las siete menos diez para poder subtitularlo, lo subo a las siete y media de la mañana y, luego, hasta las nueve me centro en los perros. Les doy de comer, los saco de paseo y estoy una horita y media con ellos. Y chequeo que está el informativo en todas las redes, que no ha pasado nada raro. Luego ya me pongo a tratar de ver si retomo los directos en Twitch y a leer, escuchar, música y escribir material nuevo.

Lo tengo todo muy organizado ahora mismo, es muy tranquilo. Es cansado porque estás toda la semana preparando el informativo, pero como son proyectos tan personales todo es muy bonito. Y, hombre, estos meses están siendo un poco más cansados de lo normal, pero como es todo bonito y se está vendiendo bien el libro, se lleva mucho mejor. Si no gustara, estaría agobiado, pero como son buenos motivos ¡se lleva mucho mejor! Es un cansancio de rachas de curro más intensas.

No paras de inventar, de «hacer cosas». Pódcasts, informativo genuino, libro, stand up comedy… ¿Has revalorizado el tiempo libre?

Sí. Empiezas a ver todo un poco con perspectiva. Y sabes que si de repente hoy te estás pegando una paliza de diez horas es porque eso va a tener una recompensa, a lo mejor no la semana que viene, pero sí el mes de agosto, que tendrás vacaciones, por ejemplo. Empiezas a trabajar en presente y en futuro. He entendido el significado de la frase «El tiempo es oro».


Y el humor, Ángel, ¿es terapéutico? En aquellos momentos de zozobra confiesas que no. ¿Pero en la vida misma?

No, no soy de los cómicos que pueda decir que el sentido del humor me ha salvado la vida. No está en mi catálogo de opciones: no estaba el tratar de bromear, no veía esa posibilidad. Afortunadamente, el humor siempre ha estado en la sangre y cuando empiezas a reconstruirte, bromeas y empiezas a enfrentarte a las cosas de otra forma. Pero no es algo que tú salgas del hospital y digas: «Voy a hacer una broma de esto». No te puedes ni mover.

 

Llevas muchos años en cartel, has pasado por distintas etapas de la comedia en España… ¿En qué momento vivimos? ¿Buenos tiempos para el humor?

Siempre he vivido varias oleadas de esto. Creo que es un momento donde algunos cómicos tienen más miedo del necesario… Creo que, a veces, algunos cómicos confunden el humor negro o la comedia crítica con ser desagradable o grosero, sin que haya broma.

Hay cómicos que hacen un comentario grosero por provocar, pero si le preguntas por la broma no hay una intención clara. ¡A todos nos ha pasado! Todos hemos empezado en la comedia y tratabas de hacer una broma más provocativa y no sabías por qué. Pero es importante saber si es una broma o estás provocando para conseguir más likes.

Y, luego, dejaría de preocuparme por el lenguaje: si tú sabes que estás haciendo una broma y es impecable y tiene una intención, no me preocuparía tanto. Es un momento de la comedia extraño… Lo que me da un poco de pena es la sensación de que no existe el trampolín que existía cuando nosotros empezábamos en Paramount Comedy. Escribías veinticinco minutos con intención de grabar en la tele, ir a un teatro, etc. Y ahora, igual porque estoy un poco fuera del circuito, no sé muy bien cuál es el proceso ni cuáles son las aspiraciones más grandes de los cómicos. Entiendo que tener un programa o un pódcast. Estoy un poco despistado, la verdad.

 

Con plaza fija en La Chocita del Loro, bolos, tele, redes… Eres un icono, sin duda. ¿Pero quiénes le gustan a Ángel Martín de aquí y allá?

Voy cambiando… De repente me gusta mucho alguien y aparece otro que pienso: «¡Ostia, qué gracioso!». Bueno, George Carlin siempre me ha gustado mucho. Podría pasar horas tratando de descifrar lo que hace.

Y me gusta mucho cómo escribe Dave Chapelle, que tiene unas intenciones muy claras y cuando te interesa la comedia sabes lo que está haciendo perfectamente. Y Kevin Hart me divierte mucho como personaje.


¿Y cómo te inspiras, de dónde te viene tu tono, el sarcasmo agudo?

Justo me pillas buscando material nuevo… Pero, generalmente, todo lo que suelo escribir es muy personal, de experiencias y reflexiones muy personales. Tuve un momento de crisis, como creo que tienen todos los cómicos, pensando que todo el mundo había escrito sobre algo o sobre todas las cosas. Y entonces pierdes años buscando cosas sobre las que nadie haya escrito. Y un día te das cuenta y piensas: «Si nadie ha escrito sobre eso es que no interesa una puta mierda».

Entonces, no está mal escribir sobre lo mismo una y otra vez porque vas a hacerlo desde tu punto de vista, tus pensamientos y tu experiencia. Vas a tener tu propia voz y eso va a estar bien. Yo escribo desde mi mundo, se me ha pasado eso de ir con la libreta buscando si han hecho bromas sobre los huevos, que por qué están en estantes en lugar de la nevera. Pero ya se me ha pasado eso.

De acuerdo, sabemos que no, pero… ¿algo infalible para la comedia, para un buen monólogo?

Cada uno tiene sus cosas infalibles, esas pequeñas trampas que te sacan de un apuro si te quedas en blanco. Cada uno tiene las suyas personales. Yo sé que puedo salir a un escenario y, si me quedo en blanco, digo «¡Vasile!» y la gente se reirá. Y si lo dice otro igual no funciona. Cada uno tiene sus pequeñas herramientas, un «por si acaso».

Luego, hay cosas que son un estándar para todos: si vas a un pueblo y haces una broma con el alcalde o el bar más conocido, todo el mundo se ríe. Pero el único monólogo que creo que es infalible es el que, cuando sales al escenario, vas a disfrutar tú mismo. Porque lo has escrito para divertirte tú. Creo que cuando escribes para divertirte tú, ya estás haciendo un 70% del trabajo, seguro. Si estás construyendo humor para que le haga gracia a una persona que no conoces, no va a funcionar tanto porque lanzarás la broma inseguro, no sabrás muy bien por qué la estás haciendo y por qué cojones estás bromeando tú sobre las coles de Bruselas, que no sabes ni qué color tienen. Creo que la única clave un poco útil es la de escribir para divertirte tú a ti.


Un mito de la tele:
Sé lo que hicisteis. ¿Cómo fue aquella obra maestra de la sobremesa? 

¡Fue muy bonito aquello! Sobre todo, los primeros años, donde la televisión no era igual, donde las expectativas de una cadena de televisión eran muy distintas a las que se tienen ahora. Hacíamos televisión sin las reglas de la televisión. Lo único que había que hacer era divertirnos y tratar de que tuviera alguna repercusión; y el simple hecho de que yo pudiera escribirme mi propio material era un paso.

Lo normal era que los guionistas escribieran el material para la gente. Había un equipo de guionistas, pero fuimos de los primeros cómicos que escribíamos nuestro propio material y eso le dio mucha personalidad al programa. Y, luego, había mucha química entre todos. No teníamos ego, éramos gente empezando con la oportunidad de divertirnos; éramos amigos. Amigos haciendo el idiota. Nos dejaban la tele para hacer el idiota. Tú haces lo que te apetece y cómo te apetece y tiene una repercusión buena…

Aquello fue la diversión absoluta. Guardo muy buen recuerdo de los primeros años. Luego ya las cadenas de televisión tienen sus intereses y tienen que reconvertirse y es cuando dices: «¿Sigo en la tele o me piro de aquí?». Pero fue muy divertido y guardo un muy buen recuerdo.


Otro ciclón: tu informativo diario. Unes también a distintas generaciones. ¿Cómo se te ocurre esta genialidad y qué balance haces?

Es una broma que de repente funciona y te da la pista de que hay algo ahí. Nace como una broma, sí. Nace un día que de repente me doy cuenta de que llevo dos horas viendo noticias y todas las portadas comparten lo mismo. Y decido que voy a hacer un vídeo ahorrando a la gente mirar las noticias.

De pronto, ves que tiene mucha más repercusión que otros vídeos que he hecho invirtiendo más pasta y tiempo y dices: «Pues lo voy a hacer mañana a ver si esto ha sido algo raro que me he perdido». Y ves que no, que funciona exactamente igual y que la interacción de la gente sigue subiendo, te proponen cosas y ves que se convierte en un formato. Investigas y apuestas a muerte por eso. Tratas de descifrar por qué es un formato, empiezas a entender cómo funciona Internet, los creadores de contenido…

Pero arrancó como una broma. También es verdad que se juntan varios factores: mi interés eterno por entender el mundo digital y que me pilla prestando una atención milimétrica a las redes sociales. Pero es muy guay.

Más cosas: Dar cera, pulir cero, Órbita Laika, Wifileaks, SoloComedia… ¿Qué te queda por hacer?

Fíjate que la sensación que tengo, Jorge, es la de que todos los proyectos que he hecho hasta ahora han sido pruebas y formación para llegar al punto donde estoy ahora. Me pillas en un momento donde no veo los proyectos como cosas puntuales, sino como proyectos muy a largo plazo. Estoy construyendo alrededor de eso. Y

o vengo de un mundo, la tele, donde haces un programa y cuando se acaba, se acabó, no sabes muy bien lo que viene. Ya veremos si aparece otro programa de tele. Pero ahora estoy tratando de unir absolutamente todos los puntos, sin pensar en lo siguiente. Sé que lo que me gusta es hacer monólogos y escribiré un nuevo espectáculo, pero intentaré que tenga un punto en común con el informativo, el libro, de manera que cuando me veas no digas: «¿Y en qué más está?». Que haya una única cosa sobre la que gire todo lo demás. Me pillas en un momento tirando cable entre un proyecto y otro para unirlos.

 Hablaría horas… Cerramos con un clásico: ¿un deseo de Año Nuevo?

Calma, más calma y mantener la calma. Siempre hay arreglo para todo, pero implica tener que frenar alguna vez en seco. Sí que estamos metidos en una espiral, en una espiral de trabajar mucho para fuera, que parezca, que parezca… En todos los sentidos, no solo en el trabajo de ir a la oficina.

Y no nos paramos a pensar si estamos trabajando para nosotros o no. Por dentro. Si estás construyendo tu vida como quieres o no. Creo que la gente debería aprovechar para preguntarse esto. Al menos, es tan fácil como pararse a preguntárselo. Son 30 segundos. Da vértigo.

Prórroga y remate: ¿es feliz el nuevo Ángel Martín?

Sí, totalmente. Sin ninguna duda.

 

Pues nos quedamos con eso. ¡Feliz 2022, salud, enhorabuena, gracias y «a hacer cosas»!

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