Parecen gemelas, iguales, sinónimos, equivalentes. Una consecuencia la una de la otra, independientemente del orden en el que las escribas.
Son palabras hermanas y gemelas. Una extensión, una resolución, unidas inseparablemente para siempre. Por supuesto, negativas, de imprevisibles acontecimientos malos.
En España. Y no sé si en Grecia, Irlanda, Italia y Portugal. Perdón, en Portugal sí lo sé. Risco también es negativo, destructivo, ruinoso y doloroso. No en Estados Unidos, menos en California y mucho menos en Silicon Valley.
Allí riesgo es aventura, experiencia, cambio, oportunidad, diversión, fortuna. Por eso asumir riesgos es de personas sanas mentalmente hablando. De creadores de riqueza y bienestar común, personas socialmente reconocidas y admiradas y en el peor de los escenarios aquellas aventuras que terminan en fracaso, ruina y cierre, son también valoradas de forma positiva. Qué imbéciles estos americanos. ¿Cómo pueden pensar así?
Osea que te arruinas y aún encima te valoran. Sí, así es.
El que falla se levanta, se sacude el polvo y vuelve a la batalla de emprender con mayores garantías de éxito. La garantía de un aprendizaje que no se olvida y que conduce a hacerlo mucho mejor en las ocasiones venideras.
La gente confía en quien ha fracasado, no es un estigma o una losa como lo sería en España. No mina la credibilidad ni limita la obtención de crédito.
La ruina enseña y ayuda. Por eso es de allí de donde vienen las empresas que están revolucionando el mundo, Facebook, Android, Google o el iPhone.
Por eso, salvo Zara y Mango, no te encontrarás muchas referencias españolas por mucho que viajes por el mundo.
Por eso sería sano que cambiemos de forma de pensar y asumamos riesgo como una palabra positiva, constructiva y sana.
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Sixto Arias es director general de Mobext
Este artículo fue publicado en el número de Mayo de Yorokobu.