Aquel día, en Bonhams, la ilustre casa londinense de subastas, varias obras tuvieron que ser retiradas por falta de compradores. Entre ellas había una de Renoir y otra de Warhol, pero este hecho no fue el que hizo tan especial aquel 20 de junio de 2005. Por 14.400 libras, una cifra 20 veces superior a su precio de salida, tres cuadros de estilo «lírico abstracto impresionista» acabaron en manos de un coleccionista americano. Su autor era Congo, un chimpancé fallecido 40 años atrás.
Los animales siempre han estado presentes en la historia del arte, desde los bisontes y caballos milenarios de la cueva de Altamira hasta la rana psicodélica de la portada del último número de la revista Yorokobu. Pero pocas representaciones tuvieron un carácter tan premonitorio como El mono pintor del artista barroco David Teniers, una singerie (representación de escenas protagonizadas por monos en actitudes humanas) con la que el autor pretendía burlarse de la actividad artística meramente imitativa.
‘Oink!’, la primera exposición marrana
El chimpacé Congo pasó a la historia por su capacidad creadora al realizar los primeros trabajos artísticos de un no humano en el mundo del arte. En enero de 2018 otro animal ha vuelto a hacer historia. Su nombre es Pigcasso y se ha convertido en el primer cerdo en tener su propia exposición monográfica.
Pigcasso es una hembra sudafricana rescatada de una empresa cárnica con cuatro semanas de edad por Joane Lefson, activista y fundadora del refugio Farm Sanctuary en Ciudad del Cabo. Lefson percibió la habilidad de Pigcasso cuando se dio cuenta de que los lápices y pinceles «eran lo único que no se comía», como cuenta en una entrevista para la revista National Geographic.
Tras este hallazgo, la cuidadora comenzó a utilizar la técnica de refuerzo positivo (comida a cambio de logros conseguidos) para que la cerda sostuviese los pinceles con el morro y comenzase a garabatear sobre un lienzo vacío. Tras varios meses de intenso trabajo (tanto de Lefson como de Pigcasso), el número de obras pintadas era tal que se pudo plantear la posibilidad de crear una exposición propia.
Así es como nació Oink! a comienzos de enero de 2018, la primera exposición monográfica de arte marrano. La idea es que la muestra permanezca unos meses en Ciudad del Cabo y de ahí se traslade a ciudades europeas como Londres, Berlín o Ámsterdam. La recaudación por la venta de sus obras se utilizará para financiar el refugio y concienciar al público del impacto medioambiental de las industrias cárnicas.
Congo, el chimpancé admirado por Picasso, Miró y Dalí
Congo causó furor en los años 50 y 60 del siglo XX. Pablo Picasso adquirió una de sus obras; Miró cambió dos de las suyas por una de las más de 400 pintadas por el chimpancé. Incluso Dalí, con su habitual estilo polémico, afirmó que «la mano del chimpancé es cuasihumana, la de Jackson Pollock –una de las figuras más importantes del expresionismo abstracto– es totalmente animal».
Congo se convirtió en una celebridad a finales de los años 50 por su aparición en el programa de televisión Zootime, presentado desde el Zoo de Londres por el zoólogo y antropólogo Desmond Morris. Este, según explicó en 2005 en un reportaje para el diario británico The Telegraph, comenzó a practicar con Congo ofreciéndole un lápiz:
«Él lo agarró y comenzó a trazar una línea sobre una hoja en blanco que le puse en la mesa. Después, volvió a repetirlo una y otra vez». El momento cumbre de la carrera pictórica del primate ocurrió en 1957, cuando el Instituto de Arte Contemporáneo de Londres montó una exposición monográfica con su trabajo.
Aunque en aquel momento mucha gente interpretó la aparición de Congo como un ataque a las obras hechas a base de salpicaduras de Jackson Pollock, la intención de Morris era muy distinta. Él estaba interesado en crear una «teoría estética del arte primate».
Este mismo ejercicio lo había repetido con diversos chimpancés, de los que solo Congo había mostrado un especial interés por la actividad pictórica. Según afirma el etnólogo, el chimpancé mostraba un sentido básico de composición: cuando él dibujaba una figura en una mitad del lienzo, Congo lo equilibraba trazando líneas en la otra mitad.
Pero Congo no fue el único animal que demostró sus aptitudes en el mundo del arte. Shigeru Watanabe y su equipo de investigación publicaron en 1995, en la revista Journal of experimental analysis of behaviour, un estudio en el que mostraron la capacidad de las palomas de distinguir obras de Picasso y de Monet.
Tras una fase inicial donde se las enseñaba a discriminar cuadros de ambos artistas a base de refuerzos, siguió otra fase en la que se mostraban cuadros que no habían visto nunca en el entrenamiento, entre los cuales debían elegir a qué autor correspondía. Su índice de acierto fue de un 90 %. Posteriormente, en una última prueba, se les enseñó cuadros de Renoir y Cezanne, y fueron capaces de adscribirlos en la misma categoría que los cuadros de Monet.
El auténtico arte animal
Más allá de chimpancés que venden expresionismo abstracto, palomas que reconocen a Monet y cerdos que comienzan una gira mundial, el mundo animal lleva generando arte desde hace mucho más tiempo que los propios humanos.
El pájaro pergolero es, quizá, una de las mejores muestras de ello. Esta ave endémica de Nueva Guinea crea auténticas estructuras faraónicas en la época de apareamiento. El doctor Jared Diamond, en su artículo Animal art: Variation in bower decorating style among male bowerbirds Amblyornis inornatus, explica que los machos pergoleros son capaces de crear pequeñas chozas de hasta 150 cm de alto y 200 cm de grosor transportando pequeñas ramas que acumulan durante horas.
Después, comienzan a decorar la entrada de la construcción con diferentes frutas, flores y otros objetos llamativos como alas de mariposa o conchas de caracol. Su objetivo es crear la obra más atractiva posible para que las hembras se fijen en ellos.
Siguiendo ese mismo objetivo, un tipo de pez globo de los mares de Japón crea estructuras geométricas sobre la arena del fondo marino. En 1995 se descubrieron por primera vez estas extrañas figuras circulares, similares a un rosetón, cuyo misterio no logró descifrarse hasta el año 2011. Como se puede leer en este artículo de la revista Nature, el pez globo usa sus aletas a modo de aerógrafos para dibujar formas en el lecho marino. Cuanto más complejo y atractivo sea el diseño, mayor posibilidad de apareamiento tendrá el individuo.
Es interesante la curiosidad del ser humano por averiguar si hay otras especies que tienen la misma habilidad y sensibilidad artística que nosotros. Pero estas investigaciones pueden generar ciertas dudas respecto a la espontaneidad de las obras realizadas por animales en un entorno humano o incluso generar polémica respecto a la utilización de estos (en algunos casos, apartados de su hábitat natural) para la investigación de sus aptitudes artísticas.
Si Congo disfrutaba realizando sus cuadros más que el humano que lo observaba, eso es algo que ya nunca sabremos, pero por los vídeos donde aparece Pigcasso garabateando lienzos de forma frenética, parece que, al menos, se encuentra en mejor estado de salud que si hubiese acabado en el matadero. Habrá que preguntarle a las palomas, a ver qué opinan.