Kitsch, camp, lowbrow, friki: los platos de Artefacto Madrid

12 de octubre de 2016
12 de octubre de 2016
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Han hecho cartelería de películas, diseñado ropa para firmas de alta costura y para teatro de revista. Han restaurado muebles, han creado cómics y fanzines. Santiago Carbonari y Franco Donati han hecho muchas cosas, pero encontraron su vocación de la forma más inesperada: decorando su casa.

Sus paredes son de colores vivos pero uno apenas atina a verlas debajo de los cientos de platos que se amontonan en cada centímetro. Sus mesas están atestadas de cajas con más platos y materiales de pintura. La casa de Carbonari y Donati está decorada hasta el punto de no saber muy bien si es una casa o un museo. En realidad es un poco ambas cosas. También es un taller. Y una oficina.

Los tres primeros platos que colgaron estos dos argentinos en su pared tenían un fin meramente decorativo. Los cientos, quizá miles, que vinieron después, se convirtieron en su modo de vida. Así surgió Artefacto Madrid, la marca que estos dos ilustradores han colado en galerías de arte, revistas de decoración y tiendas de diseño.

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«Hicimos unos cuantos platos, los subimos a Internet y nos metimos en un avión», narra Donati mientras repasa las paredes en busca de esas primeras piezas. «Cuando aterrizamos teníamos un mail de una chica de México, de otra de Holanda… Y los platos eran nuestros, no teníamos intención ninguna de venderlos», recalca, «surgió por una idea de demanda total».

Esto sucedió hace cuatro años, cuando la cantidad de ilustradores que habían cambiado el lienzo por la porcelana era meramente testimonial. Desde entonces las cosas han cambiado mucho y se ha puesto de moda un estilo, el de la vajilla decorativa, que parecía relegado a la casa de la abuela. Pero Artefacto Madrid dice distinguirse del resto por su negativa a crear nuevas vajillas, interviniendo siempre en piezas antiguas. «Hemos probado con platos nuevos, pero falta un poco de sutileza, un poco de calidez», comenta Donati. Esta necesidad de buscar sus lienzos entre las reliquias les ha convertido en expertos buscadores de antigüedades, pujando en subastas online y recorriendo los mercados de pulgas de cada ciudad que visitan, empezando por Madrid. «Venimos de un país que tiene 200 años, para nosotros ir al Rastro y encontrarnos con un plato que tiene 80, al principio era como ‘¡Aaaah!, ¡Compran en Ikea y tiran esto!’», recuerdan entre divertidos y asombrados.

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Sus adquisiciones, que van del victoriano al barroco, se enriquecen con intervenciones que beben de la cultura pop, consiguiendo una sensación de continuidad y rupturismo al mismo tiempo. «Kitsch, camp, lowbrow, surrealismo pop, friki». Carbonari y Donati van añadiendo adjetivos a una larga lista, en una especie de 1, 2, 3 de la creatividad. Matizan que no han buscado ninguna de estas etiquetas. Se las fueron poniendo sus clientes a medida que fueron conociendo su trabajo. «Al principio no sabíamos ni qué significaba camp», comenta Donati, «pero casi mejor, así no hemos estado condicionados, no hemos construido un estilo impostado».

Desde la pared, decenas de Madonnas renacentistas con cara de perro nos miran con una enigmática expresión y unos gremlins con arreglos barrocos nos dedican una mirada sexy mientras, tres platos a la derecha, las naves imperiales cruzan los canales de Venecia. Todas estas referencias encuentran sitio en los platos de Artefacto Madrid. «Son las cosas que nos gustan», reconoce Carbonari. A juzgar por la demanda que hay por sus platos no son los únicos que parecen apreciarlas.

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