La muerte tiene su propio calendario. ¿Pactó con Kurt Cobain o con Hergé?

William Goldman pactó con la muerte: «No me mates antes de que termine de escribir lo que tengo en la cabeza». Pasaron 50 años. Goldman publicó su última novela en 1986. Escribió el último guion en 2003. Goldman sigue vivo.

Quizá el guionista de La princesa prometida y Marathon Man tiene novelas y guiones por escribir y la muerte está respetando el pacto. Un pacto que no rubricó.

¿Puede ser?

Has leído o visto en documentales que artistas como Mozart o Van Gogh o Lorca trabajaron hasta la extenuación porque presintieron que iban a morir.

¿Lo crees?

La muerte tiene su propio calendario. No le importa:

  • Que seas un artista prolífico como Mozart o Asimov.
  • Que tan solo tengas una obra como John Kennedy Toole (La conjura de los necios) guardada en un cajón.
  • Que en la senectud estés en medio de una obra como Hergé o Terry Pratchett.
  • Que apenas despuntes como Kurt Cobain, que se mató a los 27. La muerte no dijo: «No te recojo. Vive. Haz música».

Por supuesto, a la muerte no le importa que tengas ideas rondando tu cabeza. Es posible que haya matado a millones de artistas antes de su primera palabra en papel o su primera pincelada.

La muerte no te escucha cuando te mientes a ti mismo: «Cuando tenga tiempo me pongo». No espera a que tengas la agenda desocupada o tus hijos se vayan de casa o estés en vacaciones. No se burla de ti; te ignora. A la muerte no le importa que te sientas realizado ni tu deseo de trascender.

Y a ti tampoco debería importante. Tus obras acabadas o incompletas o rumiadas quizá dentro de 50 años influyan en el universo menos que una lista de la compra.

Entonces ¿por qué ser artista?

Porque intuyes o sabes que hay una muerte peor que la definitiva: morir cada día mintiéndote para postergar tu arte. «Cuando tenga tiempo me pongo». Morir cada día lamentándote: «Ya no tengo tiempo; ya soy mayor».

¿No te duele?

Cuando surge la oportunidad de una aventura con una persona atractiva fabricas el tiempo… Conduces una hora para «un ratito», madrugas, no te mientes: mientes a los demás. «Tengo cosas que hacer». No quieres que nadie se entrometa en tu vida privada ni robe tiempo de estar con tu amante. Nadie ni nada: ni las redes ni la tele ni tus vicios.

No te planteas cuándo acabará la aventura. Te sientes vivo alimentando tu relación —aunque sea a ratos— entre las rutinas.

¿Quieres ser artista?

El arte tiene que ser tu amante. Tu relación furtiva.

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