Imagina un lugar parecido a una biblioteca, solo que, en lugar de libros, pudieras pedir prestada una obra de arte contemporáneo y llevártela a casa durante un tiempo. Acabado el periodo de préstamo, la devuelves y la cambias por otra. Y así, hasta el infinito.
Ese lugar es una plataforma llamada Artoteka, impulsada por los colectivos Sarean, Karraskan y Wikitoki, y que nace del proceso de Reshape, un proyecto investigación y acción en torno a diversas problemáticas que se plantean en el mundo del arte en Europa.
La colección está formada por 30 obras de 10 artistas, ordenada por temáticas y con información adicional sobre la vida y obra de cada autor. Lo de ordenarse por temas tiene una intención: abrir «diferentes caminos de entrada para también acercarnos a un público que es ajeno al arte contemporáneo, que no tiene por qué tener un conocimiento específico o un interés específico», explica Laura Díez García, una de las coordinadoras de Artoteka, junto a Iranzu Guijarro y Marina Urrutikoetxea.
El funcionamiento es sencillo. Un usuario, ya sea particular, una empresa, un pequeño negocio, etc., entra en la web, elige una obra de arte, rellena un formulario, y una vez firmado el contrato, podrá llevársela a su casa durante tres meses. Pasado ese tiempo, la devolverá y podrá optar a solicitar en préstamo una nueva.
El préstamo es por un periodo de tres meses y las cuotas son de 50 euros para particulares y de 150 para empresas. «Igual que te suscribes a Netflix, Filmin, etc., te puedes suscribir a un servicio para tener obras de arte que tienen un valor económico de hasta 6.000 euros», comenta Díez. «Puedes tener en tu casa obras con un valor en el mercado de 4000 euros o más, que quizá nunca podrías adquirir, o no te lo plantearías. Y, además, tener una conversación cercana con el artista, en un proceso de aprendizaje mutuo, tanto para el artista como para el usuario».
Artoteka es, por el momento, un primer prototipo que funciona únicamente a nivel local en Bizkaia. «Sí que es una iniciativa pionera porque en España no hay ninguna referencia de estas características, como la hemos planteado nosotras», explica Díez. «Hemos conseguido apoyo del Gobierno Vasco y del Ayuntamiento de Bilbao. Y ahora estamos de residencia en el Azkuna Zentroa Alhóndiga Bilbao», donde tienen expuesta la colección para darla a conocer al público. Pero a las coordinadoras de la plataforma sí les gustaría, en un futuro, poder extender el proyecto a todo Euskadi, y apoyar con todo lo que aprendan por el camino la creación de otros proyectos similares en el resto del país.
«En Francia, la colección de Artoteca es una colección de arte público. Llevan unos 40 años trabajando, y todos los años hay dinero público destinado a la compra de nueva obra», cuenta Laura Díez. «Nosotras todavía no tenemos este formato, pero sí nos gustaría en un futuro tener la posibilidad de contar con colecciones de arte público que están almacenadas. Consideramos que son obras que se han financiado con dinero público que están en almacenes y a las que no se les está dando un uso. La idea es que esas obras vuelvan a la sociedad y puedan tomarse en préstamo. Y no solo eso, sino que el artista pueda, a través de ese préstamo y de hacer actividades de mediación, tener una remuneración por ello y dar una riqueza, poner en valor esa obra y su proceso».
La plataforma está abierta a artistas de cualquier disciplina artística. «En Francia sí que funciona solo con obras bidimensionales, pero a nosotras, aquí, nos parecía una oportunidad para abrirlo a todo tipo de disciplinas. Hay escultura, hay instalación, hay dibujo, hay pintura… todo tipo de formatos. Incluso obras que pueden ser performance, que nos estamos planteando cómo podrían alquilarse o prestarse. Es algo que también nos gustaría investigar».
Por el momento son solo artistas locales tanto emergentes como de media carrera. Belén Cerezo, Helena Goñi, Juana García-Pozuelo, Mawatres, Raisa Álava, Raquel Asensi, Saioa Olmo, Tunipanea y Victoria Ascaso. Todas ellas, explica Díez, han llegado por invitación, pero la idea de las organizadoras es abrir el proyecto a otros creadores con trayectorias más consolidadas. Todos ellos reciben una remuneración por prestar sus obras. «Para nosotras es muy importante esto porque no basta con que el artista tenga visibilidad», afirma Laura Díez. «Nosotras conocemos muy bien el contexto del arte, sobre todo local, y hemos ido cocreando el proyecto en conversación con los artistas y con agentes culturales, detectando qué problemáticas y necesidades tenían. Y una de esas problemáticas es la precariedad económica».
«Para nosotras se trataba también de intentar reproducir otros modelos, otras formas de recibir ingresos que no solo dependan de la venta de obra o de exponer en una institución», continúa explicando la coordinadora. «Ahora mismo nuestra capacidad es pequeña, pero sí que han recibido 500 euros por el préstamo de las obras, y también se les remunera por las actividades de mediación».
Por el momento, están teniendo muy buena acogida por parte del público. «Inauguramos el sábado y, de momento, ya tenemos las primeras usuarias. A finales de semana, probablemente ya llevemos una obra a una de las casas. El feedback está siendo muy muy bueno. Ha habido una recepción muy buena del proyecto y ha despertado mucho interés, algo que nos impulsa a seguir adelante con él».
Siento deciros que el titular es un error. No es ni de lejos la primera plataforma en España, llevamos muchos años con decenas de empresas que alquilan obras de arte tanto a particulares como a empresas. El leasing de obras de arte es un negocio que empezó en Estados Unidos en los años 60 para empacar eventos y sets de rodaje, y se poluparizó enseguida para vestir despachos. La iniciativa se extendió tímidamente hacia otros países, entre ellos España, a finales del siglo XX.
En España, hace más de veinte años que existen empresas de alquiler de obras de arte, y muchas galerías de arte también ofrecen estos servicios (cada vez más, sin demasiado éxito).
El alquiler de arte nunca ha cuajado porque el amante del arte (o «coleccionista») desea su posesión, el atesoramiento de un objeto único, y el desafío del precio forma parte de su validación. Quien no es coleccionista, se conforma con reproducciones decorativas, cuanto más baratas mejor. El leasing de las obras de arte se encuentra en tierra de nadie, y por eso nunca ha convencido al amante del arte, más allá de cuatro despachos, producciones y eventos.
Un saludo.