Los domingos, a Mel Stultz y sus amigos les gustaba ir a jugar a los bolos en la sala más antigua de la ciudad. La bolera con el mismo nombre del pueblo costero en el que se situaba, Asbury Park, seguía fiel al estilo que conoció cuando el negocio familiar había abierto sus puertas en 1962.
Situada a tan solo a un par de bloques de la playa, el edificio mantenía un exterior decadente en colores azul y blanco con un luminoso donde se podía leer ‘Asbury Lanes’. El negocio que entonces regentaba Ralph Ayles aguantaba a duras penas los pocos ingresos que recibía de matrimonios aficionados a los bolos y la celebración, un sábado al mes, de la liga de la comunidad local.
Stultz, que no quería ver desaparecer aquella pequeña sala, le preguntó al dueño del local por qué no permitía que se celebrasen conciertos allí. El regente no puso muchas pegas. Al fin y al cabo el negocio no había hecho sino empeorar durante las últimas tres décadas y se abocaba peligrosamente a la desaparición.
Contando con el beneplácito de Ayles, Stultz y sus amigos organizaron un directo. El experimento funcionó: la gente se lo pasó bien y el local hizo dinero. Aquel fue el comienzo de un flechazo entre la música y los bolos que, al menos hasta el día de hoy, ha conseguido mantener en pie uno de los últimos establecimientos de su clase en Nueva Jersey. Muchos otros edificios y locales clásicos de los años 50, 60 y 70 han ido desapareciendo paulatinamente hasta dejar a Asbury Lanes literalmente desnudo ante las parcelas donde se prevé la edificación de apartamentos y nuevas zonas de entretenimiento. El último en decir adiós fue el teatro Baronet, local contiguo a The Lanes, donde actuaron desde Bon Jovi a Bruce Springsteen, que fue derribado hace apenas un año.
La pequeña bolera de Asbury Park y su concepto de música más bolos es diferente, pero no único en los Estados Unidos. A un par de horas en tren, Nueva York ofrece la sala Brooklyn Bowling, un mastodonte al lado de ‘Las Lanes’, como se le conoce popularmente, pero también considerada como una de las mejores salas de conciertos de la Gran Manzana.
Las aspiraciones de Asbury Lanes no son del tipo de esta macrosala. Ella se conforma con mantenerse viva y, a ser posible, mantener ese estilo peculiar entre la sencillez, lo vintage y la originalidad. «Podían haberse llevado el edificio en cualquier momento a lo largo de los últimos diez años», dice Jenn Hampton, la encargada actual de la contratación de bandas y última representante del equipo de diez personas que empezó a trabajar cuando el dueño dijo sí a la música en directo en su sala.
Hampton asume con resignación que Asbury Lanes tiene los días contados, pero a la vez afirma que esto añade cierto romanticismo al indiscutible encanto de la bolera. «El grupo de trabajadores que mantiene vivas la Lanes es ahora el último en enterarse de los planes para el local. Cuando empezamos hace diez años, nuestro objetivo era salvar todo el bloque ante los promotores. Hemos conseguido salvar el edificio y estoy muy orgullosa de ello. Pero soy la única que queda en el grupo y sé que se podían haber llevado la bolera cualquier día a lo largo de la última década. Su futuro es incierto, y es incómodo, pero tanto si seguimos aquí como en otro sitio, el espíritu de la Lanes seguirá vivo. Al menos, eso espero».
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Nunca había vivido tanto tiempo seguido en un mismo sitio, por lo que para Hampton, original de Pensilvania, Asbury Park y la Asbury Lanes son ahora su hogar. La «conservadora de momentos divertidos», tal y como se lee en su tarjeta, afirma que la bolera no es solo un local clásico con música en directo: la Lanes es una insignia para la gente que no encuentra su sitio en este raro y maravilloso estado de Nueva Jersey. Nos preocupamos por los amantes de la música, porque nosotros también lo somos. Y queremos presentar un lugar excitante y seguro donde encontrar experiencias distintas para gente poco corriente. Es un sitio icónico porque ha sido cuidado y alimentado por el cariño de mucha gente, y eso es muy especial».
Entre los shows que pasan por ‘Las Lanes’, el público varía entre los 16 y los 80 años. Allí caben tanto un concierto de punk, rap o heavy metal, como un espectáculo de burlesque o los cada vez más populares bingos de juguetes sexuales.
«¿Las mejores actuaciones?, bueno, eso depende de a quién le preguntes, pero para mí han sido Bouncing Souls, The Yard Dogs Road Show, John Waters, The Ventures, Dick Dale, The Bowling Pin Art Show, The Pontani Sisters, Jello Biafra… Soy la peor persona para preguntar. ¡Me gustan todos!».
Una noche cualquiera en Asbury Lanes hay tanta gente dedicada al concierto como a los bolos. Y no es rara la ocasión en la que algún miembro de la banda salta del escenario para intentar un strike o tirarse directamente en plancha a por los boliches (eso sí, cabeza por delante).
Mientras siga viva, Asbury Lanes puede mezclar su suelo ajedrezado con actuaciones tan experimentales como haga falta. Lo único que requiere es un poco de cariño a cambio, y que vuelvas de vez en cuando. Entre sus paredes, máquinas de chicle y bigotes de pega se ha celebrado hasta una boda.
* Fotografías cedidas por Dani Fresh y Local Magazine US.