Pocas cosas escapan de interés de los investigadores. El color de las camisetas de los deportistas no es una de ellas. En 2005, la revista Nature publicó un artículo llamado Influencia del color de la camiseta roja en los parámetros físicos en los deportes de combate. La investigación venía a concluir que vestir de rojo solía traer resultados positivos para los deportistas.
El estudio lo había realizado meses atrás dos antropólogos de la Universidad de Durham, en Inglaterra, a partir de los resultados de varios combates de boxeo, taekwondo, lucha grecorromana y lucha libre. Los participantes en el estudio se clasificaron entre los que vestían de rojo y los que vestían de azul. Los primeros ganaron el 55% de los duelos.
La razón, según los autores del estudio, podría explicarse por la asociación subliminal del rojo con la agresividad y la dominación. En caso de igualdad entre los contrincantes, el rojo podría decantar la balanza a favor del portador de dicho color.
Quizás sus propias conclusiones no acabaron de convencerles porque decidieron realizar un análisis similar con los resultados de la Eurocopa de Portugal celebrada en 2004. El marcador final de los partidos parecía darles la razón: los equipos que vistieron de rojo en aquella edición marcaron más goles y ganaron más partidos que los demás.
Lo que podría haberse quedado en mera anécdota estadística llegó a oídos del seleccionador alemán Jürgen Klismann, que pidió a Adidas que para el Mundial 2006 que jugaban, además, en casa, la segunda equipación de su equipo fuese roja, por si las moscas. Alemania no llegó a usar esa camiseta. La escuadra dirigida por Klismann quedó seminifinalista ¿Hubiera llegado a la final de haber vestido de rojo? Probablemente no. De hecho perdió contra Italia, a la postre vencedora de aquel Mundial, y lo hizo con su habitual remera azurra.
Más allá de todo lo que ha rodeado este Mundial, mañana ninguno de los contendientes en la final del Mundial de Catar vestirá de rojo. Pero no tiene pinta de que eso les importe demasiado a los protagonistas, que portarán las camisetas de sus respectivas selecciones como si fuesen «talismanes que terminan desplazando las banderas que les dieron color». Así lo ven Cune Molinero, Alejandro Turner, Pablo Aro Geraldes, Agustín Martínez y Sebastián Gándara, periodistas deportivos, argentinos para más señas, y atores de Atlas mundial de camisetas (Lunwerg).
Un recopilatorio que, de forma exhaustiva, analiza el papel de las camisetas de las selecciones de fútbol como «objetos de culto y de identificación en tierras ajenas», pero también como «símbolos de orgullo y de recuerdos colectivos».
Además de las remeras que han formado parte de las equipaciones de las selecciones que han participado en los mundiales que se vienen celebrando desde 1930, el libro reserva un hueco especial para las pioneras, esto es, aquellas que las selecciones lucieron en sus primeros partidos, antes incluso de las citas mundialistas. «La mayoría denotan un señorío que solo puede dar el paso del tiempo», escriben sus autores.
Y, por supuesto, también están las audaces. Esas que con sus estrambóticos diseños se quedaron en la retina de los aficionados propios y ajenos.
Aunque para muchos aficionados, el diseño de la camiseta es lo de menos. Lo importante es lo que esta haya conseguido o se espera que consiga. Si no, que se lo digan a Adidas…