Cómo ser arquitecto después de una crisis… y al comienzo de otra

22 de junio de 2020
22 de junio de 2020
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Antes de que el coronavirus nos cambiase la vida, la palabra crisis nos remitía a otra cercana y difícil etapa: la que comenzamos a sufrir a partir de 2008. La de la construcción fue una de las industrias más afectadas por aquel parón económico. El pinchazo de la burbuja inmobiliaria marcó una antes y un después en el sector. Aunque no fue el único.

«Junto con los avances tecnológicos, la incertidumbre política y social que han caracterizado estos últimos años, la crisis ha sido para muchas disciplinas el punto de partida para comenzar un proceso de renovación no solo útil, sino también indispensable».

Gianpiero Venturini, fundador de la firma de arquitectura e investigación Itinerant Office, reconoce que en España los daños en el mercado inmobiliario fueron más profundos que en el de otros países. Los profesionales siguen sintiendo sus efectos: «Durante más de una década, las condiciones para practicar la profesión de arquitecto han cambiado radicalmente, con una reducción importante de las comisiones tradicionales y de las inversiones en todo lo que se considera el ámbito de la construcción».

Venturini lleva años escrutando la realidad de su sector. Comenzó a hacerlo en 2012 a través del proyecto New Generations, que le ha llevado a conocer las circunstancias y la opinión de numerosos expertos en arquitectura de todo el mundo. Las principales conclusiones de sus indagaciones se han plasmado en ATLAS of emerging practices, being an architect in the 21st century, que se presentó a finales de 2019 en el Museo d’Arte Contemporanea Roma (MACRO). 

©ItinerantOffice
©ItinerantOffice

 

La publicación ahonda en «las formas de entender y practicar la profesión de arquitecto» que surgieron a raíz de la crisis. Lo hace analizando «aquellas prácticas emergentes» que se vieron obligadas a pensar en nuevos modelos, más sostenibles, participativos y multidisciplinares debido a la coyuntura económica.

La conversión de espacios abandonados con el objetivo de adaptarlos a las nuevas exigencias funcionales fue una de esas prácticas en las que, según Venturini, se comenzó a invertir recursos a raíz de la crisis de 2008. El arquitecto no cree que la irrupción del COVID-19 suponga un parón para esta tendencia.

Es más, lo lógico sería que la nueva crisis la reforzara: «Desde mi punto de vista, era y sigue siendo uno de los temas mas urgentes y posiblemente este nuevo contexto de crisis facilitará el desarrollo de nuevos pensamientos y propuestas alrededor de edificios más flexibles desde un punto de funcional».

Aunque reconoce que los antecedentes no invitan al optimismo. «A lo largo de la historia hemos tenido muchas oportunidades para trabajar en temas de sentido común, pero los intereses políticos o de las grandes empresas que invierten en el sector de la construcción han ido en dirección opuesta».

Venturini pone como ejemplo los edificios abandonados y en ruinas («oficinas, hospitales, hasta aeropuertos») que aún pueden encontrarse en numerosas ciudades. Un fenómeno que revela que después de la anterior crisis se siguió optando por la nueva construcción en lugar de apostar por la conversión del patrimonio existente en servicios útiles para la sociedad.

Parece que lo de tropezar dos veces con la misma piedra es algo habitual en el sector: «Antes de la pandemia circulaban rumores de que el sector de la arquitectura se estaba acercando a otra crisis parecida a la del 2008. Después de todo lo que había pasado, estábamos viendo constructoras quebrando y despachos cerrados. Si no somos capaces de aprender esa lección, dudo que podamos enfrentarnos a la crisis que se aproxima», augura el arquitecto.

ARQUITECTOS EN EL SIGLO XXI

Durante la investigación y posterior publicación del libro nadie podía intuir que una nueva crisis estaba a punto de sacudirnos. Esta vez con raíces sanitarias, pero con dramáticas consecuencias también en lo económico y lo social.

La fotografía del sector que ofrece ATLAS of emerging practices se hace eco de una industria ajena a la crisis que se avecinaba, pero muy marcada aún por la anterior. A la nueva hornada de arquitectos le tocaba tirar de inventiva. 

¿Se puede hablar de una nueva generación de arquitectos?

Los participantes en la investigación demuestran que no hay una única forma de practicar la profesión. Pero sí surgen patrones que caracterizan un cambio importante con el pasado y que se analizan a lo largo de la publicación.

Primero, la necesidad de reflexionar sobre nuevas formas de organización de la práctica arquitectónica más abiertas y multidisciplinares. Esto se debe a la complejidad de los proyectos que requieren expertos de varios campos, como la sostenibilidad y la tecnología.

Otro aspecto que cambia respecto al pasado está relacionado con la economía del proyecto. El cliente tradicional parece haber desaparecido en favor de nuevas e híbridas formas de financiación. La nueva generación de arquitectos ha tenido como situación de partida la falta de los recursos económicos tradicionales. Esto le ha llevado a generar formas creativas para financiar proyectos a diferentes escalas.

Por último, ATLAS of emerging practices abre una reflexión sobre un tercer punto importante relacionado con la comunicación del proyecto. Muchos arquitectos emergentes buscan herramientas como Facebook, Instagram, o Twitter no solo como canales para comunicar sus logros, sino también para facilitar la participación ciudadana, empoderar comunidades, realizar proyectos de investigación, así como implementar plataformas para codiseñar y pensar nuevas soluciones que se reflejan en el espacio urbano.

Baños públicos Heemraadssingel Rotterdam by LAGADO architects Credits: ©Rubén Dario Kleimeer
The pavilion, Eurotopie, 2018 by Traumnovelle Credits: © Philippe Braquenie

¿Existen tendencias comunes entre los profesionales en función de sus países de origen o de formación? 

Desafortunadamente estamos asistiendo a una separación cada vez mayor entre los países del área mediterránea y aquellos del norte de Europa que han conseguido avanzar más rápidamente y donde los efectos de la crisis son menores, comparados con los primeros.

Desde el punto de vista de la búsqueda de comisiones, por ejemplo, las prácticas emergentes que han participado en  ATLAS of emerging practices procedentes de países del norte desarrollan una buena parte de los proyectos en su propio país (como por ejemplo en Luxemburgo, Noruega, o Dinamarca), o colaborando con unos pocos países fronterizos. Al contrario, muchas de las practicas emergentes del sur de Europa buscan comisiones fuera de su inmediato entorno, donde no hay suficientes oportunidades para todos.

Para el resto, las cuestiones relacionadas con la búsqueda de nuevas formas de financiación, comunicación y organización que se investigan a lo largo de toda la publicación son comunes independientemente del país.

¿Es en los países con mayor número de arquitectos per cápita donde se está desarrollando más proyectos?

Entre los países con más arquitectos se sitúa Italia, con alrededor de 150.000 arquitectos (más del 25% del total en Europa). España aparece en tercer lugar, con alrededor de 50.000. Italia y España no son países donde se desarrollan más o menos proyectos en comparación con los que tienen menos arquitectos, pero sí hay menos oportunidades de trabajo, comparado con otros contextos y países, como Inglaterra, Países Bajos, o Alemania, entre otros.

No creo sea una cuestión relacionada con la calidad de la formación que, en muchas ciudades del sur de Europa es de primer nivel. Creo que es una cuestión directamente relacionada con la cultura económica de cada país. Como comentaba anteriormente, en los países del norte de Europa, los más sólidos económicamente, hay más oportunidad para crecer y desarrollarse como profesional independiente.

Por ejemplo, entre los estudios que he mapeado en Holanda muchos no son holandeses. Son grupos de arquitectos que pertenecen a otros países y que ha encontrado las condiciones para desarrollarse autónomamente fuera de su país de origen.

Green Gallery YAP 2018 MAXXI Rome, by STUDIOD3R Credits: ©STUDIOD3R
¿Qué es un Borgo contemporáneo ? Comisión para el diseño de un nuevo asentamiento en Senago, Milán (IT), 2017 en curso. Concepto, diseño urbano y arquitectónico: Quinzii Terna Architecture (Chiara Quinzii, Diego Terna) Colaboradores: Fabio Casirati, Roberta Fiorentino, Giovanni Saputo, Enisa Selmanaj, Cris Skenderi

Uno de los puntos sobre los que incide ATLAS está relacionado con la terminología empleada para definir la propia práctica arquitectónica. ¿Hasta qué punto denominarse estudio u oficina de arquitectura determina la forma de trabajar? 

Parte de los contenidos que se presentan en ATLAS of emerging practices son el resultado de una encuesta que cuenta con la participación de 95 prácticas emergentes de 22 países ubicados en el territorio europeo. Una de las preguntas que lanzamos a lo largo del cuestionario, proponía a cada participante utilizar un término para definir su propia práctica.

Las respuestas han sido reveladoras: he descubierto que los términos utilizados para definir la propia práctica profesional son muy variados, y que a cada uno suele corresponder una forma organizativa diferente.

Por ejemplo, muchos utilizan la palabra oficina, a la que corresponde una jerarquía relativamente tradicional, con una o más personas al mando, los partners fundadores y un cierto número de empleados.

Otros términos son parecidos entre ellos, pero sugieren diferentes aproximaciones a la disciplina. Por ejemplo, taller sugiere un enfoque relacionado con la práctica artística. La palabra laboratorio indica una práctica enfocada en la producción y una investigación relacionada con los materiales. Mientras que estudio sugiere un enfoque teórico de la disciplina.

Otros términos indican de manera mucho más directa formas de trabajo cada vez más comunes, que han ido creciendo a lo largo de los últimos diez años, como por ejemplo colectivo o network.

Esta gran variedad de términos indica que hay muchas formas organizativas, que en la mayoría de los casos se reflejan en proyectos que toman forma de diferentes maneras y a través de procesos de realización muy variados.

Los arquitectos jóvenes no suelen ser los elegidos para proyectos liderados por la administración pública. Esto y la ausencia de financiación privada lleva a algunos profesionales noveles a autofinanciarse, lo que les permite más libertad en sus proyectos. ¿Cómo valoran esta situación los participantes en el estudio?

La crisis económica ha reducido drásticamente las oportunidades para desarrollar proyectos clásicos. Faltando los recursos y clientes tradicionales, muchos grupos han intentando desarrollar sus ideas sin la presencia de un financiador en las fases iniciales del proyecto, a veces exitosamente, otras menos.

Un caso interesante, por ejemplo, es el Luchtsingel, un puente proyectado por el estudio holandés ZUS que se ha podido financiar parcialmente gracias una operación de crowdfunding. Con ella se ha podido construir un primer tramo del puente.

Gracias a esta operación, ZUS ha convencido al ayuntamiento para financiar la segunda parte del proyecto, siendo el primer caso europeo de crowdfuding para la construcción de una infraestructura urbana.

En Bruselas, el colectivo Pool is Cool ha comenzado una campaña para sensibilizar a los políticos locales sobre la falta de piscinas públicas para los habitantes de la ciudad. Llevan algunos años promoviendo actividades sobre este tema, que han generado comisiones para instalaciones temporáneas en el espacio público que tienen como tema central el agua. El objetivo es poder construir la primera piscina pública abierta en la ciudad de Bruselas.

Hay muchos otros casos como estos que demuestran que es cada vez más común desarrollar proyectos sin la presencia de un cliente. Por lo menos en las primeras fases.

Los arquitectos han trabajado desde siempre a través de la herramienta del concurso de arquitectura, que sigue siendo muy útil y difusa entre los arquitectos de todas las generaciones. A partir del 2008, con la reducción de recursos económicos públicos, los concursos de arquitectura han disminuido, y entre los pocos interesantes, solo una mínima parte se lleva a cabo hasta la fase de realización. Es un proceso complicado, que requiere, además, largas esperas y recursos.

Crear las bases para realizar un proyecto sin un cliente de partida es prácticamente lo mismo que participar en un concurso de arquitectura, pero con un grado de libertad mucho más elevado.

OCEANO propuesta para una instalación temporal, Cascais, Portugal, by Office U67 Credits: © Office U67

En el libro se hace referencia a que vuestra investigación no trata de sustituir el actual modelo de formación de las universidades, pero sí servir de complemento al sistema educativo. ¿Qué carencias habéis detectado en las facultades de arquitectura de Europa? 

En el capítulo final se habla de la cuestión de la formación del arquitecto. En la investigación desarrollada a través de ATLAS of emerging practices hemos comprobado que muchos estudios de arquitectura confían en el concurso como herramienta para mover los primeros pasos en el mundo laboral.

Esta es, sin lugar a dudas, una herramienta muy útil porque permite ponerse a prueba, así como desarrollar tu proprio discurso, afinándolo siempre más. Hay muchos estudios que, cuando empiezan, no tienen ninguna comisión capaz de generar entradas económicas para sustentarse. Por eso se dedican a realizar uno o dos concursos al mes, invirtiendo tiempo y recursos personales.

Considero que el modelo del concurso, que se alimenta en la gran mayoría de las universidades de arquitectura, ha evolucionado muy poco, sin adaptarse a las condiciones del hoy en día. Antes de la crisis había más concursos de arquitectura, y las comisiones se distribuían entre más arquitectos.

El concurso de arquitectura es uno de tantos ejemplos que, creo, demuestran cómo las universidades han tenido dificultad en adaptarse a los cambios que han caracterizado estos últimos años en la profesión. No han sido capaces de ofrecer nuevas herramientas útiles para enfrentarse al mundo laboral.

Muchos de los estudios que han participado en la investigación denotan que hay una separación siempre más amplia entre la carrera universitaria y aquella laboral. Desde mi punto de vista, sería muy útil hacer un esfuerzo en esta dirección.

ATLAS se pone este objetivo: ofrecer herramientas útiles a estudiantes y arquitectos emergentes, sugiriendo caminos alternativos. Pensar en nuevos modelos de práctica, definiendo desde el principio la forma organizativa más adaptada a las características de cada persona: saber encontrar formas de financiación alternativas a las del concurso de arquitectura, invadiendo otros campos no necesariamente relacionados con la arquitectura; aprender a utilizar las redes sociales como herramientas para desarrollar el proyecto, y no solo para comunicarlo.

Son cuestiones que considero que deberían encontrar su espacio dentro de cada universidad de arquitectura. De esta forma, prepararían a los futuros arquitectos para enfrentarse al mundo laboral de una manera más consciente.

 

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