¿Cómo podrías comunicarte con alguien que no habla tu idioma sin utilizar un traductor online? Seguramente, además de los gestos, habrás pensado en recurrir al dibujo. Al fin y al cabo, como dicen, una imagen vale más que mil palabras y cuando estas no funcionan, cualquier expresión artística puede ayudar.
Al arte como herramienta de comunicación y de integración han recurrido Kat Andreeva, artista multidisciplinar e historiadora del arte, y Ariadna Herrero, periodista y mediadora cultural, las integrantes y fundadoras de Artebrije Studio. Esta organización sin ánimo de lucro lleva en funcionamiento desde hace un año y medio. Este curso han lanzado el programa Aula Kulturika en tres institutos de Zaragoza(el I.E.S. Avempace, en Picarral; el I.E.S. Ángel Sanz Briz, en Casetas y el I.E.S. El Portillo, en Delicias) y con el que pretenden fomentar la inclusión, la diversidad cultural y el empoderamiento de los jóvenes migrantes a través del arte.
En un principio, la mayoría de los proyectos de Artebrije Studio estaban orientados únicamente al alumnado extranjero de los institutos. Uno de ellos se llamaba Raíces Murales y su objetivo era acompañar a estos chicos y chicas en su proceso de adaptación e inclusión en España animándolos a tratar de explicar su vivencia y reflejarla artísticamente en un mural. Pero pronto se dieron cuenta de que era necesario incluir también al alumnado local para lograr esa integración.
Ahora ha evolucionado al programa Kulturika, que se desarrolla a lo largo del curso escolar. Así, en el primer trimestre, el colectivo inmigrante crea ese mural colectivo en el que cuentan su historia. Después, se unen los alumnos españoles, a los que previamente se les ha hecho una especie de trivial en torno a lo que ha quedado plasmado en el mural con el objetivo de que ellos vivan también, de alguna manera, la misma experiencia de sus compañeros recién llegados. Y en el último trimestre todos trabajan en otro mural colectivo. «Se trata de borrar esas distancias, que se perciban como una parte de un todo, que tienen un lenguaje artístico común que van a plasmar, al final, en una obra colectiva», explica Ariadna Herrero.
«Al final es sentirse incluidos —aclara, por su parte, Kat Andreeva—. De hecho, nuestro nuevo eslogan es “Empoderar, conectar y transformar”. Define muy bien nuestro proceso porque primero empoderamos a las personas migrantes; después conectamos a ambos colectivos para, al final, transformar el mundo». Porque eso es lo que quieren las dos creadoras de Aula Kulturika: una sociedad más abierta, más inclusiva y más diversa.
En realidad, todo parte de la propia experiencia personal de las dos promotoras del proyecto con la migración. Kat Andreeva es búlgara y llegó a España cuando tenía 11 años. Sin saber nada del idioma de su país de acogida, la única posibilidad que tenía de comunicarse con sus compañeros mientras aprendía español en un aula específica en su instituto era a través del dibujo, algo que a ella siempre se le dio bien. De esta manera, Andreeva encontró una vía de integración que, de alguna manera y posteriormente, marcaría su camino.
Esa misma sensación de estar fuera de lugar, volvió a sentirla años después, cuando se marchó a vivir a Inglaterra y París. Algo parecido le ocurrió a su amiga Ariadna Herrero, a quien había conocido en la universidad, cuando estuvo de Erasmus fuera de España. «En los últimos tiempos, hemos explorado ese proceso migratorio que también se puede vivir en el propio país», comenta Herrero.
«No hace falta haber tenido que irte fuera y haber vivido un trauma para comprender lo que es sentirse fuera de lugar, lo que es no estar con tu familia, con tus amigos, o adaptarte a una rutina nueva. Yo pensaba en mis padres, ellos nacieron en el pueblo, y siendo pequeños vinieron a la ciudad. A mí me siguen contando historias de cómo era su vida antes y cómo fue a partir de entonces. Y por eso empezamos a explorar esa parte de acercar la experiencia migratoria a todas las personas. Buscamos que puedan empatizar y generar esos puentes».
La idea surgió cuando Kat entró a hacer unas prácticas relacionadas con su carrera artística en el centro cultural comunitario La Harinera ZGZ, gestionado por el Ayuntamiento de Zaragoza, la asociación de vecinos del barrio San José y el colectivo Llámalo H. Ese enfoque hacia lo social y la comunidad cambió el chip de la joven búlgara, que hasta ese momento había pensado trabajar en el sector de las galerías de arte o como crítica. Y al compartir con su amiga Ariadna lo que estaba viviendo allí, decidieron poner en marcha este proyecto.
«Planteamos el arte desde un punto de vista muy democrático, muy abierto», comentan las gestoras de Artebrije Studio sobre la metodología que emplean para trabajar con los chavales en su proyecto. Lo primero, afirman, es generar ese espacio de confianza para que las personas que participan pierdan el miedo a dibujar, y lo hacen valorando su aportación artística, sea cual sea su habilidad con el lápiz y el pincel. «Muchas veces, cuando empiezan a dibujar, se sienten inseguros y dicen que no saben. Nosotras intentamos acompañarlos en ese proceso y hacerles entender que toda forma de arte es válida».
«Lo que queremos es que el arte sea una herramienta accesible para todo el mundo y transformadora. Creo que es una cosa muy visual, y todos somos muy visuales hoy en día. No necesitas del propio idioma para poder comunicarte, que es lo que le pasó a Kat cuando llegó», opina Ariadna Herrero. Pero no siempre es fácil. Para algunos de estos alumnos la barrera del idioma es un obstáculo a la hora de comprender lo que se les pide hacer.
«Durante el proceso, nuestras herramientas son el arte y el español, que es lo que están tratando de aprender —aclara Herrero—. Como alguno tiene más conocimiento y otros menos, intentamos adaptarnos a la realidad del grupo. Pero intentamos que la comunicación sea en español para que vayan haciendo oído». Lo bueno, asegura, es que al estar en un grupo donde todos están intentando hablar un idioma, no tienen tanta vergüenza a poder expresarse en castellano. «Y si hay dos personas del mismo país donde una habla un poco mejor que otra, se ayudan entre ellos —matiza Kat Andreeva—. Lo interesante es que cada día es diferente, porque te pueden hacer preguntas que no sabes explicar con una imagen.
«Tenemos un proceso bastante adaptativo y flexible, aunque sabemos que debemos pasar por diferentes hitos. Por ejemplo, en Raíces Murales, sabemos que tenemos que pasar por la primera parte de los diseños o dibujos individuales; por la parte del aprendizaje de color, después de cómo hacer un diseño conjunto…», concluye Herrero.
A través de preguntas que van lanzando, buscan que los chavales de Aula Kulturika piensen en imágenes que son significativas para ellos y que les representen. Desde las más sencillas (¿dónde vives?, ¿de dónde vienes?, ¿qué hay en tu pueblo?) a otras que vayan más encaminadas a conseguir respuestas más personales que sirvan para comunicar a sus compañeros locales la realidad que viven y lo que son. No se trata de que dibujen cosas al azar relacionadas con sus países de origen, sino algo que esté relacionado con su experiencia vital.
La temática, cuentan las dos artífices del proyecto, es variada. Unas veces son cosas amables y otras surgen de la necesidad de estos chicos y chicas de contar la situación difícil y trágica por la que atraviesa su país natal. «Intentamos generar esa conciencia de que sí son narrativas interesantes, válidas y que se pueden expresar a través del dibujo».
Aula Kulturika se ha puesto en marcha este año con la financiación que reciben del Ayuntamiento de Zaragoza y de la Fundación Nadine. La intención de Andreeva y Herrero es expandir el proyecto a más institutos y colectivos, ampliarlo a otras comunidades autónomas e incluso adaptarlo a otros ámbitos.
«Estamos buscando darle estabilidad y ver si podemos llevar nuestra metodología y nuestros procesos al ámbito empresarial. Creemos que ahí hay una necesidad que podemos cubrir», comenta Kat. También ahí hay equipos diversos que podrían trabajar la integración a través del arte. Y con su financiación, en el caso de conseguirla, podrían cubrir también los gastos para mantener el proyecto en el ámbito escolar, ya que los alumnos que participan en él lo hacen de manera gratuita.
Pero es difícil, explican, más cuando solo son dos poniéndolo en marcha. Este año, sin embargo, han empezado a colaborar con ellas otras personas y organismos. Gracias a la alianza que han firmado con un centro de formación audiovisual de su ciudad, Zaragoza, podrán grabar un documental que estrenarán el próximo verano donde se muestre todo el proceso que realizan con las aulas de español de los tres institutos donde han puesto en marcha Aula Kulturika.
«Al acabar los proyectos, hacemos una exposición, porque creemos que es una manera de recoger todo el proceso creativo en un ámbito totalmente distinto, más institucional; que los chavales conozcan otro espacio, que puedan venir con sus familiares, con sus amigos, que conozcan a otra gente que también va a ver la exposición. Y al verlo desde fuera, cuando te ves en un documental o en una exposición, la experiencia es distinta porque ya ves esa valoración que hay. Ya no es solo tu proceso y lo que estás viviendo, sino lo que otros están contando de ti», explica Ariadna Herrero.
«El documental va a ser una forma muy visual, como nosotras, de entender qué es lo que hacemos. Y poder llegar a más personas», corrobora Kat Andreeva. En cualquier caso, lo que ambas pretenden es que quien entre a colaborar con ellas sienta suyo también el proyecto, que se sienta parte del equipo. «Es un proceso que hay que cuidar mucho porque, al final, estamos trabajando con personas vulnerables. Y para cuidarlo, tienes que sentir que es tuyo», concluye Andreeva.