Y tú más: ¡Bastardo!

Aunque parezca sorprendente, que te llamaran bastardo en la Edad Media era simplemente una especificación más de tu nombre y tu origen, y así lo plasmaban los cronistas de la época con el fin de diferenciar a los hijos habidos dentro o fuera del matrimonio -pero hijos al fin y al cabo-, en especial si a tu padre le llamaban “Majestad”. Llámame bastardo y dame un trono. No está muy clara su etimología. El diccionario de la RAE nos dice que proviene del francés antiguo bastart y hace referencia a algo “que degenera de su origen o naturaleza”. Y aplicado a los hijos, designa a aquellos nacidos de “unión ilícita”. Más probables etimologías: la palabra germana bansti, que significa ‘granero’; o el francés bât (albarda), ya que existía la expresión ‘fill de bât’ (hijo/a de la albarda), que deriva a su vez del latín bastum, que viene del verbo bastare (llevar), y que está presente en la voz española ‘basto’.

O sea, que si te decían que provenías de un granero (bansti) estaban dando a entender que tu padre y tu madre tuvieron algún que otro revolcón entre las pajas y tu nacimiento fue el colofón a tanto ardor campestre. Si a esto sumamos otra posibilidad etimológica como la de atribuir el origen de bastardo a bât (albarda), además de retozar en graneros uno de tus progenitores usaba albarda. Y si usaba albardas, es muy probable que fuese arriero. La albarda, para los que no sean muy de campo, era un aparejo usado para los animales de carga y que formaba como una doble almohada rellena normalmente de paja, que se colgaba sobre el lomo del animal, estaba hecha con materiales bastos (bastum) y servía para llevar (bastare) la carga. Ya vemos que todo encaja como en un puzzle sideral.

Parece lógico pensar que, además de en un granero, el coito fuera realizado sobre el lomo del mulo o caballo en cuestión, por aquello de estar blandito y por la urgencia del deseo. Si era un quiqui de esos de aquí te cojo, aquí te mato, qué mejor que a lomos del burro para no perder tiempo y seguir camino una vez finalizada la faena. Un inciso: señores moteros, ya ven que está todo inventado… Y que de aquellas mulas vienen estas motos.

Sigamos. De todo esto podemos concluir dos cosas: que en la Edad Media parecía muy común que las mozas retozaran a sus anchas con los arrieros que pasaban por allí. Como lo del condón aún no estaba inventado, lo más probable es que de aquellos lances amorosos las jóvenes en cuestión salieran embarazadas. Y que atendiendo al oficio de tu padre, a la nobleza del mismo (entendiendo ‘nobleza’ como título, no como cualidad) y al lugar donde fueras engendrado, podías ser un bastardo (tu padre era un señor) o un hijo de puta (vienes de baja cuna), como recuerda Pancracio Celdrán en su Inventario general de insultos. Ya veis, siempre ha habido clases.

Otros estudiosos, redundando en esta idea de no saber quién era el progenitor, (como el Padre Guadix mencionado por Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana o española), creen que la palabra viene del arabismo baxtaridú, que significa “el que quisieres”. Así que podías elegir padre entre la amplia ristra amorosa de tu madre. Todo un lujo para aquellos que no estaban muy orgullosos del que les había tocado oficialmente. El caso es que la honra de la madre, en todos estos casos, no quedaba muy bien parada.

Covarrubias nos indica también que otro origen de la palabra podía ser burdus, que aludía al hijo del caballo y la borrica, lo que vino a ser bustardus y de ahí pasó a ‘bastardo’. Ya tenemos de dónde viene eso de “degenerar su origen o naturaleza”.

Y la última corriente etimológica la hace provenir de la palabra alemana boestart, ‘de mala sangre o mala ralea’. Que es otra de las acepciones que tiene nuestra palabra y cuyo uso hoy en día vaya más por este sentido de mala baba que aludiendo a tu linaje. Así pues, cuando te llamen bastardo, o te lo tomas en sentido medieval y muestras con orgullo tu blasón (no es coña, hay quien se apellida Bastardo y lo tiene muy a gala), o harás bien en cabrearte como una mona.

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