Algunas de las actrices más hermosas del cine —según el consenso popular e histórico— no se ajustaron a los cánones sociales del momento. Son bellezas icónicas… imperfectas. Al menos lo son para su tiempo y, a pesar de ello, triunfaron entonces como actrices e iconos de belleza. Otras bellezas son imperfectas para nuestros días y aun así siguen inspirando al cine, la televisión y la moda.
LA BELLEZA CLÓNICA DEL FUTURO
Imagina una tienda en la que puedes comprar qué cuerpo te gustaría lucir. Los dependientes te muestran vídeos de mujeres o de hombres como en otras tiendas mostrarían camisetas o zapatos. Una dependienta te dice: «Creo que el número 12 te quedaría bien, y ahora se lleva mucho».
Escoges el 12, para qué pensar más. Elijas el número que elijas, te quedará bien. Entras en una máquina que cambia tu cabello, tu rostro y tu cuerpo para convertirte exactamente en una réplica del número 12. Después del tratamiento te miras en el espejo y no te reconoces en absoluto: ves un cuerpo y un rostro idéntico al que tienen 300 millones de personas.
Tu cuerpo es un producto como una camiseta o unos pantalones. Para que te distingan de otras personas similares a ti debes llevar tu nombre impreso en la ropa, que también es idéntica a la que llevan miles de millones de personas. Y tu pensamiento cambia: no puede haber pensamiento disidente en cuerpos homogéneos. Pero ya no te importa.
Ese futuro lo pinta La dimensión desconocida en el episodio La número 12 se parece a ti (Number 12 Looks Just Like You), emitido en 1964, basado en un relato del escritor Charles Beaumont de 1952 que adaptó él mismo para televisión.
El futuro que propone La dimensión desconocida hace tiempo que es real. Basta observar el efecto de la cirugía estética en Hollywood: actores y actrices parecen miembros de la misma familia más que extraños. Es el resultado de pasar por las manos de cirujanos que parecen más interesados en dejar constancia de su autoría que afinar los rasgos de sus clientes.
Pero realmente La dimensión desconocida no miraba al futuro. Como toda ciencia ficción miraba al presente del público. Rod Serling presentó así el episodio La número 12 se parece a ti: «Retrato de una joven enamorada de sí misma. ¿Imposible? Quizás. Pero en una era de cirugía plástica, culturismo y una infinidad de cosméticos, dudemos en decir imposible».
Aun así, el Hollywood de los años 60 rompió los cánones de belleza establecidos hasta entonces. Estaba acabando el reinado de la belleza clásica representada aún por actrices como Janet Leigh o Tippi Hedren o Suzy Parker, hoy olvidada, pero que fue considerada «la mujer más bella del mundo» por el diseñador Christian Dior.
LA MUJER MÁS BELLA DEL MUNDO Y LOS BEATLES
Parker representaba el prototipo de belleza en La número 12 se parece a ti. Ella era la número 12. La actriz Collin Wilcox (la hija del granjero en Matar a un ruiseñor) era la protagonista: una joven que se niega a someterse a una operación para ser «una más».
A Parker no le importó interpretar a una mujer que secuestra a su amiga para someterla a una innecesaria operación de cirugía estética. Era también una crítica a lo que ella misma representaba: una aspiración para millones de amas de casa.
Parker tenía un tipo de belleza que recordaba al de las divas del Hollywood de los 40 como Rita Hayworth o Lana Turner. Llegó a ser tan famosa como en los 90 lo fue Claudia Schiffer antes del declive de las supermodelos. Tanto que Los Beatles le dedicaron una canción para el álbum Let It Be (1970) con el evidente título de Suzy Parker. Una canción poco conocida que censuró la BBC porque daba lugar a malentendidos sexuales.
LAS DOS MUJERES REALES MÁS ICÓNICAS DE TODOS LOS TIEMPOS
Aunque Suzy Parker era la modelo más famosa del mundo (no tanto como actriz), lo cierto es que en los 60 no había un canon de belleza único. Suzy Parker representaba una belleza clásica, pero frente a ella había otros cánones femeninos como Marilyn Monroe y Audrey Hepburn que aún perduran.
Según declaró hace unos años Louise Górczewska, directora de Getty Images, «si consideramos las imágenes vendidas, Marilyn Monroe solo rivaliza con Audrey Hepburn como ídolo femenino en nuestro top 10».
MARILYN MONROE Y LA PIEL DE MELOCOTÓN
El primer representante de Monroe dijo de ella: «Es gordita, pero con una belleza especial».
Monroe ejerció como modelo, pero no estaba considerada como un prototipo de belleza por las casas de moda. Tampoco era la favorita de los directores de prestigio, exceptuando a Billy Wilder.
Hitchcock confesaría a Truffaut que nunca consideró a Marilyn Monroe para una de sus películas porque no tenía «la belleza sofisticada que requiere el suspense».
Billy Wilder, que dirigió a Marlyn en La tentación vive arriba y Con faldas y a loco, dijo que la actriz tenía una rara cualidad que solo poseían tres o cuatro intérpretes: «parece tan real que puedes alargar la mano y tocarla».
Fotógrafos de Hollywood comentaron que uno de los secretos de la belleza de Monroe era su vello facial: el rostro parecía brillar por sí solo cuando recibía la luz de los focos o los flashes de los fotógrafos.
Marilyn se tiñó de rubio y se sometió a una operación de nariz para contentar a los productores, pero se negó a deshacerse del vello del rostro. Esto sería impensable hoy. En los cortes publicitarios de la televisión nos topamos con cremas y aparatos para que las mujeres se deshagan del vello facial. No por esto Marilyn ha dejado de ser considerada un icono de belleza.
AUDREY HEPBURN Y LA DELGADEZ DE UNA SUPERVIVIENTE DE LA GUERRA
La belleza de Audrey Hepburn iba a contracorriente de lo que demandaba el cine en la década de los 50 cuando comenzó su carrera. Tras la Segunda Guerra Mundial, el cine quería que el público olvidara las tragedias a través de la grandilocuencia, las pantallas grandes, el color exagerado y la voluptuosidad femenina. El cine quería que la audiencia no recordara las penurias de la guerra, como el hambre canina.
A mediado de los 50 destacan actrices como Marilyn Monroe, Jane Mainsfield, Sophia Loren, Gina Lollobrigida, Diana Dors, Kim Novak, Brigitte Bardot, Anita Ekberg y Sara Montiel, que encandiló a Hollywood como guerrillera mexicana en el wéstern Veracruz (1954) junto a Gary Cooper y Burt Lancaster.
Audrey Hepburn tenía un cuerpo menudo y sin curvas. El cuerpo de una superviviente de la ocupación nazi de Holanda. En los peores momentos comió harina de tulipán. Tanta era su hambre que miraba pasar los trenes que transportaban comida para los nazis.
Hepburn tenía el pelo corto frente a las melenas onduladas de las divas de Hollywood, lo cual la mostraba aún más frágil. Las cejas, demasiado gruesas para la época —y que ella mandó resaltar con maquillaje—, la hacían parecer una niña precoz y asalvajada, como su personaje en Desayuno con diamantes (1961).
Y con todo esto, era elegante incluso con ropa de andar por casa. Por esto Hitchcock quiso trabajar con ella en No Bail for the Judge, cuyo guion escribió Samuel A. Taylor, guionista de Sabrina y Vértigo. Distintos contratiempos hicieron naufragar el proyecto y Hitchcock no quiso sustituir a Hepburn porque solo veía la historia con la actriz inglesa.
JANET LEIGH
Quizá Hitchcock remató la belleza clásica matando a Janet Leigh en la ducha en Psicosis (1960).
Leigh había alcanzado la fama como actriz en los 50 encadenando producciones, con frecuencia, menores, pero hasta los 60 no alcanzó el reconocimiento por su talento interpretativo. Dos años antes de Psicosis, Leigh fue requerida por Orson Welles para Sed de mal, una película con la que el director de Ciudadano Kane esperaba ser perdonado por Hollywood. (Un perdón que no llegó). De manera que Leigh estaba bien considerada en la industria del cine y el público masculino y femenino la adoraba. Por esto, los colaboradores de Hitchcock temían la decepción de la audiencia por la muerte de la actriz en la primera parte de Psicosis.
La actriz Norma Shearer, que descubrió a Leigh, dijo años después: «Janet Leigh triunfó gracias a su talento y a su sonrisa natural». Una sonrisa tras la que Leigh escondía lo que hoy sería considerado un defecto en una actriz: uno de los incisivos inferiores estaba detrás de los demás. Un pecado estético en el Hollywood de hoy de dentaduras de diseño y blanco níveo.
Hitchcock, que era un esteta, no consideró que los dientes desalineados de Leigh fueran un impedimento. La actriz se ajustaba a su canon de belleza para el suspense: elegancia, aparente fragilidad y cierta actitud distante.
En algunos momentos de Psicosis, Leigh parece consciente de sus dientes y sonríe tímida con la boca cerrada. Pero también podría ser una actitud del personaje. En cualquier caso, cuando Leigh es asesinada en la ducha no tiene reparos en gritar con la boca bien abierta, mostrando los dientes desalineados en los primeros planos.
El grito de Leigh es una imagen aún bastante conocida que inspira incluso a jóvenes artistas plásticos. La fotografía del momento puede comprarse enmarcada en algunos grandes almacenes para decorar salones estilo nórdico o japonés.
RAQUEL WELCH
En 1966, Raquel Welch se paseó con «el primer bikini de la humanidad», como decía la publicidad de la película Hace un millón de años, que mostraba el improbable encuentro entre personas y dinosaurios.
Con Welch nació otro modelo de mujer: no tenía la cintura de avispa ni un rostro con rasgos delicados: era una mujer con un aspecto atlético, que por su porte parecía medir dos metros aunque solo tenía 1,68 de estatura. A pesar de que el ideal de belleza estaba cambiando, el cine prefería aún a las mujeres de aspecto frágil o voluptuoso.
Después de Hace un millón de años, Welch interpretó a espías, pistoleras, vengadoras… «Rompí el molde de la rubia lánguida de tocador», escribió la actriz en su libro de memorias Beyond the Cleavage (2010). Se vanagloriaba de ser una Clint Eastwood sin puro, pero tenía motivos: realmente fue así. Welch abrió el camino de las heroínas de acción de los 70 y los 80 a pesar de que la comedia romántica de los 90 intentó que las mujeres solo pensaran en tener marido.