Los barrenderos que montaron una biblioteca con libros de la basura

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Entre la obsolecencia programada y el consumo compulsivo, la sociedad actual genera más desechos de los deseables. Se tiran impresoras, ordenadores, electrodomésticos, muebles y hasta libros.

Con esos libros que las personas tiran a la basura se podría montar una biblioteca o, mejor dicho, se puede montar, pues eso es lo que han hecho justamente los basureros de Ankara.

Situada en una fábrica en el barrio de Çsankaya de la capital turca, la biblioteca está compuesta por libros y revistas que los operarios del servicio de limpieza encuentran durante sus jornadas laborales.

Aunque el local ha sido cedido por el Ayuntamiento de Ankara, el hecho de que los principales donantes y gestores del lugar fueran los barrenderos hizo que, en un primer momento, los libros solo se prestasen a ellos y sus familias. Sin embargo, al correrse la voz, muchos ciudadanos han donado los volúmenes que no desean. Un acto de generosidad que ha permitido flexibilizar esas normas.

Ahora, y gracias al gran volumen de ejemplares salvados (casi 5.000 catalogados y más de 1.500 a la espera de serlo), la biblioteca ha abierto sus puertas a particulares, colegios e incluso ha puesto en marcha programas de préstamos a asociaciones sin ánimo de lucro o centros penitenciarios.


Además, el hecho de haber sido creada por operarios que trabajan por la noche, ha convertido a esta en la biblioteca con el horario más amplio de toda Turquía: desde primera hora de la mañana hasta las 5:30 de la madrugada. De esta forma, los trabajadores pueden pasar por la biblioteca para tomarse un café, hacer un descanso durante la noche o sacar algún libro en un horario acorde con sus rutinas laborales.

La iniciativa de los barrenderos y el Ayuntamiento de Ankara se suma a otras como la de José Alberto Gutiérrez, un colombiano que, hace más de 20 años, decidió montar una biblioteca en Bogotá con los libros que encontraba en la basura.

La idea surgió cuando Gutiérrez, también operario de limpieza, encontró durante una de sus jornadas laborales un ejemplar de Anna Karenina de León Tolstoi. Desde entonces, este hombre ha recopilado más de 20.000 libros que presta de forma gratuita en su biblioteca, a la que ha llamado La fuerza de las palabras.

En un primer momento, La fuerza de las palabras solo tenía una sede situada en el barrio de La Nueva Gloria. Ocho años después de iniciado el proyecto, Gutiérrez tiene ya cuatro más y su idea es ampliar el número. Para ello, propone a familias de barrios humildes que habiliten un lugar en su casa como biblioteca y que se encarguen de gestionar los préstamos entre sus vecinos. A cambio, Gutiérrez y su equipo se compromete a llevar las estanterías y llenarlas de, al menos, 1.000 ejemplares.

El público que acude a las bibliotecas de Gutiérrez suelen ser habitantes de barrios vulnerables, pero también han realizado colaboraciones con escuelas de la zona e incluso con miembros de las Farc comprometidos con el proceso de paz y desarme iniciado en Colombia. Unas actividades que se complementan con la organización de talleres para niños de los barrios en los que están ubicadas.

Aunque más humildes y menos organizadas que las de Ankara y Bogotá, en Madrid también es posible encontrar una iniciativa parecida. Se trata de las bibliotecas populares ubicadas en diferentes puntos del parque del Retiro.

Estas bibliotecas son, en realidad, unas estanterías de ladrillo y azulejos en las que la gente deposita los libros, periódicos y revistas que no quiere conservar para que sean disfrutados por los visitantes del parque. Algunos los leen mientras pasan el rato y los devuelven después antes de regresar a sus casas. Otros se los llevan sin necesidad de poner otro a cambio. Cualquier opción vale. La idea es compartir el placer de la lectura.

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Yorokobu es una publicación hecha por personas de esas con sus brazos y piernas —por suerte para todos—, que se alimentan casi a diario.
Patrick Thomas

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