Desde la época de la Bauhaus y la Deutscher Werkbund, arquitectos y diseñadores industriales han querido dejar su marca en el mundo. La manera de hacerlo era diseñando una silla propia, una pieza que se volviera icónica y provocara las admiración de los colegas. Pero algo ocurrió y los innovadores abandonaron la búsqueda del asiento ideal –como la silla Barcelona o la Eames— y de repente se pusieron a diseñar bicicletas. Si los 50 son los nuevos 40 y el naranja es el nuevo negro, la bici es la nueva silla.
La bici no solo se ha vuelto un gran negocio, sino un objeto de deseo. «La bicicleta es el producto de diseño más importante de todos los tiempos», declaró el crítico de arquitectura y diseño del Sunday Times. Y si el aspecto visual siempre ha sido importante, hoy es fundamental. Por eso cuando los diseñadores ponen en marcha las neuronas lo hacen pensando precisamente en esos términos.
Sin ir más lejos, bicicletas con bisagra ha habido siempre. De hecho, las viejas plegables de nuestras tías hoy son piezas de colección. Sin embargo, los nuevos modelos no solo se doblan en dos para entrar en el coche, sino que son una suerte de transformers que caben hasta en el compartimiento de equipaje de EasyJet.
Pero a veces los innovadores se dejan llevar y olvidan que lo que acaban de crear ha resultado feo, inútil o ambas cosas. Tal es el caso de la Dubike, un vehículo que se pliega como una garza de origami, pero también daña la sensibilidad. La diseñó un estudiante de la Universidad de Bialystock y fue escogida entre 35 proyectos. Andy Warhol debe de estar preguntándose: «Si eligieron ese, ¿cómo eran los otros 34?».
Algunos modelos en etapa de industrialización han logrado dar con la delicada armonía entre estética y utilidad. Por ejemplo, la Smooth Hound no se pliega tanto como para entrar en un monedero, pero su construcción es sólida, tiene buen diseño y materiales de calidad. Y esa es la meta: el equilibrio. Pero como sucede en la alta costura, no todo lo que surge del tablero pasa al mundo real.
Las e-bikes son otro nicho en el que los creativos fantasean a sus anchas, combinando diseño y tecnología. La bici eléctrica Apollo tiene batería y además es plegable; un modelo ideal para los fanáticos de La guerra de las galaxias o los ordenadores Mac. Si se fijan bien, verán que hasta tiene un portasmartphone con la app correspondiente.
Pero los modelos más populares siempre son los de toda la vida, los que surgen en la mente cuando uno piensa «bicicleta». No son tan originales y tampoco provocan conversaciones acaloradas, aunque sus amigos al menos confirmarán que usted tiene un gusto refinado por las líneas clásicas. Al otro lado del espectro están los diseños que causan revuelo pero que nadie compra a no ser que viva en Silicon Valley, como la bicicleta de cartón. Y aunque sea triste decirlo, hay buenas intenciones que simplemente huelen a fracaso.
Y después están el diseño concept. Lo concept es la comida molecular del mundo del ciclismo: el laboratorio donde se supera el límite de lo conocido y se pasa a terra incognita. De la mano de esos visionarios llegan las concept bikes como la EBIQ, cuyo cuadro rectangular sirve para guardar el ordenador portátil y cargarle la batería. La EBIQ no es bella ni aerodinámica, y ni siquiera es una bicicleta.
También hay ocurrencias como la Mikecycle, inspirada en el jugador de baloncesto Michael Jordan. Hay gente para todo. Incluso la hay para lo estrambótico y lo ridículo, como es el caso de Fliz, un velocípedo alemán que no es eléctrico, no se pliega y carece de pedales. Por suerte, todavía tiene frenos. Ojalá a Javier Mariscal no se le ocurra una bici con orejas, como la Silla Garriris. O peor, una concept bike inspirada en Cobi.
Si han hecho clic en el primer link, habrán podido calcular cuántas bicicletas se manufacturan en el mundo por minuto. En 1965 se fabricaban 20 millones de bicicletas y un número similar de coches. En el año 2000, la cifra de bicis ya había ascendido a 100 millones, mientras que la producción de automóviles se había estancado en los 40 millones de unidades. A estas alturas, la cifra ya se ha salido del gráfico.
Por eso, en la actualidad hasta compañías automotrices tan dispares como BMW y Chevrolet se han atrevido a producir bicicletas en masa. «El cliente típico quiere el logotipo de la marca famosa en el cuadro», explica el editor de Bicycling. «Lo que ese cliente no comprende es que en algunos casos está comprando un objeto único y de vanguardia». Seguramente se refería a Mercedes Benz y a Porsche. Porque las bicicletas de Chevrolet provocan tristeza, y si quieren sufrir, aquí va el link. Las de BMW parecen salidas de Flash Gordon y, sinceramente, no sé sabe qué quieren comunicar.
Como ocurrió antes con el mobiliario, hoy estudios y diseñadores están convencidos de las inmensas posibilidades de la bicicleta como producto industrial. Saben que puede abrirles las puertas a la innovación y al dinero. Con un poco de suerte, esta nueva generación recibirá premios, venderá diseños originales y quizá hasta patente soluciones de ingeniería que se utilizarán durante años.
Lo cierto es que la vieja silla de diseño, la que tantos nombres ha inmortalizado, ya no es garantía de éxito. La silla exclusiva ha sido derrotada por el humilde sillín.
Robert Egger Fuci concept bike
Las bicicietas de la Chevrolet me han sacado una sonrisa, que en el intento no han fallado, se conservaron minimalistas y pareciera que solo invirtieron en muchas calcas con su nombre, pero está bien si así llegan al cliente por un mundo más saludable es mejor inclinarse por algo que se conoce que aun por algo por conocer, pero claro sin cerrarse las puertas.
Dar seguimiento a las nuevas propuestas y como para lo que fueron hechas, no detenerse hasta llegar a la meta.
Saludos y buen artículo.