Biznaga: «Ya que no podemos esperar nada, vamos a actuar ya»

El grupo afincado en Madrid publica su quinto disco, 'Ahora’, donde sigue la senda musical del anterior y repite los temas que más afectan a la sociedad, como el acceso a la vivienda o la salud mental.
10 de octubre de 2024
22 de octubre de 2024
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Biznaga Ahora

El momento es ya. Basta ya de mirar atrás o de fantasear con el futuro. Nada más urgente que el presente. Es lo que claman los componentes de Biznaga en un alarde de epicureísmo y, a la vez, de rabia contra esa tendencia a olvidarnos de vivir sin pensar en el qué pasará o sin las rémoras del pasado. El grupo afincado en Madrid, pero con raíces malagueñas, reivindica ese carpe diem en su disco ¡Ahora!, que se ha publicado recientemente bajo el sello independiente Montgrí.

Y es curioso, porque la banda no se caracteriza precisamente por el optimismo o la celebración del hedonismo. Sus letras suelen apuntar a los males de la sociedad, a los fallos del sistema. En este caso, sin embargo, gana la esperanza al desencanto. Las canciones siguen la senda de Bremen no existe (2022) y lucen unas melodías más suaves, pasando del punk desgarrado de sus primeros trabajos a un tono menos punzante.

Biznaga Ahora

Quizás esa lija en el estilo les ha procurado más seguidores. También ha conseguido que su mensaje se propague y que sean estandarte de la música combativa. Esta elección no ha alterado, en cualquier caso, su filosofía: Biznaga sigue fiel a su compromiso como exponentes de una generación que se enfrenta a la precariedad, a la incertidumbre, a la resignación.

Que ha mamado el mantra de la cultura del esfuerzo o de la meritocracia para terminar rogando por un contrato indefinido en un puesto de menor cualificación. También se mantienen firmes ante su condición de grupo de salas, no de festivales, y de bolos gratuitos en festejos o convocatorias de apoyo a ciertas causas.

 

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«Sí que es verdad que con Bremen el proceso de cambio se aceleró y abrió más horizontes —respalda Jorge Navarro, bajo y letrista—. Pero es que las canciones y los géneros van yendo por territorios que no conoces. El único requisito a la hora de hacerlo era que estuviéramos conformes», explica el miembro más mayor de Biznaga. Según aclara, parte de esta deriva procede de retirarse complejos hacia el pop y de avanzar hacia una depuración del sonido y de las letras.

Unas letras que también varían con respecto a la producción anterior. Si en los cuatro discos previos —que van desde Centro dramático nacional, de 2014, hasta el mencionado de 2022— tiraban de metáforas o de estribillos lanzados al aire con una aparente inconexión, ahora se han vuelto menos abstractos. «No hemos renunciado a formas poéticas, pero hay imágenes muy sencillas, muy vívidas, que te llevan a lo que quieres representar», aduce Navarro. Los textos, añade, son más directos, sin tantos rodeos.

Aunque eso no signifique una pérdida de profundidad o una simplificación de los asuntos que tratan. Biznaga sigue radiografiando la sociedad actual y hurga en los principales problemas de un conjunto poblacional que, según indica Navarro, no tiene un margen acotado.

«Creo que los temas que abordamos son intergeneracionales; pueden ir desde los más jóvenes hasta una o dos generaciones por encima», puntualiza Navarro. Esto lo corrobora la propia variedad de la banda. Los cuatro miembros tienen distintas edades: desde sus 41 años hasta los 20 del guitarrista Torete, los 29 del batería Jorge Milky o los 39 de Álvaro García, voz y guitarra.

Biznaga Ahora

¿Cuáles son esos asuntos que engloban a ese gran número de personas? El acceso a la vivienda, la precariedad laboral, la salud mental o la pérdida de vínculos sociales. «Son un vector que une a mucha gente», señala Navarro. Lo principal, remarca el letrista, es la vivienda. Sobre esta necesidad orbita el resto. «Es una cuestión esencial que influye en todo. El problema es que se ha convertido en un objeto de disputa. Ha pasado de ser algo esencial a ser un bien de mercado. Y no basta con legislar, sino que tiene que haber una oposición real, incluso radical, a la hegemonía del sistema de mercado», sostiene.

Navarro cree que hay que romper con el paradigma del consumo y el beneficio continuo como método para aliviar el resto de facetas existenciales. Esa obsesión por la productividad o ese afán por el provecho conllevan el aumento de enfermedades de salud mental o la explotación laboral. En La gran renuncia, uno de los singles, se centran precisamente en eso.

«Parece que el título es por ese movimiento que decían que había después de la pandemia, cuando la gente dejó su empleo para vivir mejor, pero en realidad es porque la gran renuncia es haber aceptado la noción más tóxica del trabajo, por asumir esa necesidad de ubicuidad, de estar siempre disponible», lamenta.

Bajo estas coordenadas, apunta Navarro, lo normal es engendrar una sociedad atiborrada de ansiolíticos o con gurús de la riqueza económica inmediata. «Si esa fórmula del estado del bienestar se cae, afloran otras como los perfiles del emprendedor, con retóricas individualistas y ligadas a la masculinidad testosterónica más tóxica», critica quien incide a lo largo de la charla y de sus estrofas en nombrar los medicamentos más consumidos o las inmobiliarias y grandes fondos de inversión que se apropian de las ciudades.

Biznaga apela a las preocupaciones del día a día. Entroncando la tradición de bandas combativas, se aleja de la protesta revolucionaria para fijarse en lo próximo, en lo doméstico. «No hace falta apuntar a lo más grande. Nosotros hablamos de cosas cercanas, de dignidad. Y eso es tu calle, tu barrio, tu trabajo, tu casa o tu ansiedad», afirma el letrista. Como exponentes de esta postura están las canciones sobre la amistad o los afectos. Los miembros de la banda defienden esa unión o red entre iguales como un sostén y como una fuente de dicha.

Tampoco se cortan al hablar de amor desde un punto de vista emocional, como algo generoso y altruista. Y como motor para mejorar el mundo, aunque suene naif. Pero su empresa fundamental es ese ahora con el que denominan el disco. «En los otros, había un diálogo entre el pasado y el futuro, viendo cómo se anulaban y se perdían las ilusiones. En este nos centramos más en el presente. Ya que no podemos esperar nada, vamos a actuar ya y evitar seguir hablando de futuros perdidos», concluye Navarro.

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