Buscar tu sitio y no parar hasta encontrarlo, ese parece ser el camino en la música y en la vida de Blasskill, el alias musical de Wan Bang Zhang Chen, un joven nacido en Ontinyent (Valencia), de padres inmigrantes chinos, que se promociona a sí mismo como «el primer rapero chino de España».
Rapero en cuanto a técnica, porque tampoco se identifica con la cultura hip-hop que ese género musical lleva asociada. Lo suyo, a poco que se siga su trayectoria vital y musical, parece ir más de quedarse en lugares indeterminados. Indeterminados para el resto de los mortales, necesitados, como arrastrados por una especie de TOC, de poner etiquetas a todo, que no saben muy bien dónde ubicar a este músico e ilustrador de 23 años, muy cerca ya de los 24. Él, sin embargo, lo tiene muy claro: es un artista. Lo demás le sobra.
Lo de Blasskill ha sido un continuo ir contracorriente desde siempre. Por su origen, parecía lógico que su camino estuviera ya marcado para el comercio y continuar con el negocio familiar. Pero él tenía otras inquietudes artísticas que chocaban directamente con lo que se esperaba de él en casa. El primer problema llegó cuando comunicó que estudiaría ilustración.
«Ya sabemos que los chinos son muy de todo lo necesario para sobrevivir, siempre dinero, dinero, dinero; económico, económico, económico. ¿Por qué? Porque China todavía está en vías de desarrollo, sobre todo en la época de mis padres, cuando migraron hacia aquí. Y yo empecé con el dibujo, que también es un ámbito artístico, con lo cual ya no les hacía gracia».
Después se interesó por la música. Empezó en la electrónica y sus subgéneros, fascinado por artistas como Skrillex. De hecho, su alias artístico, por la cercanía fonética entre ambos nombres, es, en cierto modo, un homenaje a ese músico.
«Gracias a ese referente que tengo siempre en alto, yo comencé a hacer música electrónica, y aprendí a producir por mi cuenta desde un ordenador, componer con instrumentos electrónicos, sintetizadores. Eso fue en 2016, cuando comencé a producir por mi cuenta instrumentales. Y no fue hasta que pasaron tres o cuatro años, sobre 2019, que empecé a aplicar la técnica del rapeo, que no a ser rapero».
Al sentir que no terminaba de encontrar su propia tribu, decidió trasladarse a Valencia. Pero tampoco le resultó fácil encajar ni encontrar apoyo en otras personas, como él, interesadas en el rap.
«Dos años después de empezar a rapear, encontré una cultura muy acogedora, pero, al mismo tiempo, paradójicamente, era muy cerrada de mente. No se me permitía paso, no tenía un grupo de apoyo. Y no por personalidad, que, como puedes ver, intento ser siempre agradable, elocuente, conectando con la gente. Y, aun así, no se me permitía. Yo creo que aquí entra el factor de mi apariencia, que no nacionalidad, porque soy español, yo he nacido aquí», rememora.
Entre dos aguas
La barrera de los prejuicios ha marcado, de alguna manera, la trayectoria y la personalidad de este artista alternativo. Siempre ha pesado en él la sensación de tener que transitar entre dos mundos y no terminar de encajar en ninguno.
«Soy el chino de los españoles y el español de los chinos, y eso me deja en un lugar muy delicado, porque, al final, cuando todavía te estás conociendo a ti mismo, te entra cierta crisis de identidad; no encajo bien, no sé dónde debería encajar bien».
Si la comunidad china no se lo ponía fácil para salirse de la senda comercial, tampoco la española facilitó mucho las cosas.
«De parte de la población española, siempre tienen una imperante sensación de que los chinos son sumisos, calladitos; muy a su bola, no te molestan. Y por ello pueden hacer lo que les plazca contigo. Siempre lo he notado desde chiquito», recuerda.
«Y de parte de los chinos, como tienen una mentalidad muy de supervivencia, de ‘todo es el dinero porque sin el dinero no se puede hacer nada’, tanto que mi propia madre antepuso el negocio a las propias criaturas, pues ha habido muchísima fricción entre hacer lo que yo quiero y me llena —porque yo me puedo morir mañana y ya estoy autoconseguido— y lo que quería mi madre».
La coraza
¿Por qué entonces remarcar lo de chino en su eslogan? ¿Por qué insistir en significarse como el primer rapero chino de España? Por pura autodefensa.
«Al final, tuve que adoptar una especie de personaje, principalmente el que ocupa el álbum de Made in China, un EP de siete canciones en el que sí, muestro un aire de superioridad, de chulería. Pero eso acaba siendo una máscara de las inseguridades que a lo largo de los años me han tenido que surgir como mecanismo de defensa», explica Blasskill.
«Porque si no vas con esos aires, vas a acabar mal, es como que te devoran los leones del racismo. Tienes que mostrar esa coraza, por desgracia, que ni siquiera debería. Por eso estoy entrando en una etapa mucho más vulnerable».
En un principio, cuando le vino la idea, pensó que comercialmente funcionaría bien para darse a conocer, para llamar la atención. Pero, al mismo tiempo, también le generó un profundo debate interno. Sabía que aquel eslogan provocaría también algunas reacciones polarizadas y polémicas. Pero siguió adelante con él y funcionó.
«Y esto me hace reflexionar un poco sobre por qué ha sido efectivo, hasta el punto de que llegué a medio millón de personas, aunque ahora he llegado a 7 millones en total. Y no quiero achacarlo a esto, pero creo que hay una latente tendencia a caer en el racismo en España y un atraso descomunal en este sentido», reflexiona ahora.
«Obviamente, yo hice uso de ese eslogan, yo lo creé, pero no quiere decir que me sienta bien con ello. Por eso lo debatí durante un año y medio. Lo voy a mantener, pero sigo en ese debate interno. Tiendo a seguir empleándolo porque no es mi responsabilidad que una sociedad esté así. Y en ese sentido, aunque para darme visibilidad, yo quiero que mi arte se vea. Eso puede llevarles hasta a mi discografía mucho más vulnerable. Al final, en la música, como suele pasar, hay muchos personajes dentro de un mismo artista. Y esos personajes son exacerbaciones de distintas partes de su personalidad».
Wan Bang se parapeta detrás del Blasskill que interpela con chulería a sus seguidores mientras rapea. «Ese personaje sigue siendo yo, esa chulería sigue siendo mía, yo, solo que es una exageración del mecanismo de defensa que tuve que desarrollar para sobrevivir en este entorno hostil».
Y concluye: «¿Voy a seguir manteniéndolo? Sí, pero quizás remarcando más que es una parte de mí muy exagerada para que la gente conecte con mi vulnerabilidad, y no dejarme vencer por el personaje, que no me coma el personaje, que es lo que también he estado debatiendo: ¿debería ir toda la ruta hacia ahí o debería diversificar un poco?».
El humor como respuesta a los ataques
A pesar de que ya se está haciendo un hueco en la comunidad rapera y de que se siente mucho más seguro con lo que es y con lo que hace, los ataques racistas siguen llegando a sus redes. Podría responder con otro ataque, pero él prefiere tirar de humor e ironía.
«El humor, definitivamente, es otro ejemplo de mecanismo de defensa empleado como recurso, de transformación de algo que había nacido de una forma negativa, y utilizarlo para un propósito mayor. Siempre ha estado ahí y me ayudó a pasar los años más duros de mi vida en este sentido de falta de la comunidad española hacia mí. Que al final son individuos contados, sí, pero el impacto no se debe menospreciar. Además, como recurso, me ha ayudado a conectar mucho con la gente».
El rap frente a su rap
Ante ciertos comentarios, tira de ironía y les da la vuelta. No permite que le rocen en lo personal. Pero en lo musical, escuecen aún.
«El rap está evolucionando de una manera que ya no es el rap que era, está evolucionando a niveles estratosféricos. España, como siempre, tarda un poco en llegar, no es la vanguardia, pero también es eso, estar conectado con todo tipo de música. Yo no me limito únicamente al rap, y por eso, los más cerrados de mente, aunque me acogiesen, no es que me cortasen las alas, pero me las acicalaban para que me quedase en tierra».
Blasskill goza de la libertad que le da autoproducirse, autopromocionarse y componer sus propios temas. Igual que rapea en tres idiomas («chino, por compromiso; inglés, donde mejor me expreso, y español, donde me he criado»), su música refleja también una apertura hacia otros estilos. Ese contacto con otros géneros musicales le permite expandir sus fronteras, ampliar sus márgenes para jugar con lo que crea.
«Yo puedo crear momentos únicos en las canciones: parones, speeaches…, puedo jugar con eso. Y la libertad que me garantiza es un paralelismo con mi situación de 20 años en el restaurante familiar. Es como “por fin soy libre, por fin puedo expresar lo que yo quiero”», comenta.
En su opinión, el problema de que aún se le cierren algunas puertas entre los más puristas del rap es que este se toma demasiado en serio, «y creo que nada en la vida se debe tomar tan en serio».
«Obviamente, te creas un personaje y tienes que mantenerlo. Yo ya tengo tres o cuatro alter ego en mi música, una carrera bastante prolífica para la corta edad que tengo, pero es que a mí me permite una libertad… Me permite tocar diferentes puntos de mi personalidad y lo que he vivido, por eso en mi vida me limitaré solo a uno solo para contentar o mantener una audiencia. Valoro, sobre todo hoy, lo que quiero transmitir».
Fluir
Las temáticas de sus letras van desde esa queja antirracista hasta temas de amor. Sin embargo, aunque no quiere hacer del racismo el tema principal de sus mensajes, el poso está ahí y, quizá de una manera inconsciente, aparece.
«No me planteo de qué quiero hablar hasta que escucho la instrumental. Siempre va a nacer de la musicalidad, a no ser que, como excepción a la regla, quiera hablar de algo que me pesa (que no me pasa mucho). Que haya logrado hacer Made in China, este disco por el que mejor se me conoce, con una coherencia bastante notoria, que haya nacido de la musicalidad, hace que deba orgullecerme, aunque tiendo a no caer en eso; tiendo a caer en “estoy muy contento con lo que hago”».
«En las letras, tiendo a fluir, aunque de una forma muy consciente y coherente. Sobre todo, el tema de la identidad». El álbum de 20 canciones que lanzará próximamente, además de mostrar una mezcla de estilos que van desde el rap hasta la música electrónica, el funk brasileño y las percusiones, tiene un hilo narrativo con una abeja de protagonista.
Una abeja que es distinta a sus compañeras de colmena y eso provoca que le hagan el vacío hasta expulsarla de la tribu. El paralelismo con su propia vida es evidente. Aunque también es la excusa para explorar sentimientos que plasmar en sus composiciones y en la música.
Blasskill ilustrador
Aunque ahora está más entregado a su trabajo en la música, su primer paso en el arte lo dio a través de la ilustración. No en vano, estudió un grado superior de esta materia entre 2021 y 2023. Hoy, aunque está más centrado en su faceta musical, sigue compaginándola con la de ilustrador, aunque no busca obtener rendimiento económico de ello.
La suya, aclara, no es una ilustración expresiva. Desde siempre, dibujar ha sido para él una manera de evadirse. Por eso juega con criaturas fantásticas. «Son conceptos extravagantes, donde mezclo criaturas, animales existentes con objetos, pero no de una forma cutre y superficial, sino que sean conceptos interesantes. Siempre me ha gustado el diseño de personajes, diseño de criaturas, diseño de conceptos».
Y ese interés se refleja también, de alguna manera, en su música, de manera que ambas facetas están, en cierto sentido, empapándose una a la otra.
Pero como veía imposible abrirse un hueco en la profesión de ilustrador, algo que su condición racial hacía aún más difícil, decidió abandonarla.
«Vi que no había hueco entre los más curtidos. En ese sentido, España está también un poco atrasado. Al mismo tiempo que no da pie a rostros como el mío para expresarse libremente o de decir que es algo normal, tampoco da paso a los nuevos ilustradores, a no ser que lamas culos. Hay mucho lameculismo, y si no vendes un poco de tu dignidad, es muy difícil que llegues a sitios. Es un poco como con la música. A mí me da miedo llegar a platós un poco más grandes porque hay mucho de eso, hay mucho detrás de las escenas, y a mí eso me genera una impotencia y un miedo al éxito…».
Libertad por encima de todo
Quizá por eso prefiera ir por libre, para no tener que depender de nadie ni seguir directrices o imposiciones difíciles de cumplir por parte de la industria musical, a la que califica de «shady, sospechosa», demasiado industrializada, «donde ya no se respeta el arte por el arte, sino si vende o no vende, y eres un producto más».
«Al fin y al cabo, esto es mi rinconcito especial, es mi momento más íntimo, mi momento de más vulnerabilidad, y no quiero dejar eso en manos ajenas», justifica. Pero también es consciente de que, si quiere monetizar su carrera, tendrá que pasar por ciertos aros. «Estoy buscando maneras de hacerlo de una manera un poco más segura, que es haciendo shows, aunque no sea de mis canciones, sino de canciones conocidas; localmente, en cercanías».
Migrantes en la vida y en la música
Podría resumirse la carrera y la vida de Blasskill como una traslación de su propia vida y circunstancias a la música, y al rap en particular. De ahí que se siga considerando un «outcast, un migrante en el género».
«Aprecio mucho la estancia y me he adaptado, que es lo que deberíamos hacer todos cuando migramos: mantener de puertas para adentro lo tuyo, pero absorber y compartir con todos el lugar en el que estás. Y eso es exactamente lo que he hecho con el rap. Creo que es un paralelismo muy guay, que mis padres hayan migrado a España y yo haya migrado a una comunidad que me ha acogido bien, solo que está un poco cerrada de mente».
Ahora, sin embargo, se siente más satisfecho con lo que hace y con donde está. Ya no busca, solo se preocupa por lo que quiere transmitir.
«Estoy en un punto en el que me siento muy satisfecho con lo que hago, en el que puedo tomarme mi tiempo, en el que he sabido frenar, ir en contra de mi naturaleza como persona. Porque creo que ser, como digo en una canción, así de currante, de comprometido, viene un poco de mis genes, sí. Pero, sobre todo, lo que una persona debe hacer es luchar contra su naturaleza, porque en ese sentido de personas, la naturaleza no es sabia. Hay que luchar contra lo que somos siempre. Y estoy logrando descansar».
«Mira lo orwelliano que era todo esto que descansar lo asociaba a dormir, y no es eso necesariamente. Hoy lo estoy entendiendo. Descansar es reposar, estar alejado de la saturación, porque cuando llegaba a esa saturación, lo que hacía era forzarme, seguir dándole duro. Y realmente no es así, somos humanos, no somos máquinas. Pero incluso las máquinas tienen que parar».