El costumbrismo según Branda: «Si lo puedes contar con una rumba, déjate de sinfonías»

Branda

Nos pasan desapercibidos a fuerza de verlos continuamente, pero la realidad que nos rodea está repleta de personajes fantásticos, muy potentes, que acaban formando parte del imaginario colectivo. Al fin y al cabo, eso es el costumbrismo, la vida misma que baja a la compra en bata y zapatillas de andar por casa, que se viste con chándal y camisa o que nos vende cuarto y mitad de jamón de york.

Óscar Brandariz, Branda, fija su mirada en ese casticismo tan español y tan patrio, y la adorna con un enorme sentido del humor y de la ironía. Estos días, y hasta el 3 de junio, expone sus tallas en madera en la muestra Typical Spanish que acoge la galería La Fiambrera de Madrid.

Branda
Cruz de bandurrias

Aunque también pinta, Branda prefiere la escultura porque le parece más divertida y «no hay que pintar el fondo, jajaja. A cambio, a veces hay que pintar las dos caras del personaje», bromea. «Realmente, las piezas que yo hago están a caballo entre una cosa y la otra, son escultura y son pintura. A fin de cuentas, son siluetas gordas. La pintura tiene su papel a la hora de generar una ilusión. Yo entiendo la escultura como una afirmación del objeto y del volumen en sí misma, y la pintura, como una pura ilusión. Me divierte estar a caballo de esos dos mundos».

Branda
Masiso

El tema de la exposición fue una sugerencia de la propia galería. Al fin y al cabo, el costumbrismo es el tema recurrente de la obra de este artista gallego afincado en Barcelona. Para él, se trata de «un tema muy picante» que no suele dejar indiferente: o lo amas o lo odias, no hay medias tintas. En esta exposición, Branda juega también con el tema del clásico souvenir rancio pensado para turistas (la flamenca que se ponía encima de los televisores es su gran inspiración, comenta entre risas).

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Flamenqueer
Branda
La Maja

«Esta idea del souvenir para turistas a mí siempre me sedujo mucho porque me parece un género artístico de primer orden. Estamos demasiado hartos de la grandilocuencia que se ve en muchas propuestas artísticas, y esta cosa pequeñita, como de poca importancia, en la que es muy fácil meterse desde una dimensión bastante satírica, a mí me seduce de forma muy especial».

CONTADOR DE HISTORIAS CON RETRANCA E IRONÍA

Dos tunos dándose bandurriazos como si estuvieran en un cuadro de Goya, toreros en plena faena, la mujer vestida con el traje regional inspirada en la etiqueta de una vieja y conocida marca de anís, una flamenca queer, el mismísimo Tejero vestido de Elvis… Pocos tópicos se deja fuera este artista gallego que se define a sí mismo como un «contador de historias», eso sí, con mucha retranca e ironía.

Branda
Yo soy aquel

«Siempre hay un mensaje. Todos los dibujos tienen su mensaje, pero eso ya se lo dejo al público. De toda la vida, yo soy un contador de historias, y precisamente por eso me gusta que las piezas hablen por sí mismas. Leí el otro día algo que me gustó mucho que decía: “Cuando el vino es bueno, no ha menester de pregonero”. Claro que hay reflexión, claro que hay crítica, claro que hay etnología, pero eso también es el trabajo del público, porque si no, nos hacemos tontos».

Branda
Flor del jamón

Para Branda, el humor es fundamental para hablar de cualquier cosa. «El arte es inocente por definición, y como también me seduce mucho la comedia y el mundo del humor, creo que es un mundo que no conoce límites y que no debe conocerlos», por eso no se pone barreras a la hora de representar estos topicazos tan Spanish. Su próximo trabajo tendrá a Falete como protagonista, planea, pero también se planea representar a esos turistas a los que se refería antes. «También es necesario representarlos en sus propios souvenires», se burla. «Deberían verse a sí mismos encima de su televisión, como la flamenca».

Este contador de historias decidió, cuando buscaba su camino artístico, no centrarse «en las comeduras de coco de los pintores en el estudio». Prefirió contar otras en las que él no fuera el protagonista, sino hablar de lo que pasaba a su alrededor y de la vida que le había tocado vivir. Cuenta que, desde hace unos meses, anda con una chica cuya familia es charcutera. De ahí que uno de los personajes castizos que se exponen ahora sea una oronda dependienta que corta el jamón sin miramientos gourmet, «en filetes, a la antigua». En el fondo, ríe, se parece mucho a la señora Mari, su suegra. Y ya se sabe, hay que llevarse bien con la familia política.

Branda
La maquinita

Pero también se confiesa «animalillo de bar», y pocas cosas hay más españolas que uno de estos establecimientos, donde conviven personajes pintorescos, y en parte trágicos, como esa señora solitaria que juega sin parar en una tragaperras. «¡Cómo no iba a estar ahí!», afirma con rotundidad.

«De alguna manera, es algo muy cotidiano, verla fundirse la pensión ahí, en la tragaperras. Y me parecía una pieza especialmente tragicómica porque todos esos colores vivos de fuego, los lemas guais de “dale aquí”, contrasta mucho con una situación que, a fin de cuentas, es de soledad y de adicción. Me parecía algo con lo que nos podemos identificar; es muy español la señora de la tragaperras. Y bueno, aparte de esto, por mi propio gusto técnico a la hora de trabajar, sacarla de una pieza…, la mujer con la máquina…, una manera de contar una historia, ahí, persona en ambiente… Bueno, fluyó sola».

LA INFLUENCIA DEL CÓMIC

Branda es un apasionado del cómic y eso se deja ver también, en cierta manera, en su obra. «Me acostumbré a la caricatura no tanto como burla, sino como dar una versión fácil de la vida, algo muy comprensible para todos», explica. «Un sistema sencillo en el que todo acaba teniendo su sentido dentro de la pieza —del cuadro o de la escultura—, y donde puedes dar una versión que acaba resultando muy creíble».

Branda
La Castellana

En su opinión, encontrar tu lenguaje y tu voz como artista también supone ir dejando cosas de lado. Él, asegura, renunció a aspectos que parecen más genuinos de la pintura, como los paisajes o la luz, porque se encontró con que «cuanto más monigote era lo que pintaba, más identificada se sentía la gente». Se trataba, explica, de hacer lo que él quería, contar historias, y por eso era necesario «encontrar un camino mediante el cual lo narrativo pudiera desarrollarse más».

Branda
Montera

En esa manera particular de narrar utiliza también el color como herramienta, una paleta de tonos vivos, potentes, brillantes. «La vida que vivimos a veces es dramática, es trágica, y a veces es una farsa. Es importante encontrar maneras que nos ayuden a vivir y a interpretar la vida desde otra perspectiva. Creo que eso es parte de la función del arte, por lo menos, de la mía».

Branda
Las dos orejas
Branda
Media verónica

En este viaje narrativo de su obra, Branda ha encontrado en los clásicos flamencos como Jan van Eyck o Peter Brueghel sus principales referentes artísticos. De ellos le gusta especialmente la manera de contar la vida a su alrededor, en el caso del primero, y la dimensión del disfraz, del mundo al revés del segundo.

Pero tampoco duda en señalar como una gran influencia artística a Peret. «Tiene que ver con los colores, con lo que hablábamos antes de la forma sencilla de contar las cosas. Si lo puedes contar con una rumba, déjate de sinfonías».

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Patrick Thomas

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