En 1927 cuatrocientos hombres llegaron a los pies de unas montañas de granito en Keystone, un paraje desértico situado en Dakota del Sur (EE UU). Llevaban picos, palas, cinceles, cuerdas y otras herramientas de trabajo. El escultor Gutzon Borglum los dirigió hasta allí para tallar en la roca los rostros de cuatro presidentes de ese país.
Catorce años después los semblantes de George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosevelt y Abraham Lincoln presidían lo que se convirtió desde entonces en el Memorial Nacional Monte Rushmore.
El tipo de la portada de la revista de septiembre de Yorokobu, el que toma un café humeante de su termo, se halla ante su «monte Rushmore particular». «Es una forma de modificar la naturaleza a tu antojo», explica Buba Viedma, autor de la cubierta. «Es lo mismo que hacemos los ilustradores. Con nuestros dibujos modificamos la realidad».
El hombre de pelo largo que está ahí sentado frente a su obra es la imagen del futuro. Es el personaje en el que Buba Viedma ha representado esa sensación de parar a mirar lo que se ha hecho pasados los años. «Intenté imaginar cómo será ver todo lo que he realizado dentro de unos años», comenta. «La mirada del personaje muestra al individuo que, después de un gran sacrificio, puede ver los frutos de su trabajo. El resultado de todo esfuerzo se ve mejor a cierta distancia».
«El esfuerzo siempre trae una recompensa», asegura. «En este dibujo hablo del final de la jornada o el fin de una carrera profesional. Es la reflexión de alguien que dice: ‘Esto se va acabando. A ver qué he hecho’».
El individuo del chaleco tiene a su lado, en el suelo, un pico rodeado de una venda y destrozado de tanto golpear la montaña. Ese remiendo es, según el dibujante, la huella del esfuerzo. Pero, además, Buba Viedma hace hincapié en que esta especie de buscador de oro usa una piqueta. «Un pico es una herramienta más asociada al obrero que al artista», enfatiza. Esa es su puntada de humildad.
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«Los ilustradores, con nuestros dibujos, modificamos la realidad»
