Para Buba Viedma, las molestias lumbares que sintió ese día mientras lavaba toallas en el sótano del hotel en el que trabajaba fueron su particular oráculo. Hacía tiempo que notaba que su espalda estaba hecha trizas, pero aquel dolor le hizo replantearse su futuro laboral.
«Oye, igual no es tarde», se dijo tras meses rondándole la cabeza la idea de dedicarse al dibujo, su afición desde niño.
Entonces, tomó la decisión. «Dejé el trabajo y me presenté a las pruebas de acceso de Arte 10… Y suspendí».
Y ¿qué paso?
Como ya era mayor para andar haciendo el imbécil decidí que lo más rápido, para poder dedicarme a un trabajo relacionado con la gráfica, era el diseño y la publicidad. Así, mientras me ganaba los garbanzos, podría seguir formándome. No era ilustración, pero tampoco era lavar toallas. Hice un curso del INEM de Diseño y Maquetación y empecé una larga mili por imprentas, estudios y agencias.
¿Cómo fue aquella etapa?
Divertida, a ratos, e insufrible, otros. Aprendí mucho del oficio creativo, de la relación con el cliente y los cambios, a tragarme el ego, ser humilde y a trabajar duro sin fliparme. Conocí a gente fantástica y a otra no tanto, hice algunos contactos y luego me quemé.
No era mi idea acabar ahí, pero resultó que se me daba bien y me acomodé. Trabajo fijo, 15 pagas, vacaciones… Tenía esas cosas que los freelance echamos en falta. Pero el día que me despidieron tuve claro que no quería volver a trabajar en una agencia, al menos no desde dentro. Era el momento de apostarlo todo por mi carrera como ilustrador.
¿Recuerdas cuál fue tu primer proyecto de ilustración remunerado?
Creo que fue una camiseta que hice para la banda The Rare Sound Machine. Fue un proyecto gracioso, me dieron un brief en el que querían una ciberamazona con un brazo mecánico que fuese una especie de turbodildo con pinchos. Y eso hice, y aporté algunas cosas más de cosecha propia.
Cuando uno de los miembros lo vio, dijo que igual lo del dildo no había sido tan buena idea y pidió una versión censurada. Aunque al final salió como tenía que salir.
¿Qué respondes cuando te plantean las preguntas que suelen caer en toda entrevista a un ilustrador o artista: cómo defines tu estilo, referencias, fuentes de inspiración…?
La verdad es que hace falta que te hagan estas pregunta de vez en cuando para saber por qué haces lo que haces. Yo hasta hace poco ni siquiera me lo planteaba, era como un tractor, hacía las cosas y punto. Un día, preparando una charla sobre mi trabajo, me tocó hacérmela a mí mismo y empecé a entender cosas.
Mi estilo es una especie de batiburrillo de todo lo que me ha influenciado desde que tengo uso de razón. Los dibujos animados de los 80 y 90, el cine fantástico de aquella época, los cromos de La pandilla Basura, los cómics underground de los 90, los gráficos de skate clásicos o los pósteres y portadas de bandas punk…
Eso para empezar, pero por supuesto hay mucho más. Todo lo que ves, escuchas y lees va calando sin que te des cuenta y aparece cuando hace falta. También influyen las cosas que haces, los sitios donde vas, el colegio donde has estudiado (yo iba a uno del Opus), el barrio donde has crecido (Vallekas) e incluso las cosas que sueñas.
Para mí eso que llamamos estilo no es más que un lenguaje que cada uno construye con lo que tiene a mano y que va más allá de lo meramente plástico. Al final metes todo en la coctelera y van saliendo las cosas.
Esta pregunta tampoco puedo dejar de hacértela: ¿de dónde viene tu apodo, Buba?
Cuando estrenaron Forrest Gump, un compañero de instituto y yo empezamos a imitar a Buba y a Forrest. Él me decía: «Hola, Buba», y yo contestaba: «Hola, Forrest» y soltaba la retahíla de las recetas de gambas con cosas. Al final por esa tontería me empezaron a llamar Buba.
A mí no me disgustaba; dentro de los motes horribles que podían tocarte en aquella época este sonaba bastante bien. Al final siempre me presentaban así y ya casi es mi nombre. Mis sobrinos ni siquiera saben cuál es mi nombre real. Viedma es mi segundo apellido, menos común que Martínez, el primero.
¿Y lo de Mentecalamar?
Surgió como nombre comercial, un paraguas bajo el que poder firmar proyectos diferentes sin que pesase mi nombre y bajo el que se pudiese esconder y colaborar con varias personas.
En 2005 yo tocaba un montón de palos: fotografía, diseño, ilustración… incluso cantaba en un grupo y escribía las letras. Por todo eso pensé en un ente con muchos tentáculos. Tenía sentido que fuese un cefalópodo por su capacidad para desprender tinta. Lo de mente era por la darle esa connotación de inteligencia y creatividad.
La idea del nombre final, en realidad, la tuvo mi chica, Laura. Yo andaba buscando opciones en inglés, para molar más, pero me convenció de que en español sonaba más rotundo y además por teléfono se entiende a la primera. Y en eso tenía razón, nunca he tenido que deletrearle mi dirección de email o mi web.
De todos los proyectos realizados hasta la fecha, ¿con cuál te quedarías o te sientes especialmente orgulloso?
Para mí un trabajo muy importante fue la primera camiseta de mi marca, Respect Your Sister. La diseñé para sacarme algún dinero cuando no tenía apenas encargos, hice una campaña de promoción del preorder que funcionó muy bien y que le hizo bastante gracia a la gente. Vendí bastantes camisetas y salieron varios encargos relacionados con ella. Desde entonces no he parado de trabajar.
A día de hoy seguramente no sea mi mejor trabajo, pero le tengo mucho cariño porque me abrió algunas puertas, entre ellas la de Yorokobu.
¿Percibes alguna evolución en tu trayectoria? De ser así, ¿cuáles han sido los principales cambios?
No soy demasiado consciente de mi evolución hasta que echo la vista atrás y digo «joder, menuda mierda me marqué aquí». Sí es cierto que cuando dejé la publicidad, en 2013, y empecé a dedicarme 100% a la ilustración, mi portfolio experimentó un cambio brutal.
En líneas generales, los fundamentos de mi trabajo son más o menos los mismo: líneas sólidas y colores muy brillantes, uso de tramas de semitono y algunas texturas; pero cada vez tienes más claro lo que estás haciendo. Intento que cada pieza sea mejor que la anterior, aunque a veces el cambio sea tan ínfimo, que solo sea perceptible para mí; esa es mi manera de evolucionar.
¿Qué o para quién te gustaría ilustrar? ¿Y para quién o qué no trabajarías nunca?
Me encantaría diseñar algunas tablas de skate. A pesar de que es una de mis mayores influencias, nunca he hecho una y me gustaría tacharlo de mi lista.
Soy bastante mercenario, al final esto es un trabajo, pero he rechazado algún encargo relacionado con política porque requería cierta implicación y no quería verme envuelto en eso. Creo que la respuesta correcta a esta pregunta es que nunca firmaría un trabajo que no fuese capaz de defender después.
¿Qué hace Buba Viedma cuando dibuja?
Trabajo solo. Intenté compartir espacio durante una temporada, pero no es lo mío. Aunque se puede hacer duro no ver a nadie durante todo el día, funciono mejor así.
Suelo poner música para trabajar y según lo que toque hacer, tiro de un tipo u otro. En las fases de creación prefiero algo instrumental, para no despistarme con las voces. Durante la fase de ejecución pura y dura, en la que solo hay que pensar en colorines, vale todo. Si el trabajo es muy mecánico y no requiere demasiada concentración, a veces tiro de podcast o alguna serie mala para tener de fondo; yo las llamo series de plancha.
Y le doy a la cafeína en diversas formas. Nada más, ni en el curro ni fuera de este; mi cerebro viene así de jodido de serie 🙂
¿Y cuando no dibuja?
Últimamente, cuando tengo tiempo, me gusta dar un paseo por un monte cerca de casa, darme atracones de cine fantástico, leer, jugar a algún videojuego… Paso todo el tiempo que puedo con mi pareja viajando, visitando expos o comiendo por ahí. También intento ir a conciertos cuando puedo, pero últimamente tengo los oídos hechos una pena. No es nada del otro mundo, pero cuando eres ilustrador, solo salir a la calle a por pan ya es como ir a Disneylandia.
¿Te ves en un futuro, más o menos cercano, dedicándote a otra profesión?
Me gustaría poder jubilarme haciendo esto, por lo que es algo que ni siquiera me he planteado; y seguiré luchando porque así sea. Aunque igual un día me da la ventolera y me hago panadero; o cae una bomba atómica y me dedico a buscar carroña entre las ruinas de la civilización. En esta vida uno nunca sabe.
Durante el mes de diciembre eres el artista invitado en las pantallas de Callao City Lights. ¿Pasas a menudo por la zona? ¿Cómo de ‘raro’ resulta ver allí proyectadas tus ilustraciones?
Desde que me mudé a las afueras no paso tanto como me gustaría. Es muy raro ver mi obra ahí, pero no tan raro como levantarme cada día y dedicarme a lo que más me gusta del mundo desde que tenía 5 años y ganarme la vida con ello.