A su padre le encantaban las aves, pero era su madre la que pasaba días enteros junto a la ventana, embelesada, observando a los pájaros. Fue así como Thomas Dambo se encariñó con estos animales. Años después, se convirtió en grafitero, y se hartó de correr por las calles. «Me cansé de huir de la policía y de que nadie apreciase mi esfuerzo por embellecer la ciudad», cuenta. Así que decidió dedicarse a sus amigos de la infancia: si compartían la misma urbe, los pájaros necesitaban unos hogares tan dignos como los de los humanos, debió de pensar.
En aquella época se dijo que apenas quedaban animales viviendo en libertad en su ciudad y descubrió que la forma de que no abandonasen Copenhague era haciéndoles sentir como en casa. El artista danés reunió infinidad de palets que consiguió en una fábrica y empezó a hacer cajas nido en 2007. Desde entonces, Dambo ha salpicado Copenhague de hogares para sus amigos alados: más de 3.500 casas ha llegado a crear para ellos. Las hay de todos los colores e incluso formas: de las más sencillas hasta las que tienen la forma a imagen y semejanza de sus inquilinos.
Dambo comenzó este proyecto, que ya dura ocho años, para recordar a sus conciudadanos «que las aves están viviendo en nuestras ciudades y hay que crearles su espacio».
La ubicación de las casas no es aleatoria. A Dambo le gusta facilitar la vida a sus plumíferos inquilinos, y por eso no se le ocurriría colocarlas en lugares estruendosos. «A veces las pongo en lo alto de los postes de la luz y en los árboles de los parques. La gente siempre me pregunta si los pájaros cambian de casa y la respuesta es sí y no. No van a querer vivir en una pajarera colocada junto a una carretera: van a preferir un parque. Un pájaro no querrá vivir junto a una carretera muy transitada… ¿Por qué demonios los humanos quieren vivir cerca de una carretera grande, sucia y ruidosa? ¿Es realmente tan importante vivir cerca del trabajo? ¿Merece la pena vivir así para llegar a trabajar un minuto antes? Si la gente usase más la bicicleta, el mundo sería un lugar mejor. Pero bueno, esa es otra historia», relata Dambo, que no puede evitar cabrearse cuando la contaminación sobrevuela sus pensamientos.
Aunque la mayoría de las cajas las ha colocado en Copenhague y en Beirut, Dambo explica que cada vez que viaja, y lo hace a menudo, llena su maleta de casas para pájaros que, a su vez, rellena de calcetines y camisetas. «Es que ocupan demasiado», aclara.
Dambo reconoce haber aprendido mucho de las aves a lo largo de estos ocho años. «Mis casas han ido cambiando, porque en un principio yo no tenía ni idea de esto. Ahora tengo en cuenta sus distintos gustos y tamaños. Los orificios de entrada también son de diferentes tamaños. Hay quien cree que algunos agujeros son pequeños: pero es que en realidad son para que entren los paros [un tipo de pájaro]. A ellos también les gusta vivir en estas casas, aunque sean más pequeños que el resto, así que hago muchas casas para ellos, porque son muy comunes en Copenhague», relata.
De entre todos los refugios ornitológicos que ha creado Dambo, no puede evitar cierta predilección por un proyecto que realizó en 2015 en Ishøj, a las afueras de su ciudad. Allí instaló 52 «casas de camuflaje» que se mimetizan con el paisaje urbano de paredes y postes. Casi invisibles a simple vista. Lugares seguros, y resistentes, para «nuestros pequeños amigos», como los llama. Porque, como concluye el artista danés, «la vida para un pájaro de ciudad puede ser muy dura».
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