Breve catálogo de miedos que influyen en la creatividad

catalogo de miedos

El miedo está en todas partes. Se cuela en la rutina, se esconde en las decisiones que no tomamos, en las palabras que no decimos, en los caminos que evitamos. Es una emoción incómoda, muchas veces silenciada, pero profundamente humana. Lo sentimos ante lo desconocido, lo incontrolable, lo que no encaja en la lógica o escapa a nuestros sentidos. A veces se disfraza de prudencia, otras de vergüenza, otras de rabia. Pero siempre está ahí, señalando nuestros límites. Nos obliga a mirar hacia dentro, a cuestionar lo que creemos firme, a aferrarnos a lo que nos da sentido. Es, en muchos casos, el principio de algo. Porque el miedo no es solo un síntoma de fragilidad. También es un impulso. Un territorio fértil para la creación, el cambio y la verdad.

El miedo se sentó a la mesa en la décima edición de Diálogos de Cocina. Durante dos días, chefs, pensadores y creadores de distintas disciplinas desmenuzaron terrores y aversiones, explorando los límites entre lo que aceptamos y lo que rechazamos, entre lo que nos atrevemos a probar y lo que nos hace apartar la mirada. Con el Basque Culinary Center, Mugaritz y Euro-Toques como artífices de este espacio de pensamiento libre, el evento demostró que en la gastronomía, como en la vida, el miedo no es un obstáculo, sino un ingrediente más para la creatividad.

De la vergüenza al orgullo

Jon Maia, primer bertsolari no nativo del País Vasco, creció con el conflicto de no sentirse plenamente euskaldún por ser hijo de inmigrantes españoles. Durante años, ocultó sus apellidos y llegó a rechazar a sus propios padres en público, avergonzado de su origen. Sin embargo, la lectura de Poemas y canciones, de Bertolt Brecht, le hizo replantearse su historia: su familia no solo había dejado todo atrás tras la guerra, sino que también le había dado la oportunidad de aprender euskera.

Consciente de su error, decidió hacer un reconocimiento público a sus raíces en la final del Campeonato de Bertsolaris. «El miedo viene del desconocimiento y la ignorancia», concluye Maia. «Nos hace prisioneros de los prejuicios y los estereotipos. Los clichés surgen de la desinformación. Tengámoslo en cuenta a la hora de tratar a los inmigrantes».

Miedo a la falta de lógica

El miedo es la materia prima de Paco Plaza, uno de los grandes referentes del cine de terror en España. Desde niño, las historias escalofriantes le fascinaron, pero ninguna le impactó tanto como El exorcista, especialmente su inquietante banda sonora, Tubular Bells de Mike Oldfield. Para Plaza, el miedo es un instinto básico en todos los seres vivos, pero en los humanos adquiere una dimensión más compleja: es cognitivo, alimentado por la imaginación y la anticipación de peligros.

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Fotograma de El exorcista (1973)

«Por eso decidí dedicar mi vida al miedo», confiesa. A lo largo de la historia, ciertos temores se han mantenido inalterables —la oscuridad, las alturas, los espacios cerrados—, pero el terror más profundo, asegura, nace de lo inexplicable. «Lo que no podemos controlar ni entender con nuestros sentidos es lo que realmente nos aterra. La falta de lógica es el mayor de los miedos».

Miedo a perder la tradición

Xavier Medina, doctor de Antropología Social por la Universidad de Barcelona y catedrático de Antropología de la Alimentación en el departamento de Alimentación, Nutrición y Actividad Física de los estudios de Ciencias de la Salud de la UOC, abordó el miedo a perder la tradición como una preocupación por la pérdida de identidad y raíces dentro de una sociedad. Según él, la tradición se compone de actividades compartidas que una comunidad considera esenciales para su cultura y su vida en común, y que son recreadas y transmitidas de generación en generación.

«Sin embargo, la tradición no es un conjunto fijo e inmutable de costumbres, sino una selección de ciertos elementos que deben repetirse y adaptarse constantemente para mantenerse vivas», explica el antropólogo, que señaló que la tradición juega un papel clave en la construcción de la identidad cultural y en la vida en común.

Aunque evolucionen, las tradiciones suelen percibirse como estáticas y permanentes porque proporcionan un sentido de continuidad y reconocimiento colectivo. «Es esta percepción de estabilidad la que da cohesión a los grupos sociales». Además, Medina resaltó que la tradición no solo es un legado del pasado, sino que también define el presente y proyecta un futuro compartido. «Por ello, la desaparición de ciertas tradiciones se percibe como una amenaza, ya que conlleva la sensación de perder aspectos esenciales de la identidad colectiva».

Miedo a las redes sociales

Hubo un tiempo en el que la humanidad sabía qué y cómo comer, dice el nutricionista Juan Revenga. Nuestras madres y abuelas iban al mercado, compraban al peso, conocían los productos de temporada y planificaban menús semanales para todo el año. Hoy se busca en redes sociales lo que debemos comer y cómo hacerlo, todo se compra empaquetado y plastificado y los mercados están desapareciendo. «Por eso me gusta decir que debemos proceder a la desalfabetización de la alimentación y recuperar las buenas costumbres del pasado».

A esto hay que añadir un agresivo marketing que ha lanzado frases inciertas que han calado en la sociedad: hay que comer 5 veces al día, el desayuno es la comida más importante del día y cosas parecidas. Y, por último, la intoxicación de la información en temas nutricionales provocada por la fragmentación del conocimiento entre medios tradicionales, redes sociales y medios académicos.

«Y en medio de esto, hay gente que se aprovecha del desconcierto para meter miedo a todo el mundo en redes sociales en temas relacionados con la alimentación (transgénico, aceite refinado, glutamato monosódico, grasas trans, edulcorantes artificiales, microplásticos, dioxinas…). En definitiva, antes no teníamos el miedo que hay hoy a cuestiones alimentarias, a pesar de que ahora conocemos más y la información es más accesible».

Miedo al hambre

La linea de fuego es su hábitat. Ucrania, Gaza, Siria, Afganistán… Allí donde haya un conflicto bélico, haya donde haya una hambruna, está la periodista Nuria Tesón y el experiodista reconvertido en cocinero y creador de la ONG Global Humanitaria Andrés Torres.

«Lo que me da miedo es que mi trabajo no sirva para nada», dice Tesón, que ha vivido en primera persona la generosidad de gente muy pobre de Oriente Medio, que han querido compartir con ella lo poco que tenían. «Quiero pensar que somos herramientas al servicio de las personas, tenemos la responsabilidad de ser los transmisores de la verdad de lo que ocurre en esas zonas».

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Por su parte, Torres asegura que su miedo es que haya gente que está dispuesta a no hacer nada por los que pasan hambre, «porque el hambre es el arma más mortífera del ser humano». Dice Torres que lo triste es que hemos normalizado las guerras y la hambruna, y que son los políticos los que nos meten en guerras y matan de hambre.

Ambos creen que, si en el primer mundo supiéramos la cantidad de gente que hoy no podrá dar nada de comer a sus hijos, dejaríamos de despilfarrar alimentos. Y es eso lo que hace que no tiren la toalla, algo que pasa muchas veces por su cabeza pero que nunca llega a ocurrir… afortunadamente.

Miedo al ser humano

A Greta Alfaro, artista visual, le da miedo la masa. Todas las masas: desde el increíble Hulk hasta la harina que amasaba su padre en la panadería, pasando por los mass media o la masa como sinónimo de la audiencia que la escucha en Diálogos de Cocina. También le da miedo la oscuridad, un clásico. Y a que se la coma un animal cuando sale a pasear de noche. Aunque, más que se la coma un animal, le da mucho más miedo que se la coma otra persona. Vamos, el canibalismo. Y por eso desarrolló una teoría sobre el canibalismo en la religión católica sin precedentes.

Según Alfaro, la eucaristía católica es un claro acto de canibalismo: el sacerdote transforma el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. Y luego se lo da a los feligreses para que lo engullan. «Vamos, que se comen a Jesús… Sí, al hijo del carpintero».

Desde luego, lo de que el arte tiene que ser transgresor lo sabe bien Greta Alfaro. Además de su teoría sobre el canibalismo católico, la artista visual presentó en el espacio para comidas entre ponencias una intervención artística que consistía en un altar, con nuevo testamento incluido, en el que cocinaba unos ricos macarons con sangre humana.

Miedo a que lo mejor ya haya pasado

La periodista y escritora Leila Guerriero no tuvo miedo ante situaciones que dan mucho miedo, como un terremoto o un accidente de tráfico. Su verdadero miedo es que nada sea tan bueno como fue. «A que lo mejor ya haya pasado. Miedo al pasado, más que miedo al futuro. A que ya hayan tocado el último vals y yo no me haya enterado».

Pero, a diferencia de otros muchos miedos que se citaron en estos diálogos, el de Guerriero es un motor para la creatividad y la superación personal. «Es una herramienta para no morir, el que me llevó a hacer algunas de las cosas de las que me siento más orgullosa de mi vida, el que me mantiene despierta y del que no quiero desprenderme», de ahí que su intervención llevara por título Los beneficios del miedo.

Miedo a perder el gusto

Pep Gatell, uno de los directores artísticos de La Fura dels Baus, habló abiertamente sobre el cáncer de garganta que le fue diagnosticado hace unos meses. Y reconoció que más miedo a que te quiten el esófago y estómago da el estigma social de las secuelas que deja esta enfermedad. Por eso no dudó en desabrocharse la camisa para enseñar a los asistentes la bolsa que hace las veces de sus órganos extirpados.

Su compañera y productora de La Fura, Nadala Fernández, habló del proyecto El placer de degustar que tienen entre manos. «Después de tres meses en el hospital, hemos conocido a mucha gente con alimentación enteral, especialmente niños a los que no les hacen la conexión hasta los 18 años, que se ven obligados a renunciar al sentido del gusto aunque tengan su paladar intacto. Nuestro objetivo es mejorar la vida a las personas que han pasado por esto, que no tiene nada que ver con los nutrientes, que ya los reciben, sino con el puro placer de experimentar sabores, de degustar, en definitiva, de vivir».

Miedo a…

En estos Diálogos de Cocina hubo otros miedos. Como el miedo al toro del torero peruano Andrés Roca Rey, que habló también de la conexión espiritual con el animal. O el miedo del chef danés René Redzepi a transformar el tantas veces mejor restaurante del mundo (Noma) en un centro de innovación alimenticia. O el miedo al fuego… o mejor dicho, la ausencia de miedo al fuego de Bittor Arginzoniz, maestro en el arte de la parrilla, que desde 1990 dirige el Asador Etxebarri.

O el miedo a transgredir los tabúes y a la atracción que sentimos hacia lo prohibido del escritor Juan Soto Ivars. O el miedo a convertirse en un producto convencional y dejar de romper barreras de El niño de Elche. O el miedo a la gastronomía cringe, esa que produce admiración y vergüenza ajena a partes iguales, del cocinero Julián Otero. O el miedo a que te pierdan la maleta, especialmente cuando va llena de pelucas y boas, te llamas La Terremoto de Alcorcón y tienes que actuar en Diálogos de Cocina…

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Yorokobu es una publicación hecha por personas de esas con sus brazos y piernas —por suerte para todos—, que se alimentan casi a diario.
Patrick Thomas

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