Unos jarrones de formas extrañas y volúmenes poco comunes ya de por sí llamarían la atención. Pero estos diseñados por Álex G. / Cranio Dsgn interpelan a quien los observa a través de los ojos que los ilustran. Se convierten, así, en extraños seres que miran y son mirados, en un curioso juego que tiene mucho de psicodélico, inquietante e hipnótico.
A Cranio Dsgn se le conoce por su faceta de ilustrador, pero este artista valenciano ha empezado a experimentar también con la cerámica, y exhibe sus piezas en Visiones, exposición que se podrá ver hasta el 18 de junio en Plou Estudi (Valencia).
Álex G. llegó a la cerámica por casualidad y por hobbie: abrieron un taller en un local debajo de su casa y decidió apuntarse para probar. Era también una manera de salir de las pantallas, volver a trabajar con las manos y salir de su zona de confort («que es una frase que odio con todo mi ser», refunfuña entre risas). Pero también era una manera de recuperar una vocación. Empezó la especialidad de Pavimentos y Revestimientos Cerámicos en su etapa en la Escuela de Artes, que abandonó por consejo de una profesora y se pasó a Diseño Gráfico. «Y ahora, por voluntad propia, he vuelto, después de veintipico años».
En las piezas que se muestran en Visiones está omnipresente uno de sus dibujos icónicos: el ojo. Al fin y al cabo, tal y como él mismo admite, es una de las cosas por las que se reconoce su trabajo, junto con el pelo. Parecía obvio que su el nombre de su exposición jugara también con el concepto de la visión.
«En este caso, me centré en ilustrar ojos y aplicarlo a la cerámica. Es también un juego con la palabra ‘visiones’, de cómo cada uno pueda percibir la cerámica o lo que te genera a ti una pieza. El match que tú haces con algo, que no sabes por qué pero que te atrae». Y hay mucho de experimentación «a nivel más psicodélico», según explica, jugar con el ojo, más allá del retrato, y colocarlo en diferentes situaciones: el capullo de una orquídea, un planeta, un tigre, un tatuaje old school… «Experimentar, pero siempre a partir de la figura del ojo como tal».
Lo de la obsesión por los ojos, cuenta, le viene de antiguo, aunque no puede explicar bien la razón. «Cuando empezaba a hacer ilustraciones y se las enseñaba a mis padres, mi madre siempre me decía: “Es esa persona, pero no, porque le falla algo en los ojos”. Y creo que, a partir de ahí, me obsesioné un poquito. Al final, es hacia donde tu mirada más se va. Creo que en los ojos es donde más se reconoce a una persona». Lo del pelo, sin embargo, es más una obsesión por los detalles, intentar lograr que parezca cabello de verdad.
Cómo se hace cada pieza
Para crear cada jarrón sigue un doble trabajo. Por un lado, la pieza cerámica. «Yo me hago unas plantillas en Illustrator con formas geométricas. Primero hago la forma de la cara y luego le doy volumen con una arista. Es como dar volumen a una silueta. Mi idea es que parezca que está hecho a partir de un molde cerámico, pero no, está hecho a mano».
Y, por otro lado, el trabajo de la ilustración. «Cuando me propusieron hacer una exposición al ver los jarrones, yo también quería que formara parte la ilustración», aclara. Primero hace la pieza y, en función de su forma y volumen, piensa el dibujo que la acompañará. «Quería jugar con lo que me sugiriera la forma de la pieza cerámica, ver de qué forma puedo intervenir para que haya un equilibrio entre la ilustración y la pieza, que tenga un sentido».
Pero tenía clara una cosa: aún no domina a la perfección la técnica y las herramientas con las que se decora la cerámica, así que tuvo que recurrir a unas calcas especiales para este material que podían aplicarse a sus piezas. «Vi que era la única forma de unir la ilustración que yo hago con la cerámica». Hacía el diseño digitalmente y luego encargaba la impresión de esas calcas a una empresa.
Con ellas, se dedicó a hacer pruebas con una pieza que no le quedó tan geométrica como quería. «Jugué mucho con los cantos, con las curvas, para ver también cómo reaccionaba la calca» y cómo solucionar problemas que pudieran surgir al aplicar diferentes temperaturas sobre los materiales. Porque la cerámica, aclara el ilustrador, tiene sus propios códigos. Cada pieza es única «ya que, aunque yo tenga la plantilla y luego le dé volumen, esa curva no va a ser igual que la otra. Y luego, en la forma de aplicar el esmalte, también puede haber diferencias entre unas piezas y otras, y todo eso después afectará a la calca».
Visiones es, pues, un juego y una experimentación que le está aportando cosas nuevas en su trabajo. Para empezar, le permite probar otro tipo de ilustraciones, salir del retrato, para exprimirse un poco más la cabeza y crear otro tipo de composiciones. «Ver qué puedo hacer que aluda al concepto de visiones, con un ojo, que no sea tan literal como lo que suelo hacer», remarca.
En ese juego, destaca que le ha gustado trabajar con un solo color. «Yo siempre utilizo mucho color, muchas tintas, en las ilustraciones. Pero como aquí quería que hubiera un equilibrio entre lo tradicional, que es la cerámica, y lo digital, que es la ilustración, decidí trabajar la cerámica sin ningún tipo de color, solamente con el esmalte transparente para que se vea en todo momento la pieza cerámica y las ilustraciones en gama de grises o en blanco y negro».
El resultado es que, a pesar de ser imágenes monocromas, el observador sí aprecia tonalidades. «El limitarme las tintas ha sido como frenarme a mí mismo, y eso ha sido un esfuerzo que me ha servido para ver que con menos tintas también puedo sacar mucho detalle con bastante buen resultado».