Change.org: La oficina que cambia el mundo

19 de octubre de 2012
19 de octubre de 2012
4 mins de lectura

Dice la canción que lo que no te mata te hace más fuerte. En el caso de Francisco Polo (Valencia 1981) esta premisa alcanza proporciones globales. Sus malas experiencias no solo le han hecho fuerte a él, sino que han empoderado a toda la sociedad. Esta fuerza se ha canalizado a través de una plataforma de activismo online. Actuable era su marca en España, donde consiguió más de dos millones y medio de usuarios. Change.org es el nombre internacional, el nuevo traje que se ha tenido que enfundar porque el anterior se le ha quedado pequeño.

En la actualidad Change.org tiene más de 15 millones y medio de usuarios, y se ha convertido en la plataforma de activismo social más grande del mundo. Su enorme red de activistas ha conseguido poner el foco en las sombras, en los problemas que la actualidad y el día a día van orillando y sacando de las primeras páginas de los periódicos. Pero vayamos por partes.

A espaldas de la Gran Vía madrileña hay un edificio de oficinas. En sus entrañas se encuentra la sede temporal de Change.org España, un piso de paredes blancas y suelo entarimado. Su ambiente aséptico recuerda a la consulta de un dentista, pero la frialdad del continente contrasta con el calor del contenido. Este lugar es el corazón del activismo social español. Seis jóvenes no apartan la mirada de sus ordenadores. Desde aquí planean estrategias para dar visibilidad a las peticiones y negocian campañas con ONGs. Entre ellos se alza Francisco Polo, elegido uno de los cien personajes del año por el diario El País. “En realidad tengo muchos defectos”, reconoce entre risas, “pero prefiero guardármelos para mi”. Cuesta reconocer en él al adolescente tímido que asegura haber sido. Pero fueron sus experiencias en esta época las que forjaron la empresa que hoy día es Change.org.

Francisco Polo no se sentía cómodo en el papel de víctima. En el colegio sufrió el acoso de sus compañeros. “Era diferente”, recuerda ahora, y muchos no supieron aceptar esa diferencia. “Más tarde me di cuenta de que era diferente porque era gay, y esto me llevó a pensar mucho. Me quedé con la idea de no permitir que una persona débil sufriera una injusticia”, asegura Polo. “Por eso fui el mejor de mi clase y me formé como el mejor tiburón financiero. Pero en lugar de utilizarlo para mis propios intereses, lo uso para ayudar a los demás”.

Francisco Polo también trabajó en política, una experiencia que le hace reconocer las virtudes y luchar contra los defectos de la democracia española. “La política en abstracto es algo fabuloso y sirve para modelar la realidad”, asevera, “pero en España tenemos una articulación de la política que está enferma. No hay separación de poderes, no hay transparencia y sobre todo no hay responsabilidad de los políticos sobre sus actos. Los ciudadanos son de usar y tirar. Tenemos que repensar nuestra democracia si queremos seguir viviendo en ella”, dice convencido. Pero mientras los políticos no cambien la realidad, empresas como la de Polo harán su parte.

Change.org es una empresa social. Tiene dos finalidades, una económica, algo que consigue haciendo campañas y dando visibilidad a distintas ONGs, y otra social. Es un modelo de empresa muy instaurado en los Estados Unidos. “Aquí lo será dentro de poco”, apostilla Polo, “y más con los recortes sociales que se nos avecinan”. Change.org tiene un mecanismo muy fácil. Cualquiera puede denunciar una situación o pedir un cambio en tres sencillos pasos lo que hace que se inicien unas 10.000 peticiones mensualmente. Otros usuarios pueden sumarse a la petición mediante una firma online, así se da visibilidad y se crea presión para cambiar una situación injusta. Con apenas 600 firmas, la petición puede conseguir cambios como el que propició Antonio. Él y su pareja, otro hombre, tuvieron una hija por gestación subrogada en Estados Unidos. Pero en el Registro Consular les negaron su inscripción como tal, un agravio que se convirtió en indignación al ver como otras parejas heterosexuales pasaban delante de ellos e inscribían a sus hijos sin el menor problema. La presión que ejercieron desde Change.org forzó al Ministerio de Justicia a cambiar la política de los consulados españoles.

Con 50.000 firmas se puede conseguir la libertad para un preso. Miguel Montes Neiro era el más antiguo de España. Con treinta y seis años a la sombra y ningún delito de sangre a sus espaldas, su familia no sabía a quién acudir. Sus hermanas colgaron una petición en Change.org solicitando un indulto, algo que consiguieron del gobierno de Rodriguez Zapatero. Con la formación del nuevo gobierno de Mariano Rajoy colgaron una nueva petición y tras varias semanas y 25.000 firmas más consiguieron el segundo indulto que significó la libertad de Montes Neiro.

Estos son los ejemplos más mediáticos, pero ha habido muchos más. Las actividades virtuales se vuelven reales en esta aséptica oficina, las peticiones de individuos consiguen alcance global y se transforman en cambios, grandes y pequeños, que mejoran el mundo. El prefijo “ciber” se hace inherente a la palabra “activismo” aquí, algo que Polo reconoce pero matiza, “el activismo online está para quedarse, pero nosotros no somo hooligans de Internet, no creemos que sea la única vía, por eso estamos en contacto con los medios de comunicación, intentamos explicar que también se pueden hacer cosas en la calle para terminar con la injusticia”. Su cruzada ha empezado en la red, ha tenido sus consecuencias en la vida real y no ha hecho más que empezar.

Foto: AL wikimedia Commons

No te pierdas...