Érase una vez un niño que vivía en Rota, un pueblo apacible de unos 30.000 habitantes, con unas playas deslumbrantes y un clima envidiable. El niño no imaginaba que, a pocos kilómetros de su casa, existía otro mundo, completamente diferente, donde se hablaba otra lengua y se vivía bajo otros parámetros.
El niño se hizo adolescente y un día le invitaron a conocer este mundo paralelo, en el que militares de los Estados Unidos vivían como si estuviesen en Tucson o en Milwaukee. Fue así como el joven llegó a la base aeronaval que el Gobierno de EE UU abrió hace 62 años en la España franquista. Era una americanada en la Andalucía profunda, ubicada en una zona estratégica en el tablero internacional. Hoy la base, que pertenece a la OTAN, es el principal escudo antimisiles de Europa.
«Tendría unos 15 años y fue gracias a un amigo, hijo de un alto cargo militar, y a su madre, que aceptó hacerse responsable de nosotros. Fue brutal. Yo alucinaba con todo», recuerda el andaluz. «Lo que más me impactó fue cómo en un mismo territorio podía existir tanta diferencia. Los semáforos, las señales de tráfico, las tiendas, los edificios, las calles… todo me llamaba la atención. Aquella tarde fuimos a la bolera y a comer perritos calientes; de fondo se escuchaban canciones de country y de rock. Era todo muy cinematográfico, parecía una película», agrega. Era un territorio inmenso: de las 8.000 hectáreas del municipio, unas 2.400 pertenecen a la base.
El niño, que se llama Christian Lagata, creció, se hizo fotógrafo y comenzó a hacerse preguntas sobre su vida y sus orígenes. Por ejemplo: ¿por qué su familia se había mudado a Rota, si él nació en Jerez de la Frontera? «2011 fue un año de cambios para mí: me mudé a Madrid y eso me ayudó a ver las cosas desde otra perspectiva. Comencé a cuestionarme muchas cosas, a visualizar a mi familia y a mí mismo desde fuera», relata Christian.
La curiosidad era tan fuerte, que el joven fotógrafo cogió su cámara 6×6 y decidió empezar un proyecto. Quería fotografiar la base americana y sus alrededores para encontrar alguna respuesta. Optó por el blanco y negro. «Lo primero fue iniciar una búsqueda sobre mi familia. Mantuve varias conversaciones con mi madre y con otros familiares para averiguar cómo fue el comienzo todo y por qué mis padres decidieron parar en Rota y no en otro lugar», cuenta.
Christian descubre que su big bang particular reside en las notas de un rock ultramarino, que sedujeron a su padre como el canto de una sirena. En Rota había una discoteca llamada April, que allá por el año 1973 organizaba fiestones con buena música, en una onda totalmente diferente a lo que se escuchaba en el resto de España.
«Todos los discos que se lanzaban en EE UU llegaban hasta aquí a través de los yanquis. La música prohibida también, desde los Rolling a Jethro Tull. Mi padre comenzó a trabajar vendiendo coches americanos de importación. Alquiló una pequeña casita en la playa, colindante con la valla de la base, donde hacían muchos guateques, pintaban murales y se divertían… Ahí comenzó todo», revela este fotógrafo de 28 años.
La valla es uno de los personaje esenciales de esta historia nacida entre el rock y el salitre. Aparece desde el comienzo de los tiempos y acaba condicionando por completo el trabajo artístico de Lagata.
«Cuando arranqué el proyecto, empecé a fotografiar y a documentarme sin pensar en la valla», reconoce Lagata. Pero llegó un momento en que la dichosa barrera se convirtió en una especie de Columnas de Hércules porque ya no era un inocente adolescente y como fotógrafo no podía colarse en la base militar.
«No pensé que me iba a topar con esa limitación para continuar mi investigación. Mi intención era fotografiarlo todo cámara en mano y así fue al principio, hasta que un día, retratando el interior de la base desde la valla, aparecieron cuatro patrullas de la Policía Militar estadounidense. Me retuvieron alrededor de hora y media: conocían la matrícula de mi coche, el tiempo que llevaba fotografiando y más detalles. Me estaba metiendo en problemas, ya no iba a poder terminar mi proyecto. Decidí alejarme por un tiempo, fotografiando solo lo que pasaba alrededor de la base», narra Lagata.
La valla le generó una profunda frustración. Al mismo tiempo, su cabeza se puso a trabajar en busca de una solución legal para su dilema. Hasta que encontró el camino para saltar la valla en el móvil de su amigo y en su cuenta de Facebook. Es un amigo «producto 100% Rota», hijo de un roteño y de una irlandesa, y criado en la cultura americana, entre yanquis. «Incluso se compró el coche de sus sueños y de los míos, un Ford Mustang. Pasábamos horas dando vueltas al pueblo, escuchando a la banda rock Creedence Clearwater. Eran auténticos viajes. Comencé a girar sobre mí mismo y a coger apuntes como un loco. Fue un punto importante para que el proyecto se convirtiese en lo que es hoy», afirma Christian.
Es decir, una exposición en la Kursala de Cádiz, inaugurada el 21 de abril y en cartel hasta el 12 de junio, con Jesús Micó como comisario, y su primer fotolibro, que se publicará a mediados de mayo, en colaboración con Fuego Books. El título del proyecto incluso salió de un álbum de la banda Creedence Clearwater: Up Around the Bend, algo así como ‘alrededor de la curva’. En la edición del libro han colaborado Gonzalo Golpe y Víctor Garrido en Madrid, y Walter Costa desde Brasil.
Su trabajo une la fotografía tradicional blanco y negro con un botín de imágenes extraídas de las redes sociales. Es el puente que Lagata encuentra para penetrar en la intimidad de la base. Para ello, tuvo que darle muchas vueltas al tema del apropiacionismo, un término cada vez más común en los trabajos fotográficos contemporáneos.
«Me fijé mucho en el trabajo de otros artistas. Consulté con Fosi Vegue y otros compañeros para averiguar a qué me exponía realmente y qué solución le podía dar. Poco a poco fui descartando imágenes comprometidas o un tanto explícitas. Pasé de trabajar con las imágenes del teléfono móvil de mi amigo a buscar directamente en las redes sociales de otros amigos, conocidos, amigos de amigos. Hice una mezcla de fotos entre lo que los americanos quieren vendernos y lo que realmente me servía para completar mi proyecto», revela Lagata.
Han sido muchas horas buscando en la red. También ha intervenido algunas imágenes, recortándolas y añadiendo un pequeño retoque que recordase a esas capturas de pantalla. Christian, que cita entre sus referentes a Robert Adams, John Gossage y Diane Arbus, reconoce que podría haber mostrado este lugar solo a través de sus excentricidades.
No hay que olvidar que, a partir de 1953, en el pueblo cambió todo. Los roteños se adaptaron a las necesidades del recinto militar y se generaron nuevos negocios. Aquí llegaron a convivir unos 11.000 ciudadanos de EE UU con los 20.000 moradores locales. Rota se convirtió en un lugar bastante peculiar y moderno para la época, con su autocine, sus negocios de comida rápida, coches, ropa y cualquier cosa de que dispusiese un estadounidense en su país.
«Pero me faltaba algo, necesitaba otras cosas más profundas. Abordé este trabajo queriendo ahondar en mi familia, en mi círculo y mostrar cómo conviven, en un territorio de pequeñas dimensiones, dos culturas aparentemente diferentes como la andaluza y la norteamericana, y cómo este mejunje nos ha influenciado. Digo aparentemente porque no son tan diferentes, conviven perfectamente y comparten gustos y tradiciones. Siempre pongo de ejemplo la similitud entre el flamenco puro, el cante hondo, y el blues del Mississippi y sus escenarios. Existe similitud, existen esas tradiciones y existe ese algo difícil de explicar», concluye Lagata, que ha dedicado cuatro años a este proyecto.
El niño que consiguió saltar la valla (y colarse en la base de Rota)
