La contaminación lumínica es, paradójicamente, la menos visible de todas. Tal vez sea porque no es la más nociva, aunque lo es en muchos sentidos.
Quizá la consecuencia más evidente de que las ciudades estén iluminadas de forma poco eficiente (a horas en las que aún hay luz natural, con tipos de luz inadecuados o focos desperdiciados) es el despilfarro económico. Pero hay muchas más.
Las comenta Alejandro Sánchez de Miguel, autor de la tesis Variación espacial, temporal y espectral de la contaminación lumínica y sus fuentes, que se lamenta de la ignorancia que existe hacia su campo de estudio: «incluso tipos de contaminación de los que no hay efectos probados en humanos tienen más presencia en los medios de comunicación».
La primera de estas consecuencias es la cultural. Al dirigir la iluminación artificial hacia el cielo, «variamos la visión de las estrellas. Hay monumentos con orientación astronómica, como la Isla de Pascua, que perderían parte de su sentido. En algunos lugares como La Palma o Hawái se está empezando a proteger el cielo como patrimonio». Otro ejemplo es la ciudad de Madrid. «Tenía fama por la calidad de sus cielos. Famosos astrónomos árabes estudiaron el cielo desde Madrid. ‘Las Vistillas’ se llaman así porque la gente se reunía allí para ver el cometa Halley. Todo ese patrimonio cultural ha sido destruido. Ahora tienes que alejarte 85 kilómetros de Madrid para ver un cielo en condiciones».
[pullquote]Aproximadamente el 3% de la contaminación atmosférica del día siguiente se podría evitar si no estuvieran las luces de las farolas[/pullquote]
También hay efectos probados en muchas especies («como los búhos, los murciélagos o los mosquitos«) y en la salud humana. «Provoca una disrupción de los ciclos circadianos. A nadie le gusta dormir con la luz encendida, hay una relación entre la iluminación y la calidad del sueño». La OMS ha categorizado como «probable» o «grupo 2» que las turnos de trabajo nocturnos que implican dormir de día causen algunos tipos de cáncer. «Si no se ha considerado grupo 1 aún es porque consideran inmoral hacer el experimento en humanos», explica Sánchez de Miguel. «En las zonas con más iluminación hay más cáncer de mama y próstata, pero eso no significa que la luz produzca cáncer», puntualiza. «El ruido también produce esa disrupción y es difícil desacoplar los dos efectos».
Volviendo al tema económico, el astrofísico califica de «escandalosa» la factura de alumbrado público en España, que ronda los 950 millones de euros anuales. En Europa solo la supera Suecia (un país que tiene muy pocas horas de luz natural) y Bélgica, cuyo gasto se dispara por sus leyes de iluminación de las carreteras.
No siempre más luz significa mayor seguridad. «En el caso de las autopistas, hay estudios que indican que podría provocar accidentes más graves al ir los conductores más rápido o chocar contra las farolas». Y en el caso de la seguridad ciudadana, «a partir de un mínimo no hay correlación entre el nivel de iluminación y la seguridad. Solo hay una falsa sensación de seguridad».
Además, la luz puede influir en la contaminación atmosférica. «La luz del sol, al juntarse con el óxido de nitrógeno de los coches, produce un contaminante. Cuando no hay luz, se produce en su lugar un fertilizante. Pero esta producción resulta más lenta si hay luz artificial. Aproximadamente el 3% de la contaminación atmosférica del día siguiente se podría evitar si no estuvieran las luces de las farolas».
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Planteado este panorama, ¿cuál sería una posible solución? Según Sánchez de Miguel, «reducir la potencia gradualmente según avanza la noche, como ya se hace en algunas ciudades, y evaluar adecuadamente el impacto ambiental de las infraestructuras».
[pullquote]La OMS ha categorizado como «probable» que los turnos de trabajo nocturnos que implican dormir de día causen algunos tipos de cáncer[/pullquote]
Para este último cometido puso en marcha en la plataforma Crowdcrafting el proyecto Cities at night, que se sirve de la participación ciudadana para clasificar las miles de fotos nocturnas publicadas por la Estación Espacial Internacional. El proyecto está dividido en tres fases. En ‘Dark skies’, los voluntarios clasifican lo que se ve en la foto: estrellas, una ciudad, un astronauta o solo oscuridad. En ‘Lost at Night’, identifican ciudades en las fotografías. Por último, en ‘Night Cities ISS’ graban la longitud y la latitud de las ciudades, de manera que quedan georeferenciadas con seguridad.
A los voluntarios no se les piden conocimientos previos. Algunos de los 30.000 que han participado hasta ahora lo hacen solo «por ver fotos bonitas y explorar». Otros, por ayudar a la ciencia en un proyecto relacionado con la NASA y la Agencia Espacial Europea.
El programa hace que cada tarea sea presentada a más de una persona para minimizar el error humano. El proyecto, de momento, no tiene fecha de finalización y su continuidad depende de la recepción de ayudas económicas.
Alejandro Sánchez de Miguel ya tiene en mente otro proyecto para el que utilizar el software de colaboración ciudadana Pybossa: se trata de un proyecto de detección de meteoritos. «En el futuro, este software podría usarse para detección de galaxias o asteroides o para detectar qué entidades son las que están contaminando».
Todas las personas pueden colaborar. Por ejemplo, utilizando de forma responsable el alumbrado privado de las urbanizaciones, «instalando detectores y procurando no iluminar hacia arriba ni hacia la fachada de los vecinos». En el caso de los comercios, sería recomendable seguir el ejemplo de Francia, que establece que todas las luces deben estar apagadas desde el momento en que sale el último empleado. Las campañas como los apagones mundiales sirven «para concienciar a la gente» y también como tests de estrés, ya que «prueban que la luz artificial no es tan necesaria como creemos. Hay apagones accidentales que han hecho descubrir a los ciudadanos cosas que no conocían. En Estados Unidos, la gente llamaba a la policía preguntando por unas luces extrañas que veía, ¡y era la Vía Láctea! En uno de esos apagones no hubo crímenes porque la gente se quedó en sus casas. En Bélgica apagan un municipio entero una vez al año para ver las estrellas».
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Interesante artículo, que aporta acciones concretas al alcance de los internáutas para contribuir a cambiar el estado de cosas actual sobre este tema.
Aporto aquí un artículo sobre el asunto, publicado en mi blog, bajo el título de «Robo de Estrellas».
http://horizontesperdidos.com/robo-de-estrellas/
Buen artículo. Podriamos añadir el efecto deslumbrante en las carreteras causado por focos mal instalados en restaurantes, polígonos industriales… Hay mucha falta de información.
Ademàs veo que instalaciones privadas de naves industriales están cambiando al led para iluminar sus fachadas y altededores. Cómo consume poco no se repara augmentar la cantidad de lúmenes, a menudo con led frio (6000K), ni se colocan siguiendo la normativa de inclinación del haz, incluso a menudo, de abajo hacía arriba para reducir costes de instalación.
Esta noche he estado tomando fotos sin flash ni trípode en Las Gavarras, a 20km de Girona. Falta mucha sensibilización.
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