Puede que combinar ‘coches eléctricos’ y ‘XIX’ genere en el lector un formidable chirrido en las córneas, un guantazo inesperado en la mejilla que ponga a más de uno en guardia. Avisados quedáis (aunque ya sea demasiado tarde para advertencias). Pero no se trata de un error: asociamos el vehículo eléctrico con la modernidad. Nos es tan difícil separar la imagen de un coche y la de un surtidor de gasolina como juntar en un mismo retrato a Napoleón y un smartphone en su oreja. Sin embargo, lo cierto es que el ser humano viene dándole vueltas a la idea de moverse en coches impulsados únicamente con energía eléctrica desde mucho antes de que se inventara el primer motor de combustión. De hecho, desde bastantes décadas antes.
Para hacernos una idea de cuán viejo es el sueño del coche eléctrico vamos a usar otra vez al bueno de Napoleón. Cuando el húngaro Ányos Jedlik construyó el primer prototipo eléctrico a pequeña escala, el emperador francés solo llevaba muerto ¡siete años! Corría el año 1828 y ni Londres ni París ni Berlín contaban con red de alumbrado eléctrico. Cerca de 10 años después vio la luz el que es considerado primer coche propulsado al 100% por energía eléctrica. El ‘padre’ del prodigio fue el escocés Robert Anderson. Y de eso hace 180 años.
Este fin de semana se ha celebrado en Barcelona el EXPOelèctric Fórmula EVS27. Los coches eléctricos vienen pisando fuerte, sobre todo en el centro de Europa y en los países nórdicos. Aquí andamos dos o tres escalones por detrás, sobre todo en lo que a estaciones de recarga se refiere. En Alemania, por ejemplo, los grandes centros comerciales ya ofrecen recargas gratuitas a sus clientes. Y todo parece indicar que el desarrollo de infraestructuras en nuestro país se incrementará paulatinamente en los próximos años, aunque sea por la inercia de lo que ocurre en otros sitios de Europa. ¿Estamos cerca de ver hecha realidad la quimera de aquellos antiguos visionarios? Mucho más cerca que hace diez años. Sin duda. Pero a pasitos.
«Al final es todo una cuestión de tiempo. Antiguamente lo habitual era viajar en carros por caminos de piedra. Cuando esos caminos pasan a convertirse en carreteras asfaltadas aumenta automáticamente el número de coches a motor. En el caso de los vehículos eléctricos ocurre algo similar». Pedro Terrado es uno de los visitantes de la feria. Su visión es totalmente positiva. No tiene duda de que esta tecnología acabará siendo la habitual en toda nuestra sociedad. «En cuanto aumente el número de surtidores eléctricos empezaremos a usar más y más este tipo de coches».
El goteo de visitantes que se suman a la cola para probar los vehículos es incesante. Le toca el turno a Pedro y me subo con él a un e-up!, el último modelo que le falta por probar. «Mucha gente se queja porque son silenciosos; dicen que necesitan oír el ruido del motor, sentir el cambio de marchas… Para mí todo este silencio es algo mágico. Es cierto que uno tiene que acostumbrarse, pero es que, al final, esto será lo normal. Igual que ahora escuchamos un motor de dos tiempos y nos damos la vuelta porque hace ruido, en unos años escucharemos un motor de cuatro tiempos y también nos giraremos».
Cuestión de tiempo, pues. Es posible que los días de gloria del petróleo estén tocando su fin, al menos en lo que a circulación urbana se refiere (no será mañana, pero seguramente más pronto que tarde) y que estemos ya a solo un paso de la modernidad, ¡perdón! , de concretar aquella vieja quimera del XIX.