Hay veces en que la consulta del médico se transforma para el paciente en una cápsula, diminuta y aislada, al margen del tiempo y el espacio. Es ese momento en el que llega el diagnóstico de una enfermedad de la que quizás nunca había escuchado hablar y de la que, a partir de ese momento, tendrá que saberlo todo.
En el momento del diagnóstico la comunicación del médico o sanitario se hace imprescindible. La entonación, la elección de las palabras, el recorrido de la mirada… todo cuenta en ese momento decisivo. Pero ¿cómo explicar algo que afecta a tantos aspectos de la vida como una enfermedad? ¿Cómo hablar del cáncer sin asociar la palabra muerte? ¿Cómo hablar de la depresión sin limitarla a la tristeza o del autismo sin resumirlo en el aislamiento?
Hace décadas que, desde el mundo sanitario (especialmente en países anglosajones) entendieron la enorme utilidad del cómic, la novela gráfica o las ilustraciones como herramientas para informar a los pacientes sobre la enfermedad, para ayudar a entender a los sanitarios la vivencia de la enfermedad más allá de la teoría o incluso para reinterpretar la teoría durante los años de formación en las universidades. Aquí en España, ya lo sabía Ramón y Cajal, hay algo en la ilustración que completa a las palabras.
Desde ese convencimiento, el médico británico Ian Williams y la enfermera estadounidense, MK Czerwiec, ambos autores de cómics, iniciaron el movimiento Graphic Medicine, que cuenta incluso con un Manifiesto y que se dedica a difundir el uso del arte gráfico como un medio para entender la enfermedad. Hace unos meses celebraron en Seattle la octava edición de la Conferencia sobre Cómics y Medicina, que cada año reúne a sanitarios, autores y lectores de cómics sobre salud y enfermedad en todo el mundo.
En España, la médico de urgencias Mónica Lalanda encontró en la ilustración una forma de volcar sus reflexiones sobre la ética y la práctica médica que el año pasado reunió en su cómic, Con-ciencia médica. Después de investigar sobre el papel del cómic en la comunicación sanitaria y en la formación de los profesionales, entró en contacto con el el movimiento Graphic Medicine y, junto a un grupo de profesionales afines, decidió iniciar su réplica en español.
«Somos poquísimos los sanitarios que hacemos cómics en el mundo, y la mayoría son cómics descriptivos de la experiencia», explica Lalanda. «Los cómics realizados por autores que en un momento dado dedican su obra a relatar su enfermedad o la de un ser querido, sin embargo, nos resultan muy útiles a los sanitarios, de ahí que en Medicina Gráfica los estemos reseñando. Ya hemos localizado unas 70 obras y la lista crece cada día», añade.
Seguir las actualizaciones de su página web o el feed en su cuenta de Twitter es como abrir una gran enciclopedia médica, con la diferencia de que aquí lo que cuenta es la historia y las ilustraciones, pero sobre todo, la experiencia. Se trata de entender la enfermedad desde el punto de vista de las personas que la padecen.
«Recetar cómics es muchas veces recetar información desde la perspectiva de alguien que está pasando por lo mismo. Creo que en los próximos años vamos a ver una evolución en la visión que se tiene del cómic, una vez que terminen de caer los prejuicios que lo juegan como algo infantil o underground», puntualiza Lalanda.
El dibujo como analgésico
Desde muy pequeño, el dibujante francés Rémi Zaarour, más conocido como Pozla, padecía fortísimos dolores de barriga, diarreas continuas y malestar general que le llevaron a numerosas consultas en busca de un diagnóstico. En 2011 descubrieron que sufría la enfermedad de Crohn, por la que tuvo que someterse a una delicada operación quirúrgica. Durante el tiempo de hospitalización se dedicó a dibujar su enfermedad no solo desde los síntomas que padecía, sino desde las emociones que le provocaban.
Más tarde, fuera ya del hospital, decidió hilar su historia y publicó De tripas y corazón, un recorrido experiencial sobre una enfermedad de la que apenas se habla. El cómic ha tenido un gran éxito de crítica y público, pero lo más importante, según explicaba en una entrevista, es que hay muchos enfermos de Chron o patologías parecidas que le han dicho que «gracias al libro se han podido comunicar con sus personas más cercanas; y los médicos se han dado cuenta de que gracias al libro conocen el calvario por el que pasa el enfermo».

En España, fue paradigmático el éxito de la novela gráfica Arrugas, de Paco Roca, en la que pudimos entender, quizás mejor que nunca, lo que significa ir dejando atrás la memoria en un momento, la vejez, en el que se agolpan los recuerdos de toda una vida. Ambientando en una residencia de ancianos, Emilio, el protagonista, está inspirado en el padre de un buen amigo del autor y entre viñeta y viñeta —especialmente en las viñetas que no se ven— va dejando en el lector la sensación de estar asistiendo a la más irremediable evidencia: algún día nos puede pasar a nosotros.
Para explicar el poder del cómic para transmitir experiencias vitales, Lalanda apela a lo que el autor y teórico del género Scott McCloud ha llamado el arte de lo invisible: frente a las páginas de un cómic, es el lector quien debe completar los espacios vacíos entre las viñetas para generar la acción, la secuencia, en definitiva, la historia. «A diferencia de otros medios visuales como las películas, el lector puede moverse en las viñetas hacia detrás o hacia delante, buscando detalles, elaborando simbologías, todo lo cual favorece la reflexión», explica.
Las paredes de la consulta como un cómic abierto
Tolo Villalonga, enfermero de pediatría en Mallorca y parte del equipo de Medicina Gráfica, piensa que el potencial visual del dibujo y la ilustración puede traspasar el papel o las páginas de un libro. «Cambiando la estructura tradicional de consulta por una pedagógica mente activa, distribuida por rincones de salud, todo el entorno de la consulta se transforma en un ambiente comunicativo», explica.
A través de su método, la Consulta por rincones, que lleva 20 años desarrollando de manera personal y que ha instaurado en el centro de salud Es Blanquer de Inca, en Mallorca, concibe el espacio de consulta como un mapa que los niños utilizan para entender lo que les pasa: están el rincón del cuerpo humano, en el que pueden identificar la zona que les duele; el rincón de las emociones, donde pueden hablar de sus sentimientos y están también los espacios para la actividad física, el de la alimentación y el de los hábitos de vida saludables.
A lo largo de su recorrido, los niños se encontrarán también con fonendoscopios y jeringuillas, como en cualquier otra consulta de enfermería, pero no están a la vista sino escondidas en cajas de colores. Rincón a rincón, dibujo a dibujo, los niños van entendiendo la relación entre la salud y su propio cuerpo y también los padres adquieren nuevas formas de cuidar —y cuidarse— enseñando.
«He observado que algunas familias actúan por sí solas, manejando la información que transmite la consulta para explicarlo a sus hijos o para reflexionar personalmente en algo descrito. Otras, esperan que les indiques algún detalle descrito en algún rincón. Varias, sobre todo las que tienen dificultades de idioma, buscan un lugar para repasar o preguntar», añade Villalonga.
En el maravilloso cómic Que no que, que no me muero, la autora cuenta a través del personaje de Lupe el proceso interior y el social que se experimenta tras el diagnóstico de un cáncer de mama. En uno de los capítulos, la protagonista charla relajadamente con su marido de cómo le gustaría que fuera su entierro. «Cada vez que digo cáncer, a la gente le falta tiempo para cerrar los ojos y darme el pésame».
No está segura de si quiere un entierro vikingo o uno espacial y la conversación está cargada de humor. Una manera distinta, profundamente personal, de contar el torbellino emocional al que inevitablemente empuja la enfermedad.
Ma interesante
Cuentas que la OMS hizo arroojar estas viñetas sobre zonas pobladas del desierto a donde no `podían llegar por otros medios .El resultado es que casi nadie tomaba la pastilla y las dolencias continuaron en aquella poblaciones. Extrañadas las autoridades sanitarias se pusieron a investigar cual era la causa de que aquel método que resultaba exitoso en las ciudades no causaba efecto entre los oasis y aldeas del desierto. Alguien, por fin dio con la razón del fracaso. El árabe lee de derecha a izquierda. De esta manera el rostro sano se mostraba al prinicpio y el enfermo a continuación de la i9ngesta del medicamento.
Gran historia Francisco que muestra, por otro lado, la falta de implicación que en la historia de muchas instituciones han tenido con las comunidades con las que trabajan…Una amiga trabaja con personas con albinismo en Tanzania y los dibujos e ilustraciones muchas veces son imprescindibles para explicar cómo y cuándo se tienen que echar las cremas de protección solar…Un saludo