Cómo dos sabuesos encontraron la madriguera de la sabia tortuga

25 de julio de 2011
25 de julio de 2011
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“Hemos tardado 15 años en pensárnoslo… o quizá 15 años en no pensarlo y lanzarnos a la piscina. El caso es que nos casamos el próximo septiembre y que nuestras madres están encantadas. En esta web podréis conocer los detalles de nuestro evento. Elige tu perfil para acceder:
1. Soy invitado: he recibido un mail con código de acceso
2. No me han invitado pero me encantaría cotillear y saberlo todo.
En este caso, adelante. Curiosea”.
Harold Vas y Ana Sastre, los sabuesos que encontraron la madriguera de Doña Gertrud la sabia tortuga, se casan. Pero hasta que eso ocurra… han pasado muchas escenas quizá más insospechadas aún. Una de las cuestiones decisivas de una boda es: ¿a quién invitamos? y ¿cómo lo invitamos?
“Al principio pensamos en la típica invitación en mano, pero nos dimos cuenta de que la logística era muy complicada”, cuenta Vas. Entonces se dio cuenta de que tirar del oficio podía hacer las cosas más fáciles. El publicitario conoce bien el manejo de datos en páginas web y pensó que si lo hacían así “puedes llevar un control de todo lo que va ocurriendo. Sabes quién confirma, cuándo ha confirmado y te dice si va acompañado o no”.
Una vez decidido que sería una invitación-web, pensaron: “Ya que vamos a hacerlo así, vamos a hacerlo cachondo. Haremos algo sencillo que informe de los datos básicos de la boda”.
Datos, como por ejemplo, “Qué me pongo”.

Ya sabes que nosotros somos muy elegantes y distinguidos y, por eso, aunque estemos en el campo, seguiremos en nuestra línea. El color es bienvenido y los tacones también, aunque tendréis algún problema para acceder al recinto. Un consejo, llevad unos zapatos de repuesto. Las chicas siempre vais guapas, pero los chicos podéis ir con chaqueta y sin corbata si lo deseáis.
Indie-grunges, Gafa-pastas, Modernismos, Punkies-sado, Heavies de bolera… y demás experimentos sociológicos están admitidos siempre y cuando se laven la cabeza. Es muy importante la higiene, ya lo dijo Fleming.

Ana y Harold también querían contar “su historia de amor”. Para ellos es tan grande como la de las «parejas históricas». Bella y Bestia, Pirata y Sirena, Sheriff y Jefe Indio, Zanahoria y Tomate o Domadora y Conejo.


Hablaron con un amigo que se dedica a atrezzo y vestuario. Pasaron un día entero probándose trajes y, si faltaba algún detalle, como las orejas de Bestia, acudían a un bazar chino donde siempre hay de todo.
Una jornada completa más para las fotos. Y ya solo quedan las historias de cada una de las “parejas históricas”. Esta, por ejemplo, ocurrió cuando se convirtieron en Tomate y Zanahoria.

Zanaharold lloraba desconsolado. Sentía que su piel se agrietaba en el mostrador de la Zumería de la calle Bravo Murillo. Los clientes seleccionaban fresas y naranjas para sus ricos smoothies, pero las hortalizas obviamente no estaban de moda.
– “Una pena” se dijo Zanaharold. “mi betacaroteno se echa a perder. Mucho ignorante, eso es lo que hay en Madrid. La zanahoria es buenísima para la piel”
Lo que más lamentaba Zanaharold era perderse la sensación de mezclar sus vitaminas con alguna otra fruta apetitosa. Sentía pavor al pensar que acabaría en un sucio cubo de la basura devorado por alguna rata hambrienta incapaz de apreciar los sutiles aromas de su cuerpo serrano.
De pronto, sin saber como, Zanaharold fue catapultado hasta el fondo del habitáculo quedándose pegado al cristal del mostrador. Estaba aturdido y asustado pero su sensación duró poco ya que un bello resplandor rojo cegó sus pensamientos.
– “Pero ¿qué es eso tan bello? ¿Una fresa? ¿una cereza?”
– “Mi querido javivi, soy un tomate marroquí. Mi nombre es Tomana” respondió su rojiza compañera.
Zanaharold se quedó sin habla. Nunca había visto algo tan hermoso y al instante comprendió que su destino estaba unido para siempre a la bella Tomana… y algo más debieron percibir los clientes de la Zumería, porque en ese mismo instante comenzaron a multiplicarse los pedidos de smoothies de zanahoria y tomate.
El dependiente agarró a Zanaharold y Tomana y después de hacerles un corte limpio los metió en la licuadora de 800w. Ambos sonreían cuando las cuchillas trituraban sus cuerpecitos y hacían realidad su deseo de unión.









 
 
 
 

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