La república democrática de EEUU, tal y como la conocemos, ha muerto. Según el conocido académico Lawrence Lessig, el sistema político estadounidense sufre una dependencia tan viciada entre los que manejan el dinero y el poder político que hace imposible defender los intereses de la mayoría.
«Tenemos un sistema donde el 0,05% de los norteamericanos financian la mayor parte de las campañas políticas. El 0,26% da más de 200 dólares, un segmento minúsculo de la población».
Esto produce una situación en la que los congresistas dedican entre el 30% y el 70% de su tiempo a recaudar dinero para sus campañas en vez de trabajar para sus votantes. A la vez, intentan no tomar decisiones que puedan poner en riesgo esa financiación durante su legislatura.
En su libro Republic Lost, que presentó el pasado martes en The Daily Show, propone soluciones mediante unos cupones democráticos pero antes entra en el fondo del problema:
– El hecho de que cada congresista dependa del dinero de tan pocas personas hace que pasen gran parte de su día respondiendo a los intereses de estas facciones en vez de las de sus votantes.
– Se acaban produciendo situaciones de desequilibrio, como lo ocurrido durante el intento de reforma del sistema financiero en el último año. «Durante el anteproyecto de ley, por cada persona que trabajaba para incrementar la regulación de los bancos, había 25 individuos intentando impedir más regulación para el sistema financiero en Washington». El resultado fue que al final se aprobó una ley que ha dejado el sistema prácticamente igual que antes.
– Estos mecanismos generan situaciones de desfase entre los intereses de la población y la de los políticos. Lessig denuncia que durante los primeros meses de 2011 el tema que dominó el congreso fue una ley sobre si las comisiones de tarjetas de crédito deberían ser más altas para los bancos o más bajas para las tiendas. «Se produjo una batalla entre congresistas que reciben su financiación de la industria retail y en el otro bando políticos que reciben financiación de los bancos. Todo esto a pesar de que estamos metidos en dos guerras y problemas económicos gigantescos».
Pasemos a las soluciones:
Según Lessig, la única forma de llegar a una solución satisfactoria es arrancar el problema de raíz empezando por limitar las donaciones a políticos sin excepciones a 100 dólares por persona. El catedrático de Harvard argumenta que si el político de turno ya no depende de este 0,25%, la dinámica cambia por completo.
Para introducir este nuevo régimen, el cofundador de la fundación Creative Commons propone un sistema de cupones. «Los primeros 50 dólares de impuestos se devuelven a cada ciudadano en unos cupones democráticos con valor de 50 dólares. Con esos vales, tienes la posibilidad de dar esa cantidad a congresistas que aceptan solo recaudar fondos de esta forma. Se permite además una donación de un máximo de 100 dólares por cada contribuyente».
En total, eso generaría 7.000 millones de dólares, una cantidad que triplica el dinero privado que se invirtió en campañas políticas en 2010. La dinámica cambia por completo. El congresista ya no depende de unos pocos. Debe su financiación a un grupo mucho más representativo de la población.
En esta línea, Lessig piensa que la transparencia no basta para cambiar las cosas. «Está muy bien ver la cámara de BP enseñando cómo el chapapote de petróleo entra en el mar pero lo que queremos es acabar con ese chapapote».
Con esto quiere decir que si las herramientas de transparencia nos permiten ver la relación entre el dinero y el poder, lo único que hace es reafirmarnos que no hay nada que hacer para pararlo.
Y aquí el quid de la cuestión:
Algunos de vosotros pensaréis, a mí que me importa lo que sucede en EEUU. Bastantes problemas tenemos aquí como para preocuparnos por lo que sucede allí.
Nos guste o no, las cosas que pasan en Estados Unidos tienen mucha influencia sobre nuestras vidas. Gracias a este sistema corrompido no se están tomando las medidas adecuadas para evitar que una crisis financiera como la de 2008 vuelva a suceder. Los que deberían proponer soluciones están comprados para dejar todo exactamente igual.
En España las noticias recientes muestran que vamos por el mismo camino.