Los datos positivos de las últimas semanas en cuanto al descenso en el número de contagiados por coronavirus en España han permitido que podamos abrir un poquito la puerta de nuestras casas y retomemos con mucha prudencia el contacto con el exterior. Si la cosa sigue mejorando, hay que pensar en volver al tajo y retomar la vida laboral. ¿Cómo? ¿Qué medidas tendremos que tomar? ¿Cambiará el aspecto de las empresas cuando se olviden de que la gente es igual de productiva teletrabajando que plantando el culo en una silla de la oficina ocho horas al día?
Quizás la respuesta esté en Corea del Sur, uno de los primeros países que antes supo reaccionar ante la COVID-19.
El Gobierno coreano ha creado una extensa guía para la ciudadanía indicando cómo se debe proceder en prácticamente todos los ámbitos de la vida que implican salir de casa: reuniones con amigos y familiares, misas, compras, restaurantes, colegios, cibercafés, bodas y funerales… Y, por supuesto, cómo comportarse y protegerse en los puestos de trabajo, en especial, si es una oficina.
Solo hay un pequeño problemilla con el documento, y es que está escrito –lógicamente– en coreano, pero la revista Quartz ha tenido a bien traducir la parte que nos interesa en este artículo: el curro. Y si, por un casual, los Gobiernos del resto de países del mundo, incluido el nuestro, deciden actuar igual que los asiáticos, será necesario abrir la mente y cambiar el chip.
Adiós a los espacios de trabajo tal y como están ahora, todos bien juntitos y apelotonados, y hola a las videorreuniones y al teletrabajo, lo que cambiará también la manera de socializar con los compañeros.
RECOMENDACIONES PARA EMPLEADOS Y EMPLEADORES
Si te encuentras mal, vete a casa. Es la primera recomendación y la más obvia. Mantener tu puesto de trabajo es importante, al fin y al cabo, ninguno comemos del aire; pero proteger tu salud y la de tus compañeros es UN DEBER.
Si, además, eres jefe, convendría que instalaras escáneres térmicos y termómetros sin contacto para tomar la temperatura de tu plantilla antes de que accedan a la empresa.
Horario flexible y teletrabajo. Si en una empresa se ha dado la posibilidad de escalonar, por ejemplo, la entrada y la salida, de flexibilizar los horarios laborales gracias al teletrabajo, de usar los días de tiempo libre remunerado como las vacaciones o días por enfermedad, hay que aprovecharla.
En el caso de que haya alguien con síntomas (fiebre, dificultad respiratoria…) o si tú mismo, ¡oh, amado líder!, has viajado al extranjero en los últimos 14 días, sé bueno y deja que tus empleados se queden en casa. Que para eso les has dado la oportunidad de hacer todo lo mencionado arriba. Y si no lo has hecho, plantéatelo como nueva política de empresa.
Guarda las distancias, y cuanto más, mejor. Otra obviedad, pero fácil de olvidar cuando te reencuentras con tu colega Seong-Jin (Paco, en coreano) y te entran muchas ganas atizarle el lomo con esos golpes en la espalda que refuerzan el afecto y la camaradería entre machos alfa. En caso de desafecto, tampoco podrías abofetearle con la mano abierta, como te pide el cuerpo. Distancia prudencial, my friend. Da igual si eres currito o empleador.
Y si hay que mantener la distancia social (acostumbrémonos definitivamente a la jerga de la pandemia y no luchemos contra ciertos neologismos, que roba mucha energía y nos jode el rollito zen), quedan afectados también otro tipo de relaciones.
Los talleres, seminarios y cursos de capacitación que pudiera haber deben realizarse online o por videoconferencia. Si eres empleador, trata de reducir al mínimo los viajes de negocios, ya sean nacionales o internacionales. Desde una pantallita también se puede negociar.
Ahora bien, si no hay más remedio que relacionarse con otras personas cara a cara, tanto jefes como empleados deben mantener las pautas de higiene personal recomendadas (mascarilla, las toses, etc., etc.). Como empleado, lo ideal es que puedas sentarte y mantenerte a dos metros (o, como mínimo, a un metro) de distancia de tu compañero. Si imaginas que tiene halitosis, te será más fácil ponerlo en práctica. Para ello, tu jefe, que es una gran persona (¿VERDAD?), habrá posibilitado la reorganización de espacios para distanciar los puestos de trabajo, recolocar los escritorios y mesas y cambiar la orientación de los monitores.
Esa reorganización necesaria para que pueda correr el aire entre los trabajadores afecta también a zonas como cafeterías o comedores de empresa. Los que mandan procurarán que los usuarios puedan sentarse en fila o en zigzag. Y si no es posible, colocarán mamparas transparentes entre las mesas. Los mandados, por su parte, deben olvidarse de la cháchara y limitarse a zampar y a tragar sin más, que allí se va a lo que se va. Y si no les queda más remedio que recurrir al diálogo porque su exquisita educación les impide ser descorteses con sus semejantes, se recomienda que se cubran la boca (y no hablen con el pozo lleno, que es muy asqueroso).
Importante: no hacer cosas que provoquen que la gente escupa. Ahí entran costumbres tan comunes en cualquier puesto de trabajo como como cantar (¿acaso no lo hacéis en vuestro curro?) o contar chistes buenos que hagan reír a carcajadas. Tampoco tienes que ir provocando la furia de tu jefe, si eres currito, que ya sabemos cómo esputa cuanto te echa la peta. Y si estás en el lado opuesto de la balanza de poder, controla tu ira, que los salivazos son muy desagradables y restan autoridad. En caso de desafecto con algún colega, ocupe el escalafón que ocupe, ni le escupas ni le hagas escupirte. Es muy feo y tremendamente peligroso.
Ventila y desinfecta. Que entre el aire y que se lleve el olor a humanidad (y a lejía) que pueda impregnar el ambiente. Y usa la lejía y otros desinfectantes como si no hubiera un mañana. Esto implica desinfectar regularmente los lugares y objetos que tocas con frecuencia (mesa, teclado, ratón, teléfono, etc.), lavarte bien las manos (a todas horas, como si tuvieras un TOC) y toser como ya sabes: en la sangradura (nunca es tarde para aprender que nos referimos con esa palabreja al lado opuesto del codo).
Tú, como jefe, deberás facilitar a tus empleados indicaciones de cómo lavarse las manos o cómo toser (¡qué chiquillos estos, que no hay manera de que aprendan buenas costumbres si no se lo repites mil veces!) y proveer de geles desinfectantes e hidroalcohólicos, mascarillas y otras medidas de higiene a tus empleados, en función del puesto de trabajo que ocupen. No busques ahorro en eso.
Para todos, es recomendable evitar tocarse la cara sin lavarse las manos. Fuera los apretones de manos, los abrazos o cualquier otro contacto físico. Tocarse es ETA. Y conviene llevarse de casa su propia taza del café, su cucharilla y cualquier menaje que pueda usarse en la hora del bocata.
Guarda la distancia física, sí, pero mantén la conexión social. Que no te puedas tocar no implica que no te puedas relacionar. Recuerda que el humano es un ser social, no luches contra tu naturaleza. Ahora bien, evita reuniones sociales y otras costumbres como la cervecita de la salida con los compis (sí, llora, está permitido). Como jefe, debes recomendar a tus empleados cambiar esa costumbre de quedar después de trabajar al abrigo de un copazo para ponerte a parir (los muy ingratos) y recomendarles que se vayan directamente a sus casas para minimizar riesgos de contagio por el camino. Diles que es por su bien, ya verás cómo funciona y te hacen caso.
Si hay algún lugar de descanso en tu oficina, conviene evitar coincidir dos o más personas allí. De uno en uno, como cuando se va al baño. Un buen jefe no se cansará de recomendarlo y un buen empleado sabrá seguir el consejo. Proporcionar salas de reuniones improvisadas para recibir posibles visitas siempre que sea posible entra también en los deberes del buen empleador, así como crear un departamento específico o nombrar a una persona de la plantilla que se encargue de gestionar todas estas recomendaciones y otras que puedan ir llegando.
¿Y QUÉ PASA CON LAS REUNIONES?
Una oficina sin reuniones es como una junta de vecinos sin bronca: inconcebible. El Gobierno coreano es consciente de ello y por eso también ha tenido en cuenta esta ¿útil?, ¿productiva? faceta del mundo laboral en las empresas.
Que las videoconferencias y las llamadas telefónicas sean prioritarias, antes que los encuentros físicos, es su primera recomendación. Pero si, a pesar de todo, hay que hacerlas en persona, se recomienda que tengan lugar en espacios ventilados y lo suficientemente amplios donde los participantes puedan mantener la distancia física. Si, además, duran el menor tiempo posible, premio de reloj.
Es importante, dice la Administración coreana, avisar a los asistentes a esa reunión de que no aparezcan por allí si han viajado al extranjero en los últimos 14 días o si han tenido algún síntoma de la COVID-19. El organizador será el encargado de asegurarse de que se cumplen todos los requisitos y si algún insensato con fiebre o tos le da por asomar la cabeza por allí, puerta.
Una vez más, fuera todo contacto físico. Ni apretón de manos ni besos en las mejillas. Nada. Tocar es caca. El gel hidroalcohólico debe estar más disponible que la botellita de agua y el proyector para los powerpoints. A ser posible, la sala donde se celebre la reunión debería ser un espacio grande y con ventilación que habrá que airear convenientemente antes y después del encuentro. Y si la cosa se alarga, que ya sabemos el rollo que tienen algunos, es conveniente tomar descansos cada hora para poder ventilar la habitación abriendo puertas y ventanas. ¡Hala, bicho, fuera! ¡Sal!
La sala donde tenga lugar la reunión deberá tener el tamaño suficiente para que la distancia entre las sillas sea, como mínimo, de un metro. Si no es posible, es mejor optar por la videoconferencia (no dice nada el Gobierno de Corea del Sur si los asistentes deben vestirse por completo o solo de cintura para arriba). Y si, a pesar de todo, la reunión tiene que hacerse sí o sí en persona, la mascarilla formará parte del dress code del evento, sin posibilidad de quitársela ni siquiera para hablar (por mucho que les sude el bigotillo dentro). Eso sí, si se cumplen todos los requisitos planteados arriba para garantizar la seguridad del espacio, queda a elección de cada persona ponerse el bozal o no. Dependerá, imaginamos, de si les hace juego o no con la indumentaria elegida para la ocasión.