Tú no los ves pero ellos están ahí, altivos y firmes, mirando al horizonte sin prestarte atención cuando pasas a su lado. Su indiferencia hacia el caminante es su mejor camuflaje. Son seres que muestran su enfado o su risa. Que reposan silenciosos con una ramita entre sus dientes descansando bajo el sol del mediodía en invierno. Una tortuga, un dinosaurio, un duende gruñón… Son las vidas que laten escondidas en las rocas. Las mismas rocas que tantas veces has fotografiado y en las que nunca habías reparado.
Carolina Comas sí lo hizo. Cuando se mudó a la sierra madrileña con su familia hace un año y medio, todos los días en el camino de vuelta a casa tomaba la misma curva. Allí la saludaba estática una pequeña formación de rocas. En una de ellas creyó distinguir a un señor enojado. Y en otra, «algo así como un señor torpe o idiota». Sin saberlo, estaba empezando a formar parte del juego al que las montañas invitan a jugar a quienes quieren escucharlas.
En su nuevo hogar en la montaña conoció a una pareja de fotógrafos, Fernando Garrote y Eva Menéndez, o lo que es lo mismo, Lobolopezz. La buena sintonía entre los tres les llevó a trabajar en un proyecto de packaging. Mientras elegían las imágenes para el mismo, los dos fotógrafos hablaban a Carolina de una foto refiriéndose a ella como «la cara» mientras que Comas la llamaba «las rocas». ¿La cara? ¿Por qué la cara?, preguntó. Y cuando Menéndez y Garrote le hicieron fijarse de nuevo en la imagen, lo vio claro. Entonces surgió la idea: hacer un libro de caras en las rocas. Y pensó en Lobolopezz para las fotografías. El juego de las montañas acababa de empezar.
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Así nació Criaturas de piedra. Las fotos que componen este libro son obra de los tres compañeros. Fernando se ocupó del retoque y Carolina, de la maquetación y el diseño gráfico. Recopilar todo el material les llevó un mes y medio. «Cuando se me pone algo entre ceja y ceja soy un poco locomotora», confiesa divertida la autora.
Las imágenes han sido tomadas en El Berrueco, Valdemanco, La Cabrera y Bustarviejo, todas ellas localidades de la sierra norte de Madrid. «Subirse la la montaña buscando personajes es toda una experiencia. Una vez que haces click estás completamente rodeada», explica Comas con entusiasmo. Las criaturas, transformadas en roca para vencer al tiempo, aparecían ante sus ojos.
Lo más fácil de ver eran los perfiles donde se adivinaban la frente, la nariz y la boca. Pero los tres creadores querían algo más. Buscaban encontrar a los más tímidos habitantes de la montaña ocultos tras las caprichosas formas de las piedras: bolas, cachalotes, tiburones, dinosaurios, tortugas… «Nos propusimos encontrar personajes irrepetibles, sorprendentes, más detallados. Pero de razas y especies diferentes. No quisimos cerrarnos ni a animales ni a humanos».
Recopiladas las imágenes, faltaban los textos que las acompañan, la voz de todas esas criaturas de piedra y roca que se dejan ver en las páginas del libro. Acudieron a Sara Brito, periodista, música y artista que forma parte del colectivo Chico Trópico. Fue ella quien redactó los textos del principio del libro, los que te invitan a entrar en ese mundo mágico de piedra. Para Carolina, Brito tiene una «sensibilidad alucinante». «Le pedí que hiciese los textos y al otro día los tenía. Me parecieron maravillosos. No había que cambiar nada».
Cuando la pareja de Comas, Miguel del Río, empezó a ver de qué iba el proyecto, se dio cuenta de que los tres autores estaban explicando de forma muy visual algo que él conocía y había estudiado: la percepción. Así que les propuso hacer un texto breve que sirviera como explicación e introducción a ese mundo y que le diera un toque de ciencia a la magia que encierra la montaña. Del Río es psicólogo y trabaja en la Fundación Infancia y Aprendizaje, y Carolina le define como una persona a quien le interesa «absolutamente todo. Especialmente si tiene que ver con las distintas formas de ver y percibir el mundo».
Criaturas de piedra ya está a la venta on line, en Amazon y en varias librerías de Madrid, aunque están tratando de ampliar los puntos de venta. Entrenar la vista para encontrar al duende enfadado, al señor torpe o a la tortuga que alza su cuello buscando los rayos del sol es cosa de cada lector. Pero ahí están, agazapados, esperando a ser descubiertos.