Empezamos a respirar el aire liviano de los días de vacaciones. Queremos sumergirnos en esa atmósfera ligera propia de los momentos de dolce far niente, dejarnos arrullar por las olas del mar, quizá a bordo de un transatlántico, en un crucero en alta mar. Una atmósfera de ensueño de la que surgieron las colecciones croisière, inspiradas en los cruceros y los yates que en el pasado surcaban los mares con ricas familias de la alta sociedad a bordo.
Gabrielle Chanel amaba la Costa Azul. Es famosa la foto en la que aparece con un jersey marinière, pantalones anchos e icónicos zapatos de salón bicolores en el jardín de su villa La Pausa, su casa de vacaciones en la Costa Azul, un destino vacacional de ensueño desde el que se divisaban los numerosos yates atracados por todo el litoral. Este amor inspiró, en 1919, la primera Collection Croisière, presentada fuera del calendario de la moda de temporada. Se trataba de una colección diseñada específicamente para las mujeres ricas y fabulosas que veranean en su amada Biarritz: vestidos de seda, fluidos y sin forro o de tejidos ligeros adecuados para las playas con brisa.
Sin embargo, hemos de ser sinceros: Coco Chanel no fue la primera en tener esta inspiración. El concepto ya era popular en América, donde, a la jet-set que residía en ciudades como Nueva York o Chicago y emigraba, en invierno, a Palm Beach y Miami en busca de un clima más suave, se le proponían colecciones cápsula pensadas para los momentos de relax de una clientela que podía permitirse un crucero fuera del periodo habitual de vacaciones de verano.
Pero hay que reconocer que las colecciones Croisière de Chanel fueron de las pocas realmente completas; con prendas sobrias y elegantes —solo hay que pensar en los pantalones anchos de estilo marinero o en los trajes de playa— diseñadas para mujeres acostumbradas a los resorts y clubes náuticos, que viajaban entre el País Vasco, la Riviera y el Lido. Eran, literalmente, colecciones que anunciaban la llegada del verano.
Pero entonces llegó la democratización de los viajes. La popularidad de estas colecciones, que tenían muy poco de democráticas, disminuyó —la exclusividad en estos casos es fundamental—, y con la llegada de Karl Lagerfeld a la Maison, en 1983, se asiste al regreso triunfal del espíritu Croisière. Vuelven las colecciones inspiradas en los viajes, pensadas para quienes huyen de los duros inviernos europeos, se recupera el sentido literal del término y de la idea original de Chanel, y se añade a todo esto la difusión del concepto dentro del sector con la introducción de las colecciones resort y pre-fall, que proponen respectivamente prendas de verano e invierno (porque cuando se habla de Croisière, al fin y al cabo, lo primero que viene a la mente es la Maison Chanel).
VIAJE Y DESTINO
Estas colecciones se inspiran principalmente en los viajes —cómo olvidar La Pausa, el espectacular transatlántico amarrado en el Grand Palais de París para la Colección Crucero 2018/19—, pero también en el destino: desde la década de 2000, Chanel, bajo la dirección del Karl Lagerfeld, ha presentado sus colecciones de crucero en lugares como el aeropuerto de Santa Mónica (Los Ángeles), en la estación Grand Central de Nueva York, en el Café Marly de París, en el Dongdaemun Design Plaza de Seúl, en el Paseo del Prado de La Habana o en Montecarlo, por citar solo los lugares más conocidos.
Sofisticadas y ligeras, las colecciones Croisière, con siluetas diseñadas para climas cálidos, reinterpretan el tema de los viajes y hacen soñar con lugares donde llevar vestidos con vuelo, creaciones más informales, y abandonarse al dolce far niente. Son una invitación a partir, a irse de viaje, a dejarse mecer por las olas, quizás a la orilla del mar y no exactamente en un transatlántico, pero eso poco importa.