En el sexo hay, sobre todo, dos colores: el negro y el rosa. El rosa íntimo y el negro de las profundidades. A partir de esos dos tonos diez ilustradores han hecho un homenaje al erotismo en una obra titulada Cuando el negro se hace rosa.
En él participan Amaia Arrazola, Paula Bonet, Ricardo Cavolo, David de las Heras, Maria Herreros, LyonaIvanova, Mariadiamantes, Sergio Mora, Conrad Roset y Chamo San. Todos hicieron una ilustración y, en el reverso, añadieron un texto sobre el erotismo.
El libro-acordeón, de la editorial Lunwerg, surgió de un calentón. Fue una noche en la que estos ilustradores, y además amigos, salieron a tomar algo juntos. Entre cerveza y cerveza se coló una idea: ¿Y si hacemos un libro juntos?. Y entre la espuma y los posos de la bebida apareció el tema: el sexo, el erotismo y sus colores.
«Me he basado en la idea de que no todo el sexo tiene por qué ser físico. Existen las fantasías, lo mental, el imaginario que puede ser tan fuerte y tan profundo como echar un polvo», explica Amaia Arrazola. «Pensar en el otro, las miradas, cruzarse con alguien y sentir el flechazo… Pensar el uno en el otro sin que se hayan cruzado casi ni una palabra». La ilustración está hecha con lápiz y tinta china.
«Quería plasmar una de mis mayores fantasías, una orgía», indica Lyona. «Quería dar rienda suelta a mi imaginación. Casi siempre dibujo sobre temáticas muy naif o infantiles, y me apetecía muchísimo hacer algo un poco más gamberro. Así que decidí plasmar una orgía como algo un poco loco, plasmar cómo los cuerpos van encajando y creando una especie de danza o puzzle imposible. Y añadí esos gatos observantes, que le dan a la escena un toque más cotidiano y mundano». La ilustradora combinó el dibujo a lápiz con el coloreado por ordenador.
«Mi pieza habla de ese sexo que trasciende el momento de practicarlo, que te hace anticiparlo, rememorarlo y escribirlo», cuenta María Herreros. La ilustradora, que utilizó grafito y marcadores para hacer el dibujo, enfatiza que «ha sido una gozada participar con amigos y compañeros en un libro que ha nacido de la atracción que tenemos los unos por los otros. Personal y artísticamente».
«En mi parte del libro quise representar una suerte de Eva y Adán reales de diferentes razas, con cuerpos de verdad y con vidas propias previas hasta su encuentro (los tatuajes vienen a representar eso, la vida propia de cada uno)», relata Ricardo Cavolo. «Y se juntan a hacer el amor, a crear pero no sólo para crear, sino por el puro disfrute del sexo y el deseo. Algo carnal, nada divino, de verdad. Con calor e instintos salvajes».
Para esta escena ardiente, el ilustrador usó grafito y tintas caligráficas con pincel en papel de acuarela.
«Amaia Arrazola me contó que el proyecto se gestó en una noche de borrachera y aunque no estuve en esa fiesta, después de la resaca, me invitaron a participar en el libro», relata Sergio Mora. «En 2007 había hecho una serie erótica para una exposición en la galería Iguapop, que se recopiló en un libro titulado Kamasutra y me pareció divertido retomar el tema después de nueve años».
«Lo que he hecho ha sido revisitar una de las pinturas que hice para aquella exposición. La pintura original era un cuadro grande pintado con acrílico, pero en este caso me pareció más apropiado hacer una versión más gráfica, con tintas planas», indica.
«La ilustración se llama ‘Sex machine’ y en ella podemos ver a un robot haciendo un trio con dos chicas. Pensé escribir un texto pero me pareció más sugerente dejar solamente el título. ‘El trio’ es una de las fantasias sexuales más comunes en los hombres. Todos fantaseamos con la idea de acostarnos con dos mujeres a la vez».
Sin embargo, continúa Mora, «cuando estás en pareja, hacer realidad esa fantasía es más complicado, sobre todo porque las mujeres, en muchos casos, también tienen esa misma fantasía, pero en su fantasía no suelen haber dos mujeres, sino dos hombres».
«En ese punto aparece el conflicto que define la tragicomedia humana: Ahí entran en juego los instintos, las emociones y los pensamientos. Esas tres partes que definen nuestro ser, están obligadas a convivir y ponerse de acuerdo en una gran coalición. Es por eso que he dibujado un robot», argumenta. «En cuestiones de tríos, si no eres soltero ni eres James Brown, es mucho más fácil si eres un robot».
«Cuando el negro se hace rosa nace de una cena de amigos con pasiones conjuntas. Sería simplista reducirlo a ilustración y sexo, aunque en este caso es válido», explica Chamo San. «Se trata de un libro-objeto en el que diez creativos que usamos el dibujo o la pintura para expresarnos experimentamos con el erotismo. En un momento de plenitud sexual, con una experiencia validada por más de una década de folleteo a las espaldas de cada uno, nos hemos enfrentado al reto de transmitir el deseo, la excitación o el placer al lector».
El ilustrador cuenta que, con tan sólo la restricción de una paleta corta y un formato ajustado, «los diez nos descorsetamos y desnudamos en un viaje del bajo vientre a la mano pasando por el corazón o la razón, en lugar del clásico e inverso periplo onanista de la mano al bajo vientre. Una paja invertida con una culminación de tinta y pintura que invita a la paja común».
La intención, dice, era «sobre todo disfrutar nosotros y excitar al lector». En su caso, «la ilustración vino antes que el texto. Tenía muy claro que tenía que ser una imagen que relatara el acto sexual, sin llegar a la explicitud de la industria pornográfica. Para mucha gente, el porno es la única fuente gráfica vinculada al sexo y todos lo que lo hemos practicado alguna vez, sabemos que hay bastante diferencia entre el porno y el sexo real».
«Lo que más me interesaba es esa especie de trance en el que a veces puedes llegar a perderte, mientras te fundes con la otra persona», especifica.
En su dibujo, a lápiz y boli y coloreado en digital, muestra a «una sola pareja y un único acto sexual, en el que todas las piernas de la chica van a parar al mismo lugar (se superponen) pues es él quien se mueve a su alrededor (también se ve en algún brazo del chico)».
«La composición es una parte importante para que se entremezclen los cuerpos y se cree este orden desordenado», continúa. «No quería que el texto fuera redundante y explicar una historia sobre lo mismo, así que escogí cuatro palabras cortas e hice un lettering algo ilegible en el que besar se mezcla con morder y el placer con la pasión».
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