Cuba fue una fotografía en blanco y negro, un paraíso destrozado; un lugar del que sólo merecía la pena el pasado y que se prestaba a dos actitudes radicales: la nostalgia y la condena. Así se dibujó durante décadas la isla caribeña en la imaginación de los cubanos nacidos en Estados Unidos: los hijos y nietos de los exiliados. Ahora, el deshielo de las relaciones diplomáticas entre el gigante y la hormiga ha abierto una vía para regresar y conocer de primera mano la realidad del país.
Giancarlo Sopo nació en Miami. Es hijo de un veterano que, tras fracasar en la invasión de Bahía de Cochinos, se negó a regresar a Cuba. Hoy, Giancarlo es uno de los creadores del proyecto CubaOne, cuyo objetivo es conectar a los cubanoestadounidenses con el país de su familia mediante viajes a la isla.
«Nos dimos cuenta de que nuestra generación en los EE.UU. estaba desconectada de la realidad que se vive en la isla y que era necesario crear un puente», cuenta Sopo a Yorokobu. Según un censo de 2012, en el país hay más de dos millones de personas con raíces cubanas: el 0,63% de la población.
Para desarrollar la iniciativa se fijaron en el programa Birthright Israel, que organiza viajes gratuitos para conectar a la diáspora con los israelíes y robustecer la identidad judía. Ese modelo les sirvió de marco.
Sin embargo, la tarea es más compleja en el caso cubano. Los exiliados y los que permanecieron en la isla tienen una visión contaminada los unos de los otros. Existe una brecha entre ambos grupos. Fidel Castro siempre ha vilipendiado a los exiliados y, por otra parte, muchos cubanos se marcharon renegando del castrismo y satisficieron su rabia apoyando el bloqueo sin reparar en que dentro del sistema que querían mermar había también compatriotas inocentes.
La última novela Domingo de Revolución, de Wendy Guerra, muestra la desconexión entre ambos grupos. El personaje principal, la escritora Cleo, critica con fuerza al régimen que la tiene sometida a una continua vigilancia y, a la vez, habla de cómo el exilio ha envenenado a muchos. Cuando reúne en un libro sus confesiones de disidente, sus amigos del exilio le dan la espalda y la acusan de espía comunista. ¿Cuál fue el problema? Que sus confesiones eran sinceras y crudas, y no concedían ni una letra a la mitología política, al heroísmo opositor.
Pero las nuevas generaciones quieren apaciguar ese clima, a pesar de haber recibido una imagen pésima de la isla. «Somos hijos y nietos de exiliados que tuvieron malas experiencias, esas heridas no son fáciles de sanar y, a veces, jamás se cierran. Sin embargo, cada generación tiene la oportunidad de empezar de nuevo y crear una experiencia mejor que la que le proporcionó el pasado», reflexiona Sopo. Cada generación debe reinventar los vínculos con su pasado.
El interés desborda a CubaOne: «Hemos recibido más de 1.200 solicitudes. Tenemos presupuesto para llevar a 40 jóvenes en los próximos seis meses», describe. «Nos llena de inspiración que tantos cubanoamericanos sientan amor por Cuba y quieran comparar sus expectativas con una experiencia real».
La iniciativa destila grandes dosis de humanismo y una gran confianza en la comunicación y la interacción entre individuos. La ideología puede acabar cosificando a las personas, metiéndolas en cajones conceptuales. Sin embargo, desde CubaOne saben que esos cajones pueden desmontarse, simplemente, con un intercambio de miradas: «Nada positivo surge del aislamiento y la separación de dos pueblos que se quieren. En el primer viaje tuvimos historias emotivas de reencuentro familiar: eso trasciende los marcos políticos», señala Giancarlo Sopo.
Por eso, los visitantes no se alojan en hoteles, sino en casas particulares. La idea es conocer todas las facetas del lugar. Recorren barrios habaneros poco turísticos para aprender sobre la religión Yoruba y la cultura afro-cubana, se reúnen con artistas, diseñadores y emprendedores.
Cuando los participantes del primer viaje llegaron a Cuba, se quedaron sorprendidos con el carácter isleño, el sentido del humor y la alegría. «Les llamó la atención que, a pesar de las necesidades, los cubanos luchan por ser felices y salir hacia adelante. El pueblo cubano se distingue por la calidad humana. Una observación común del grupo fue que después de su visita se sentían más orgullosos que nunca de sus raíces cubanas», recuerda Sopo.
No sólo el estilo de vida americano tiene mucho que aportar a Cuba, ese trocito de tierra también puede impartir algunas enseñanzas. «Allí la vida no es fácil y los cubanos se las ingenian para suplir sus carencias. Quisiera que los estadounidenses reconocieran que los cubanos son personas tenaces, inteligentes y resilientes», expresa Sopo.
Algunos de los viajeros se encuentran allí con miembros de su familia que nunca habían conocido o a quienes habían visto sólo en alguna ocasión. El periodista Michael Wissenstein contó el caso de Miranda Hernández, que convivió dos días con su tío abuelo, Jesús Cervello Ruiz, de 78 años. De su mano, recorrió los lugares fundamentales de su historia familiar. Vio el hospital donde nació su madre y el apartamento en el que vivió de niña.
Miranda se sorprendió de que su tío lanzara bromas y sonrisas a diestro y siniestro. «La gente aquí es feliz, no necesitan demasiadas cosas para ser auténticamente felices», dijo.
Esa es la meta final de CubaOne: «Que cada joven cubanoamericano pueda desarrollar un sentimiento propio hacia Cuba basado en su experiencia directa. Que ocupe un lugar especial en sus corazones, y cuando piensen en ella sus recuerdos sean los nombres de personas a las que aman en vez de fotos en blanco y negro», resume Sopo.
Para Miranda Hernández, Cuba será el rostro de su tío abuelo, una expresión afable que aprendió el humor como arma de supervivencia. Un rostro que, pese a su alegría, no pudo evitar turbarse en un punto del viaje. Cuando entraron en el apartamento en el que vivió la madre de Miranda, se echó a llorar: se había estado aguantando todo el viaje.
Me parece un proyecto de gran amor y ternura hacia las personas
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Celebro iniciativas como esta, es importante acercar al hombre a sus raíces, hace que todos ganemos de la experiencia y descubramos que lejos de diferencias ideológicas o culturales hay millones de cosas importantes que nos unen..en la diversidad están las oportunidades,nos hace crecer como seres humanos.