‘El cuento de la criada’: el oportunista misógino, la «feminista» de ultraderecha y el obrero desubicado

Los guiones de la serie El cuento de la criada (Handmaid’s tale) muestra como personas corrientes a los creadores del terror. Ni caricatos ni monstruos. Esto es un acierto.

1. La caricatura funciona en la comedia como crítica o desahogo. Las series animadas retratan con mordacidad a dictadores antiguos y modernos, y a sus secuaces. Pero en un drama distópico como El cuento de la criada no cabe el humor.

2. Los monstruos no provocan rechazo en el público. La violencia del monstruo es considerada inevitable tanto como la violencia de las fuerzas de la naturaleza. No despiertan repulsa en el público. Los caminantes blancos de Juego de Tronos valen como ejemplo. Estas criaturas inquietan pero no provocan animadversión. Sin embargo, el rey Joffrey provoca ira y asco. Los no-muertos son como huracanes. Joffrey es humano.

En El cuento de la criada, la humanización del señor y la señora Waterford y de Nick, el conductor, no pretende que la audiencia se identifique emocionalmente con los canallas. Estos no son los Soprano. La humanización de los canallas hace creíble la distopía. Reconocemos en los canallas a personas de carne y hueso. Demasiado reales.

Serena Joy, la «feminista» de ultraderecha

Yvonne Strahovski in The Handmaid's Tale (2017)

Serena Joy, la señora Waterford, es la gran perdedora entre los canallas: acaban por estallarle en la cara las consecuencias de su ideología.

Es fácil verla como la mujer de la ultraderecha que se etiqueta a sí misma como feminista. No cuesta establecer comparaciones entre Serena Joy y los rostros atractivos con sonrisa perfecta de la ultraderecha mediática. La Sarah Palin de Estados Unidos, la Marine le Pen de Francia o las enérgicas tertulianas españolas de partidos posfascistas. ¿Que esfuerzos hacen estas mujeres para ignorar que sus compañeros ideológicos quieren a las mujeres en sus casas como ha sido así toda la vida de Dios?

En tiempo antes de Gilead, Serena Joy publicaba libros de tapa gruesa abogando por el feminismo doméstico. Consideraba que el renacimiento de Estados Unidos llegaría con la vuelta de la mujer al hogar para entregar su tiempo y energía al marido y a los hijos.

Serena Joy es protagonista de una tragedia labrada por su propia mano. Contribuye ideológicamente al levantamiento militar contra Washington. Después, redacta los documentos de la República de Gilead que restringen y castigan la libertad femenina: arrancan un ojo por leer un libro.

En Gilead queda poco de la Serena Joy que planeaba el futuro («publicaré otro libro», decía) comiendo palomitas de maíz en la sala de cine. Como mujer de comandante es mujer florero. Su estatus solo le permite relacionarse, y de manera superficial, con las esposas de otros comandantes. Las confidencias entre ellas no están prohibidas, pero no son recomendables. Las supuestas amigas se vigilan entre ellas.

Liberada del esfuerzo físico por la servidumbre-esclava, sin posibilidad de esparcimiento intelectual, sin amistades y rechazada por su marido, a Serena Joy no le queda más que frustración. Sin embargo, no muestra disconformidad con el régimen que contribuyó a poner en pie. Ante las carencias emocionales, un bebé ajeno se convierte en una necesidad.

Ser la esposa de un comandante es un privilegio que le permite ser cruel con otras mujeres. La crueldad es su válvula de escape.

Fred, el oportunista misógino

Joseph Fiennes in The Handmaid's Tale (2017)

Todo fanatismo ideológico o religioso está impulsado por dos tipos de personas: el predicador y el oportunista. Fred Waterford es un oportunista tanto o más que misógino.

Como todo oportunista, el comandante plantea las ideas más descabelladas y crueles. Llama la atención sobre sí mismo como Adolf Eichmann, mediocre funcionario, descendiente de judíos, que hablaba hebreo, y que planteó «la solución final» (el genocidio de los judíos en Europa). Una propuesta que lo aupó a la cúpula nazi.

El comandante llama ritual a la violación de las criadas y lo avala con un oscuro pasaje del Antiguo Testamento:

Ritual suena mejor que acto. Cuestión de marketing...

Como todo oportunista, es un hipócrita que no observa lo que predica. Al mostrarse condescendiente con los infractores allana el camino para un posible juicio sobre su persona.

Como misógino no empatiza con las mujeres a las que ha sometido. Ha utilizado a Serena Joy para prosperar con Los hijos de Jacob. Cuando Gilead es una realidad, Serena —como mujer— pierde valor. Más tarde, valiéndose de su poder, somete sexualmente a June.

En el gueto de esclavas sexuales ilustradas, el comandante deja claro a June su desprecio por el género femenino:

Dicen que con algunas puedes tener conversaciones interesantes si lo que buscas es charlar.

Ese dicen demuestra que el comandante nunca fue a charlar. Solo a tener sexo.

El comandante es mezquino y peligroso, pero no un monstruo. Los monstruos avasallan. El comandante es un hombre. Un hombre cuyo discurso arcaico se oye aún en el siglo XXI y en bocas jóvenes.

Nick, el obrero desubicado

Max Minghella in The Handmaid's Tale (2017)

Nick es el chófer de los Waterford. Un superviviente. En el pasado era un obrero siderúrgico en paro, sin estudios y sin perspectivas de salir adelante. En el mundo real, carne de la ultraderecha que vende las consignas: las mujeres te quitan el trabajo, las mujeres quieren tus hijos y tu dinero, las mujeres lo quieren todo.

Carne de Trump, que basó su campaña a la Casa Blanca en la recuperación de la dignidad del macho americano desempleado, del hombre que con sus manos levanta el país.

Carne del Frente Nacional francés.

Nick no apoya la dictadura de Gilead, pero no muerde la mano que le da de comer. No es diferente a la criada exprostituta y toxicómana que apoya el régimen porque le da techo y comida. Carne de secta. Carne de ultraderecha. En el mundo real, el votante al que Trump ha dirigido su campaña para llegar a la Casa Blanca.

Hombres como Nick hacen posible el levantamiento militar y el sostenimiento del régimen.

La delación de comandantes que infringen las leyes de pureza se convierte, de alguna manera, en un placer secreto. Nick lleva a los líderes a ser juzgados por las leyes que aprobaron.

Pronto percibimos que Nick es un tipo honesto que ha errado el camino y que trata de hacer lo correcto. Aunque forma parte del régimen, no ejerce su poder contra June. Quizá por esto no delata al comandante. Si lo hiciera, quizá June sería castigada.

El mayor pecado de Nick es que comete aberraciones o para agradar a los Waterford o para mantener oculta su identidad de delator. Su excusa: Todos estamos atrapados.

Finalmente, el guion indulta a Nick. El chófer planea la evasión de June o así parece. No quedan bien parados ni el oportunista misógino ni la feminista de ultraderecha. Querríamos creer que estos canallas recibirán su castigo, pero el consuelo sería poco. La República de Gilead permanecerá mientras haya comandantes, Serenas y Nicks complacientes.


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6 Comments ¿Qué opinas?

  1. Un retrato muy acertado de los tres personajes. Hay un error en el apartado de Nick: debería decir Frente Nacional en vez de Frente Popular. Saludos.

  2. otro gay mas hablando sobre esta serie oportunista que utiliza el feminazismo para mostrar lo que las locas en la calle piensan que estan viviendo cuando tienen miles de privilegios

  3. ¿En qué momento Serena es feminista? Hace de todo menos defender los derechos de la mujer. O estoy viendo otra serie o algunos tienen que hacérselo mirar

  4. Hola, Dos puntitos y Barrita:

    Llamar feminista a Serena es ironía. Por otro lado, Serena cree serlo como muchas otras mujeres de la derecha ahora que cree legislar a favor de la mujer.

    Escribí:

    «Es fácil verla como la mujer de la ultraderecha que se etiqueta a sí misma como feminista».

    SE ETIQUETA A SÍ MISMA. Pues eso, que ella se lo cree.

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