Hay ficciones tan relamidas que parecen tatarabuelas de la realidad. Hablan desde voces en blanco y negro; desde una moral que apesta a rancio; desde escenas que, si uno se descuida, podría acabar viendo una polilla por ahí volando.
La llamada «familia estructurada» parece haber caído en desgracia. ¡Oh! El clan tradicional que formaban el padre, la madre y los hijos ya no es la única y verdadera. Esa imagen tantas veces dibujada, que ponía en fila a un papá (alto y protector; voz y mando), una mamá (más bajita y con falda; sonriente y cuidadora) y unos vástagos en orden de altura hasta llegar al bebé, poco tiene ya de espejo de la sociedad.
Muchas son así. Todavía.
Pero otras no lo son.
Y van a más.
Hay familias de dos madres; de dos padres; de una sola madre; de adultos sin hijos; de un padre, dos madres y tres hijos; de hijos que unos días viven con su padre y otros con su madre. Tantas familias como un juego de probabilidades. Y eso para un niño será «lo normal», «lo natural», «lo correcto» si lo ve desde sus primeros años.
Pero todavía la inmensa mayoría de cuentos presentan un mundo en el que solo existe un tipo de familia: la nuclear. Esa que salía en los anuncios de finales del siglo XX, con padre, madre, hijos y perro y coche para rematar. Como si esos relatos estuvieran presos de una moral incapaz de afrontar el presente; como si hubiera que envolver a los niños, endebles, tontolines, en historias de papel celofán.
La legalización del matrimonio entre personas del mismo género en 2005 hizo pensar a dos profesoras valencianas que, a partir de entonces, tendrían que hablar a sus alumnos de nuevos tipos de familias. Y pronto se hizo imprescindible, porque en las aulas hay cada vez más niños con dos mamás, dos papás, una mujer que rompió la ecuación de padre e hijo y buscó solo al niño…
Antonia Cardona y Natalia Ferrús creían que no bastaba con hablar del tema en casa y en los colegios. Había que llevarlo a los cuentos porque si los niños ven familias muy distintas desde que son pequeños, después no habrá lugar para el asombro, el rechazo o el acoso al que no es igual. De esta idea surgió la colección Contes familiars (en valenciano) y después Cuentos familiares (en castellano): seis relatos que ellas, las autoras, describen como «entrañables, cercanos y familiares».
—No son cuentos explicativos. Hay cuentos que explican la diversidad familiar, pero nosotras no queríamos darle ese tono. No queríamos que fueran una justificación —apunta Antonia Cardona—. Nuestros cuentos muestran un día cualquiera en familias distintas. Todos tienen la misma estructura: empiezan por la mañana y acaban por la noche. Hablan de las cosas cotidianas y los personajes expresan por qué quieren a su familia y por qué la quieren como es.
Todos los niños de esta colección de cuentos van al mismo colegio. Todos son alumnos del maestro Serafín y, en el último volumen, se juntan en una fiesta: El día de la familia. Este es el título que los reúne a todos y que sirve de colofón al conjunto de libros.
—Queremos que los niños se vean reflejados y que conozcan otros modelos de familias —indica Cardona—. Están dirigidos a los alumnos más pequeños de los colegios. Desde el jardín de infancia hasta los siete años. Además de la diversidad, aparecen otros temas, como el medioambiente. Y al final, incluimos ejercicios de comprensión lectora y actividades para hacer con los niños.
Los cuentos citan lugares reales de Valencia para que los niños de esa ciudad se sientan en calles y plazas reales. No son historias que ocurren en el País de Nunca Jamás; suceden en las mismas aceras que ellos pisan cada día.
Dice Cardona que los cuentos han tenido muy buena acogida. Los vientos políticos les son favorables: en los colegios de la Comunidad Valenciana hay un agente de convivencia e igualdad que intenta fomentar el entendimiento y el respeto entre los alumnos.
—La Consejería de Educación nos recomendó en su web como un recurso para trabajar sobre estos temas. Esto es nuevo en nuestra comunidad. En Andalucía los trataban desde hace tiempo, pero aquí no —comenta la educadora—. Y algunos alumnos de la Universidad de Valencia los están traduciendo a otros idiomas.
No estuvieron avezadas las editoriales que rechazaron publicar la colección de Contes familiars. Ninguna les aceptó el proyecto y entonces las dos educadoras lo llevaron a la plataforma de financiación colectiva Verkami. Ahí consiguieron el dinero para meterlos en la imprenta y ahora ya los venden en la web cuentosfamiliares.com y en librerías de la Comunidad Valenciana.
Los relatos están escritos en rima para dar musicalidad a las historias; y las ilustraciones, de Alba Bla, tratan de hablar en el lenguaje de dibujos de los niños. Por eso los personajes tienen cabezas grandes y brazos como palos. Por eso sus ojos son puntos y sus manos parecen nudos. Y por eso se andan sin complicaciones. Sin moralinas de alcanfor, sin gazmoñerías ni princesitas. Todo lo que hay que decir es esto:
«Esta es mi familia,
Y esta es la que yo quiero».
Es un regalo para cualquier educadora contar con estos libros para dinámicas coeducativas, trabajar valores… además del tema principal, surgen mil contenidos transversales que hacen de este proyecto una joya!!