Dale Dougherty: “La palabra consumidor es ofensiva”

13 de mayo de 2013
13 de mayo de 2013
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Emplearse en construir una estantería en vez de comprarla en unos grandes almacenes puede alcanzar una profundidad insospechada. Las justificaciones más superficiales apuntan al precio (“más barato”) y la afición (“un hobby”). Pero, detrás de una mesa doméstica de carpintería o una impresora 3D, hay, a menudo, una filosofía.
“Los maker (personas interesadas en crear e inventar productos) han creado una cultura más que una estricta propuesta económica. Es algo que va mucho más allá de la pura economía”, explicó Dale Dougherty en Ouishare Fest. “La cultura maker ha crecido sobre la idea de participación y entusiasmo”.
El cofundador de Make (la revista sobre la que ha ido creciendo el movimiento Maker) y creador de Maker Faire visitó París para asistir al encuentro sobre economía colaborativa Ouishare Fest y allí explicó que los llamados makers han ido construyendo su propia filosofía basada, principalmente, en compartir. “Esa es su moneda de cambio. La idea de un inventor que trabaja aislado ha sido totalmente desterrada. Los inventores desean estar bien conectados”, indicó.
Pero, antes de que nadie piense que un maker es la versión actual de un Leonardo da Vinci, Dole advierte a menudo que “todos somos makers”. “Es un concepto muy extendido que atañe a toda la población. Es tan fácil como combinar objetos que ya existen, desmontar un aparato y explorar cómo funciona, montar algo con una serie de piezas… Es algo absolutamente habitual para los niños. Es fascinante ver cómo su forma de relacionarse con los objetos es tan maker”.
El cofundador de Make considera que lo fascinante de la cultura Do It Yourself (DIY) (Hazlo tú mismo) y su evolución, Do It With Others (DIWO) (Hazlo con otros), es que “te demuestra que tú puedes hacer cosas”. “Es el punto de partida de la innovación. Es un movimiento que se interesa por la forma en la que diseñamos y creamos los objetos. Nos gusta hacer cosas porque nos apasiona aprender y probar cosas nuevas. No queremos solo leer sobre lo que hacen los demás”.
El movimiento crece y se puede ver en cifras. El número de maker spaces, hacker spaces, fablab, laboratorios y ateneos de fabricación va creciendo, de forma cada vez más rápida, en todo el mundo. Sin embargo, queda mucho por hacer, según el estadounidense. “Muchos individuos no se ven a sí mismos como makers. Se sienten meros consumidores, y muchas compañías explotan ese sentimiento para construir una relación con ellos de productor y consumidor. La palabra misma es ofensiva. Ser maker, en cambio, implica producir de forma más asequible y más participativa”.
Hay makers que hoy han hecho una profesión de lo que era una afición. El éxito de sus productos han acabado metiéndolos en el mercado. “Es una actividad que surge de la diversión. Hacer, para los makers, es un juego. No es una actividad dirigida al comercio. Es algo que surge de una suma de creatividad e invención. Aprendemos de los errores más que del éxito”.
Dougherty enfatizó también el carácter “optimista, idealista y generoso” de este movimiento. “Estamos interesados en resolver problemas. No es solo hacer por hacer. Y hacer es físico y digital. Esta cultura conecta tecnologías punteras con la tradición de una cultura”.
(Foto: impresora de La nave)

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