Hollywood podría reventar de un ataque de nervios. Y al recoger el cadáver verían que tenía un tebeo en las manos. El autor sería David Sánchez. Ese dibujante de historias sugerentes y oscuras que nunca cerró un final. Ese ilustrador que no tenía piedad del espectador. Ese al que le gusta «esa sensación de que el lector mire por un agujero».
«En la vida no sabes todo lo que ocurre a tu alrededor. Estamos acostumbrados a que en la ficción nos cuenten todo, pero yo prefiero mostrar solo un trozo y que el lector saque sus propias conclusiones», explica el madrileño.
En esos espacios que transcurren en sus novelas gráficas los personajes tampoco son unívocos. «No tienen una personalidad clara», indica. «No hay que explicar más de lo necesario. Me enfrento a mis relatos como si fuera un pintor abstracto más que si fuera un guionista. El personaje tiene una poesía que quiero respetar. Me da igual si el lector lo entiende o no. En la vida no todo tiene una explicación racional».
David Sánchez empezó a publicar historias gráficas en la revista El Manglar. A la colección de capítulos publicados se unieron algunos más y formaron su primer libro, Tú me has matado. Un relato que comienza con una pistola, unas balas y una lata de cerveza sobre un fondo negro. En esta historia, como en todas las del dibujante, el protagonismo cae siempre sobre individuos. Apenas hay paisajismo o cualquier otro elemento que asuma el peso del argumento. Aquí hay policías corruptos, sectas satánicas, misioneros evangélicos y prostitutas en situaciones inquietantes.
Tú me has matado (2010) convirtió a David Sánchez en Autor Revelación en el Salón del Cómic de Barcelona un año después. En 2012 publicó su segunda novela gráfica, No cambies nunca. La historia transcurre en Seúl un año lejos de aquí. La oscuridad se deja entrever de nuevo en este relato con jeringuillas, celdas de aislamiento y una mujer de piel verde.
En su primer tebeo trató la religión. En el segundo abordó la ciencia. Nunca intenta mostrar el más remoto elemento cómico pero el lector, al final, de algún modo, acaba encontrándolo. «Mi tono es dramático, aunque puede que aparezca algo de comedia no pretendida. No creo que se pueda definir como una historia cómica», aclara. «Todos tienen un tono parecido. Todos son raros y tienen una narrativa peculiar. Son algo oscurillos».
En esa línea está también La muerte en los ojos (2013). Es su tercera novela y, según dice, también su preferida. En esta ocasión la historia gira alrededor de un método de control mental y, al igual que las demás, en cada viñeta está la historia que se ve y todo lo que el lector quiera imaginar. «Me gustan las escenas evocadoras», comenta. «Siempre pongo por ejemplo una anécdota que ocurrió a unos amigos. Iban en el coche por la Castellana (Madrid) y vieron a una mujer desnuda, sangrando, corriendo por la carretera. Nunca supieron qué pasó. Es el cerebro de cada uno el que tiene que completar la historia».
Esos relatos van surgiendo conforme David Sánchez dibuja en su estilo más habitual: la línea clara. Esa forma de narrar en dibujos como lo hacen los cómics clásicos de origen franco-belga. «No trabajo con esquemas previos. Parto de una pequeña idea y voy tirando. La historia aparece como una serie de impulsos. No hago ningún guión. Solo utilizo una estructura mental», indica.
En 2013 también publicó Videojuegos, una novela gráfica que forma parte de una serie de leyendas urbanas editadas por Astiberri. Después sintió que quería despegarse del ordenador. Empezó a pintar retratos en cuadros y modelar esculturas. Algunas de estas obras, de sus primeras obras, fueron expuestas en una muestra colectiva en Valencia.
La rotundidad de su trazo. La potencia de su sencillez. Lo turbio de sus historias. En algún lugar profundo de la imaginación de Sánchez habitan atmósferas túrbidas que él comienza y acaban en cualquier otro lugar.