La respuesta depende de a quién le preguntemos. Y, como los colores, hay respuestas para todos los gustos. Los científicos y médicos buscarán en algún lugar recóndito de nuestros cerebros para explicar el origen de la inspiración, de nuestros pensamientos, de nuestras ideas. Conexiones neuronales complejas, pequeñas descargas cerebrales que reaccionan ante estímulos incontrolados, neuronas, células…
Algunos artistas responderán que en el cielo, en una mirada, en la manera lenta y pausada de las hojas de un árbol al caer, en la nota escondida en un libro…
Los simples mortales la encontramos en el cine, en esas escenas que contemplamos sin prestarles demasiada atención cuando viajamos en autobús; en conversaciones con amigos; o en la frase de un periódico. O en el plato de lentejas que nos cocina nuestra madre. Quizá lo llamemos inspiración o quizá no, porque la inspiración es para los artistas, no para los curritos. Pero ideamos, planeamos, soñamos igual que ellos.
El realizador Andrew Norton también se preguntó cómo surgen las ideas. ¿Nos nacen a todos de la misma manera? ¿Es como cuentan los poetas: un golpe, un rayo que te alcanza, un fogonazo de luz que te ilumina? ¿O se trata solo de puro trabajo?
Norton busca el origen de las ideas a través de microentrevistas a personas de todos los ámbitos: desde niños a figuras como el cineasta David Lynch, la escritora y periodista estadounidense Susan Orlean, la escritora y bloguera Tracy Clayton o el pintor y fotógrafo Chuck Close. Cada uno de ellos tiene una respuesta.
Para algunos, es un golpe, un estallido. Otros encuentran inspiración en la copia, en la imitación, para llegar al final a crear su propio estilo. Hay quienes, como Tracy Clayton, conciben su mente como una habitación abierta a la que las ideas están invitadas a entrar. A David Lynch, las ideas le llegan como piezas de un puzzle que debe encajar.
Susan Orlean siempre tiene la sensación, cuando termina su último libro, de que la inspiración jamás volverá a ella. Un sentimiento de miedo a perder la capacidad de volver a tener una idea, como quien rompe una relación sentimental y cree que jamás volverá a enamorarse.
Otros como Close piensan que la inspiración como la conciben los poetas no existe. Las ideas vienen del trabajo. «Siempre digo que la inspiración es para amateurs», explica este artista en el vídeo de Norton. «Los demás la alcanzamos a través del trabajo. Cada gran idea viene de ahí. Todas. Si te sientas a mirar y a esperar un rayo que te golpee en el cráneo, quizá no tengas jamás una idea buena».
Isaac Asimov también se hizo esta pregunta. El autor de Yo, robot decía que era importante investigar cómo se habían hallado las grandes ideas en el pasado, pero era consciente de que la respuesta era un misterio. «Desafortunadamente, el método de generación nunca está claro, ni siquiera para los mismos generadores», escribió en un ensayo de 1959.
Asimov creía que el estudio y la documentación previa eran imprescindibles. Después surgirían las ideas novedosas de establecer nuevas relaciones entre conceptos ya conocidos. «Obviamente, lo que necesitamos no es solo personas que controlen bien el tema que tratamos. También se requieren individuos capaces de establecer conexiones entre elementos que en principio parecen no tener ninguna relación entre sí».
Quizá la mejor respuesta de todas sea la de una niña que aparece en este vídeo: la inspiración está en cualquier lugar. Siempre es posible encontrar algo que te inspire.
Las ideas no caen del cielo, ni son innatas. Las ideas provienen de la práctica social del ser humano. Y están social e históricamente determinadas.
Las IDEAS nacen del genio creativo que mora en cada ser humano, por eso hay, «genios y genios», ejemplo: Albert Einstein y el resto del mundo…