De turismo tipográfico por la Gran Vía

12 de marzo de 2012
12 de marzo de 2012
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En algunas ciudades, los altos niveles de contaminación no solo afectan al sistema respiratorio de sus habitantes. También pueden dañar su vista. La polución visual es un mal bastante común en las principales calles de las grandes urbes. La Gran Vía madrileña es una de las afectadas.

María Tabuenca y Laura González decidieron coger su cámara y recorrer la arteria de la capital desde la Plaza de España hasta la calle de Alcalá para fotografiar todas y cada una de las manifestaciones tipográficas que encontraban a su paso: rótulos de locales comerciales, señalética, carteles publicitarios, pintadas, letreros manuscritos por limpiabotas, número de portales, chalecos reflectantes de hombres-anuncio…

Con su recorrido por la Gran Vía, las profesoras de USPCEU se proponían conocer en qué medida la tipografía urbana contribuye a forjar la identidad de una de las vías más importantes de la ciudad.

Pero a la hora de referirse a su trabajo de investigación, tenían una duda: ¿podían hablar de tipografía al referirse a rótulos comerciales?

Tras consultar la escasa documentación que encontraron sobre el tema y la definición sobre tipografía de diversos autores, llegaron a la conclusión de que la rotulación comercial entra dentro de la categoría de tipografía creativa (frente a la de edición) debido a su función plástica (emocional, expresiva..).

Una vez hechas las fotos, Tabuenca y González clasificaron los rótulos en cinco categorías: compras, alojamientos, entidades financieras, ocio y otros. La observación posterior de todas las imágenes llevó a las investigadoras a concluir que, en efecto, la Gran Vía padecía de polución visual.

“La heterogeneidad de tipos, tamaños, colores, materiales y soportes de los rótulos propicia el eclecticismo y el caos en el paisaje tipográfico de la Gran Vía”.

En ese caótico panorama, poco o nada queda de los rótulos tradicionales creados a mano por algunos de los principales ilustradores de principios del XX que hace años decoraban la popular calle.

Tabuenca y González citan a Alberto Corazón cuando se refería a este fenómeno en su libro El sol sale para todos: “Toda esa etapa de rótulos comerciales, relativamente corta en el tiempo, es el momento del primer gran crecimiento de Madrid. Esto da una generación de comerciantes y pequeños industriales que asumen ese papel y que efectivamente encuentran soluciones creativas e interesantes, contratan a los ilustradores importantes de la época. Ese cambio es el que nosotros no hemos hecho y efectivamente deberíamos. Tiene una gran responsabilidad, por ejemplo, El Corte Inglés. Es un agente cultural del paisaje urbano. Ese sentido de la responsabilidad de toda esa generación no ha sido traspasada a la siguiente. Simplemente se van a la tienda de rótulos y dicen ‘me pongan un neón aquí un poco más grande’”.

El resultado de esa no herencia entre comerciantes es el escaso o nulo valor artístico de los rótulos comerciales de la Gran Vía actual. Un daño colateral de la democratización tipográfica, propiciada, según Tabuenca y González, por la popularización de las herramientas informáticas, que pusieron el diseño al alcance de todos allá por los 90, y la de las letras de molde que pueden comprarse sueltas y que suponen una solución muy económica para los pequeños comerciantes.

Aunque las responsables del estudio no sólo señalan a éstos como los causantes del paupérrimo paisaje tipográfico de la Gran Vía. Si Corazón centraba sus críticas en El Corte Inglés, Tabuenca y González, las extienden al resto de multinacionales y grandes cadenas que cuentan con presencia en la zona.

Porque si bien los rótulos de estos establecimientos están más cuidados que los de los pequeños locales, ellos son los responsables de la pérdida de identidad de la Gran Vía. Sus logotipos son los mismos que pueden verse en otras calles de Roma, Londres, Nueva York, Tokio… Por su culpa, Madrid sufre el mismo mal que otras grandes urbes: el de la homogeneización.

¿Y la solución?

Las profesoras de USPCEU no consideran que la de la Gran Vía sea una batalla perdida. La contaminación visual tiene cura aunque, advierten, lograr que la ciudad disponga de una imagen más creativa y eficaz pasa por el compromiso de todas las partes.

Los comerciantes, grandes y pequeños, son los primeros a los que piden un esfuerzo Y, para eso, se remiten a lo escrito al respecto por Enric Satué: “La franja de las fachadas que ocupan los rótulos anunciadores de los establecimientos es, en nuestra sociedad consumista, la línea más visible del horizonte de la ciudad, aquella que se corresponde con más frecuencia con el campo visual del peatón. Y por eso mismo es importante. Sería fantástico que los comerciantes no considerasen estos espacios como un patrimonio exclusivamente privado, sino también como un patrimonio colectivo: de toda la ciudad y de toda la ciudadanía”.

Y por eso Satué propone: “Debemos convencer a los comerciantes más sensibles de la excelencia de un rótulo dispuesto de manera que prevalezca la sensación de serenidad, equilibrio y solemnidad tipográfica para una lectura clara y eficaz”.

La otra parte implicada, según Satué, la conforman las instituciones públicas. “La relación de la tipografía con las ciudad es, hoy por hoy, de una indiferencia ciertamente caótica. Tarde o temprano será inevitable una especie de planificación urbanística de la tipografía, porque esa responsabilidad cívica y cultural no puede quedar eternamente en manos de los comerciantes, sobre todo desde que han delegado los poderes decisorios a expertos en publicidad y marketing. Sin la menor delicadeza, la vociferación estridente y chillona de los rótulos, con excesos en los tamaños, los colores y los soportes, no hace más que aumentar la polución visual del entorno. Y esa plaga, intrínseca a las sociedades desarrolladas, afecta malignamente el paisaje informativo urbano y rural”.

 

 

 


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