El pasado miércoles, Facebook e Instagram dejaron de funcionar como debían. La gente se aproximó a la desconexión móvil y resultó todo muy confuso. De pronto, la vida se pareció a las historias que contaban los padres y los abuelos, a las narraciones en las que las personas se miraban a los ojos o consultaban pasajes en un libro.
La desasosegante caída de esa parte de la red fue, a la vez, una llamada de atención para todos aquellos que creen que están empleando demasiado tiempo en mirar las pantallas de sus dispositivos digitales.
La tecnología quiso que, además, fueran Facebook e Instagram, las mayores esponjas de tiempo que conocemos en estos momentos, las que dejarán de funcionar.
De pronto, el scroll infinito dejó de palpitar. Y nos dimos cuenta de que, aunque el objetivo de Facebook es que toda nuestra vida pase por sus servidores, que todo nuestro tiempo se emplee en el contenido que ofrecen, el objetivo vital que tenemos todos pasa por emplear los dispositivos móviles el menor tiempo posible, llevar a cabo una desconexión móvil de vez en cuando.
Rose La Prairie es la responsable de las políticas de Bienestar Digital de Google. Sus esfuerzos se aplican, por ejemplo, en los teléfonos móviles Google Pixel, que albergan desde hace unos meses una app de control del tiempo en pantalla, de gestión de notificaciones y alertas, temporizadores que limitan el uso de cada app y estímulos activos de desconexión.
Dice la compañía que el objetivo es que el usuario haga uso de Google y sus tecnologías solo el tiempo que sea preciso y que desconecte tras la necesidad. La Prairie, que atendió a Yorokobu en un encuentro con la prensa en Palma de Mallorca, rehúsa determinar cifras concretas e insta a que sea el propio usuario el que establezca sus límites. «Lo primero es saber en qué te beneficia la tecnología, para qué la utilizas, y dónde está el equilibrio en tu propio uso. No se trata tanto de cuánto utilizas tu teléfono sino de cómo utilizas tu teléfono», afirma.
Ayudas a la dependencia (del móvil)
La filosofía de muchos fabricantes está dirigida a convertir el dispositivo móvil en el ayudante para todo. Compra un libro desde tu móvil. Consulta la hora en tu móvil. Actualiza tus proyectos desde el móvil. Crea un meme desde tu móvil y envíalo a tus amigos. Encarga la cena desde el móvil. Aprende ilustración vectorial desde el móvil y, cuando termine, pon los cuartos de final de la Champions League en la pantalla de tu móvil no sin antes meterte con un diputado autonómico en Twitter y consultar el tráfico web que ha generado tu página. Desde tu móvil, claro.
La clave está en separar lo importante de lo accesorio, lo que uno convierte en trascendente por la propia actividad laboral de aquello que se podría llevar a cabo lejos de la pantalla. Probablemente, un reloj de pulsera, una libreta de papel y la compartimentación del tiempo de trabajo en el propio horario laboral y en la localización de la oficina sirvan para reducir drásticamente el número de desbloqueos de la pantalla del celular.
Atender a todo no te convierte en un superhéroe sino en un idiota ansioso por satisfacer las necesidades de los demás. Eso, en el siglo II después de Cristo se llamaba ser un esclavo. Ahora, se denomina multitasking. «Tenemos que desmitificar la multitarea. Existen muy pocas personas que sean realmente multitarea. Lo que sí somos es 3. Cambiamos mucho de tarea pero es muy difícil que concentremos nuestra productividad en muchas cosas a la vez», explica la responsable de Bienestar Digital de Google.
Conviene desmitificar la capacidad de trabajar desde cualquier parte y a cualquier momento. Y reivindicar que el tiempo libre se mantenga lejos de las fotos de Instagram o el scroll infinito de Facebook para ver qué basura comparten tus amigos.
La Prairie aconseja ser prácticos con la limpieza exhaustiva de los dispositivos. La pantalla de inicio, vacía como el frío corazón de un aprendiz de la casa Slytherin. Los accesos directos solo para lo extremadamente imprescindible y para aquellos contenidos de carácter aspiracional que contribuyan a la mejora personal: tu app para aprender inglés o el curso de dirección de arte para hacer tus pinitos como fanzinero.
Por último, conviene evitar como la cicuta aquellas aplicaciones cuyo uso pueda tender a lo ilimitado. El scroll infinito es la materialización hecha código binario del fracaso absoluto como persona capaz de buscar entretenimientos provechosos. Muerte al scroll infinito para rellenar vacíos temporales. Muerte a las ocupaciones a tiempo completo. Viva la desconexión móvil. Viva el tiempo perdido. Viva el aburrimiento.
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