Desde la cola del INEM

2 de mayo de 2012
2 de mayo de 2012
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Hasta hace bien poco, siempre había escrito mis artículos desde mi cómoda silla de mi bonito despacho. Y, evidentemente, con mi precioso y tan bien diseñado Mac. Pero una muy reciente patada en el culo me ha trasladado desde mi cómoda silla de mi bonito despacho hasta una incómoda, larga, matutina, masiva e inhóspita cola en la oficina del INEM.

Hay quien dice —y seguro que en pura física es una teoría indiscutible— que una patada en el culo siempre te lleva hacia adelante. Y yo, mientras estoy escribiendo este artículo, papel y bolígrafo en mano, desde el decimoquinto puesto de la cola (conseguido gracias a un enorme madrugón), qué quieres que te diga, no tengo claro si la física, en este caso, está reñida con la realidad. Tengo dudas. Yo diría que razonables. Pero…

… pero, mientras van pasando los minutos hasta que a las 8:15 abran la oficina del INEM, voy repasando mentalmente mi trayectoria y mi trabajo desde que empecé a trabajar. Y me va entrando, casi imperceptiblemente, una muy reconfortante sensación: ahora que me paro a pensar un poco en mí, lo veo con claridad meridiana.

Sé que queda feo decirlo, pero tengo una absoluta necesidad de hacerlo: soy… muy buen profesional, ¡qué coño! Vale, de acuerdo, no he sido nunca un profesional demasiado presente en los medios ni demasiado conocido en mi profesión.

Ni me ha gustado estar donde la gente con ganas y necesidad de ser conocida tiene la esclava obligación de estar. Pero, a pesar de eso, estoy, cada minuto que pasa, más convencido de que sí, que he hecho un gran trabajo y que solo el día a día, durante años, en unas cuantas multinacionales, han conseguido que la imagen que tenía de mi mismo no se correspondiera con mi auténtico potencial.

Y que el profesional que realmente soy haya ido difuminándose poco a poco, sibilinamente, hasta llegar a pensar que mi trabajo era, casi casi, propio de un oficinista. Así estaba yo. Engullido en la mediocridad multinacional. Y con una tupida venda en los ojos.

Y me pongo loco de contento cuando miro mi bolígrafo Bic y descubro, tan pasmado como entusiasmado, que este artículo no tendrá que pasar por ningún órgano censor de ninguna multinacional y que digo simplemente lo que siento, sin tener que depender del ok de nadie. De nadie.

Y ser yo mismo, de una puñetera vez —que ya iba siendo hora—, me hace mirar la cola del INEM sin el sentimiento de angustia con el que la miraba cuando he llegado a las 6:45 de la mañana.

Oscar Pla es director creativo freelance.

Este artículo fue publicado en el número de mayo de Yorokobu.

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