Abraza tu desencanto y nunca conocerás el bloqueo creativo. No es una frase insustancial impresa en una taza de café. Es una propuesta. No es necesario ir a buscarlo, llega a ti en distinto grado: la decepción, la desilusión, el chasco, y cada uno puede conducirte a territorios desconocidos.
Recuerda que el desencanto forma parte de la naturaleza de populares personajes de ficción como don Quijote, madame Bovary, Gregorio Samsa, Anna Karenina, Winston Smith, Tom Ripley… Personajes a través de los cuales los autores expresaron su desencanto por la vida o las personas.
EL DESENCANTO AMOROSO
El desamor puede inspirarte comedias o dramas, poemas agónicos, canciones de venganza o revelarte —si prestas atención— que puedes ser una persona autosuficiente, como canta Miley Cyrus en Flowers:
«Puedo comprarme flores, escribir mi nombre en la arena, hablar conmigo misma durante horas, decirme cosas que no entiendes».
También puede inspirarte cuentos de hadas, como a Hans Christian Andersen. La correspondencia privada del autor de El patito feo revela que amó sin suerte tanto a hombres como a mujeres.

Con frecuencia, Andersen no fue correspondido y, cuando lo fue, el infortunio intervino o rechazó avanzar a lo físico por pudor o temor. Andersen disfrazó estas relaciones bajo relatos fantásticos. De todos ellos, La sirenita es el más amargo. Fue una carta de amor a su amigo íntimo Edvard Collin cuando este se casó. En el relato, Andersen se transmutó en la sirenita, que anhela el amor del príncipe y sin el cual se convertiría en espuma de mar.
EL DESENCANTO CON LOS TIEMPOS
El desencanto con los tiempos ha sido el germen de movimientos artísticos y culturales, y de las pequeñas y las grandes revoluciones que agitaron la sociedad. Conduce a los escritores a una fuga mental, a la fantasía o la crítica social. Un ejemplo es Cervantes.
El autor español escribió que a don Alonso Quijano se le secó el cerebro «del poco dormir y del mucho leer», pero fue el desencanto por la época lo que impulsó al héroe a transformarse en don Quijote de la Mancha. A través del caballero andante, Cervantes mostró su descontento con la España del Siglo de Oro de las artes y la literatura que también es la España de gobernantes corruptos, ineptos y crueles. La gente corriente pasaba hambre y fantaseaba con lugares donde ataban los perros con longanizas, y quien no tenía oficio ni beneficio se dedicaba al pillaje o la picaresca. Por eso, la otra gran figura de la España desencantada es Lazarillo de Tormes. No es raro que ante tales circunstancias surgiera en la mente de Cervantes la creación de un héroe, aunque este no tuviera más poder que la voluntad de «desfacer entuertos».
A diferencia de Cervantes, que se evadió fabulando un pasado, H. G. Wells se evadió imaginando el futuro. El escritor inglés era socialista, y su desencanto por la pobreza y la división de clases sociales de la Inglaterra victoriana lo trasladó a su novela La máquina del tiempo. En ella, el viajero temporal encuentra en el futuro una raza ingenua e ignorante que sirve como alimento a otra raza depredadora. Wells inició un subgénero que cada año ve aumentar el número de libros y películas: el viaje en el tiempo es una fuga mental de nuestra realidad.
EL DESENCANTO CON LA POLÍTICA O LA RELIGIÓN
Hay quienes se ilusionan con una ideología, una religión o incluso un político, pero, cuando no encuentran las respuestas que esperan, sufren un desencanto profundo similar al que se sufre ante un desengaño amoroso. George Orwell fue uno de ellos.
El periodista y escritor inglés soñaba con un mundo mejor y se alistó en el ejército republicano para combatir al fascismo en la Guerra Civil española. Como simpatizante del POUM (partido de izquierda antiestalinista) se desilusionó con el socialismo soviético cuando Stalin impuso el terror. La frustración por la traición de un sueño se reflejó en obras como 1984 y Rebelión en la granja.
En el extremo opuesto a Orwell, Giuseppe Tomasi di Lampedusa escribió El Gatopardo, una novela que narra cómo Don Fabrizio Corbera, príncipe de Salina, y su familia afrontan la llegada del revolucionario Garibaldi a Sicilia. Don Fabrizio ve cómo se reducen sus privilegios de clase y cómo se derrumba el universo de la aristocracia, aunque sigue controlando los acontecimientos. De ahí la famosa frase de la novela: «Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie».
EL DESENCANTO CON EL MUNDO
Quizás la desilusión más dolorosa sea sentirse fuera de lugar. Un desamor puede ayudar a tapar otro desamor, los tiempos cambian y podemos cambiar las ideologías, pero el sentimiento de no pertenecer al mundo parece estar incrustado en los huesos.
Un ejemplo de profunda alienación lo encontramos en las cartas que escribió J.D. Salinger, que revelan que se identificaba con Holden Caulfield, el personaje que creó para su novela El guardián entre el centeno.
Caulfield estaba desilusionado con el mundo falso e hipócrita de los adultos. No es de extrañar que la novela aparezca en las listas de los mejores libros de la historia de medios como The Guardian o Time. Millones de lectores pueden identificarse con Caulfield cuando expone su descontento con las apariencias y los convencionalismos sociales. El personaje expone lo que muchos de nosotros no decimos por eso que llamamos educación o decoro.
Encontramos otro ejemplo de alienación en Patricia Highsmith. En su manual de escritura Suspense anota:
«Me dedico a crear debido al aburrimiento que me producen la realidad y la monotonía de la rutina y de los objetos que me rodean».
Este aburrimiento se debe, en gran parte, a su descontento con la vida. No fue fácil. La escritora sufrió el rechazo y la discriminación por su homosexualidad, misoginia y misantropía. Además, se sentía estafada por los editores e incomprendida por la crítica y el público norteamericano. Debido a todo esto, consideró que no estaba en el lugar correcto y se trasladó a Europa en 1963, esperando encontrar mayor tolerancia (en la imagen de portada, con su gato en Locarno). A pesar de ello, la frustración y la amargura la acompañaron, como se refleja en sus diarios y cuadernos personales, así como en algunos de sus personajes literarios, sobre todo en el encantador y siniestro Tom Ripley.
Highsmith trasladó a Ripley sus frustraciones: sentirse fuera de lugar, sentir que no pertenece a la clase social que merece, que no se tiene suficiente dinero para vivir y que debe fingir sus sentimientos hacia las personas. Y aunque Highsmith no lo indica de manera abierta, su escritura inteligente sugiere que Ripley es homosexual, pero que lo oculta para evitar el rechazo. Estos sentimientos de alienación de Tom Ripley llevan al público a sentir simpatía por este personaje de ficción, a pesar de ser un asesino despiadado.
EL CHASCO
No desdeñes un simple chasco porque puede despertar la imaginación. Un ejemplo es Tolkien, quien, siendo niño, se emocionó al leer en el Macbeth de Shakespeare cómo el fantasma de un niño cubierto de sangre anunciaba al protagonista:
«Se fuerte como el león; que tu audacia no flaquee ni un solo momento; no cedas ante tus enemigos. Serás invencible hasta que el bosque de Birnam venga sobre ti y te cubra con sus ramas en Dunsinane».
A lo que Macbeth respondió: «Entonces no seré vencido. ¿Quién puede arrancar los árboles de su lugar y hacer que caminen?»
Sin embargo, el pequeño Tolkien siguió leyendo entusiasmado con la idea de que los árboles se levantaran en armas. Pero como esto no sucedió, Tolkien sintió que Shakespeare le había estafado. Al escribir El señor de los anillos consoló su frustración infantil llevando a los Ents, los árboles guerreros, a la batalla contra Saruman.

ESPERA, DISFRAZA
Como mostramos arriba, el desencanto no requiere esfuerzo. Para conseguirlo no necesitas emplear complejas técnicas creativas. El desencanto por esto o aquello llega solo cuando menos te lo esperas. Solo tienes que instalarte en él en lugar de buscar cómo acallarlo.
Si acaso, medita cómo disfrazarlo de fantasía o distopía, o quizás mostrarlo tal cual es, sin filtros, lo que sería un atrevimiento en nuestros días.