Detroit se ha convertido desde hace un par de años en centro de atracción casi turística. Un paraíso para la fotografía de los espacios urbanos en declive que atrae la sensibilidad del observador lejano, interesado por esos escenarios de decadencia en una ciudad que, apenas hace cincuenta años, era un poderoso centro de atracción económica. Desde 1970 sufre una especie de Katrina a cámara lenta acelerado por el declive de la poderosa industria automovilística, la huida de la población más pudiente desde el centro hacia las periferias suburbanas residenciales y el estallido social de los 60.
Detroit es también el perfecto ejemplo para los urbanistas que quieren hablar del fenómeno de las shrinking cities, ciudades que caen en decadencia económica y ven cómo la población huye ante la falta de oportunidades, dejando tras de sí un paisaje de casas abandonadas y de infraestructuras y equipamientos en desuso (aquí se puede ver un completo catálogo).
No es un fenómeno nuevo; la historia, tan caprichosa, ha ido dando y quitando poder a imperios, países y ciudades (véase este video, que muestra las ciudades que en cada momento han perdido población en el mundo en el periodo entre 1900-2000). Para algunos, este influjo de la decadencia de Detroit empieza a rozar la pornografía, el gusto por el desastre y quizá no les falta razón. Pero hoy Detroit representa el gran miedo de lo que una ciudad no quiere ser y el lugar perfecto para la fotografía de decadencia.
Detroit y, en general, los espacios abandonados son un objeto visual que sobrecoge estéticamente, que ejerce un influjo especial que lo hace atractivo por su tristeza, pero que permite también hacer lecturas sociales y políticas sobre el significado de este abandono. Incluso la industria automovilística estadounidense ha centrado en Detroit sus campañas de marketing con ocasión de las últimas ediciones de la Super Bowl, utilizando la imagen de Clint Eastwood (It´s halftime in America) o Eminem (Imported from Detroit) para aumentar la conciencia social del declive de su gran industria histórica y ligar la recuperación económica del país a la necesidad de volver a levantar un sector industrial y una ciudad que fue una gran potencia económica durante décadas.
De hecho, esta atracción por la ciudad y su situación de declive ha llevado también a que sea un símbolo como laboratorio urbano. Diferentes planes han llamado la atención buscando soluciones para la ciudad: reaprovechar los espacios en desuso como huertos urbanos, mirarse en el espejo de Turín y su exitosa renovación tras el declive industrial de hace unas décadas, desarrollar un programa masivo de destrucción de barrios abandonados, etc. Un laboratorio donde experimentar soluciones para espacios urbanos sin vida, el lugar perfecto para la elucubración teórica y las propuestas más o menos ingeniosas por recuperar un lugar sumido en el letargo. En este blog se puede encontrar un buen relato de su historia más reciente así como, una vez más, sorprendentes fotografías.
El atractivo de las colecciones fotográficas sobre la ciudad (ver más abajo un listado) es innegable; tienen el influjo de asomar al espectador a una mirilla por la que se ve el efecto del paso del tiempo en un escenario que ha perdido toda su vitalidad. La exploración urbana, sobre todo de los espacios decadentes, es un subgénero (el Detroitismo) que está dejando grandes trabajos visuales y que ayuda a entender un poco mejor que hasta grandes ciudades que fueron hace no mucho el centro de la economía fordista hoy son ciudades fallidas.
Reportajes fotográficos sobre la decadencia de Detroit
– The ruins of Detroit. Yves Marchand y Romain Meffre
– Ruined Nation. Carissa Russell
– The remains of Detroit. Sean Hemmerle
– 100 abandoned houses. Kevin Bauman
– The fabulous ruins of Detroit. Lowell Boileau
– Detroit: the troubled city. Bruce Gilden
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Foto portada: Yves Marchand
Foto 2: Carissa Russell
Foto 3: Sean Hemmerle
Foto 4: Kevin Bauman