En El sótano, uno de sus magníficos libros biográficos, el escritor Thomas Bernhard describe el momento de su infancia en que descubrió, como en una especie de epifanía, el lema que iba a regir luego el resto de su vida: “Ir siempre en la dirección opuesta”.
No habla de mirar qué es lo que falla en lo que está sucediendo a nuestro alrededor para reformularlo; no se refiere a cambiar el rumbo de las cosas tal como están. Escribe, de forma directa y clara: “ir siempre en la dirección opuesta”.
Por radical que pueda parecer, lo cierto es que siempre hay un camino en la dirección opuesta. Estamos obsesionados con lo que se hace, con lo que ‘supuestamente hay que hacer’, con lo que ‘todo el mundo está haciendo’. El problema viene cuando lo que supuestamente hay que hacer o lo que todo el mundo está haciendo no está al alcance de nuestras manos. Peor cuando todo eso que supuestamente habría que estar haciendo ni siquiera funciona.
Por tanto, ‘ir siempre en la dirección opuesta’ es una forma simplificada —y bastante más potente— de decir algo que resulta fundamental para poder liberar todo nuestro potencial. Hay que saber con lo que uno cuenta y ‘hacer’ a partir de eso que uno tiene.
Por otra parte, ir siempre en la dirección opuesta es también una premisa liberadora. Se apoya en lo que ya está sucediendo. De alguna manera no representa una ‘decisión’ por parte de uno. Es una elección que está impuesta por las circunstancias —lo contrario a lo que uno debe hacer—. Si tenemos en cuenta que, al final, siempre estaremos arrepentidos de una buena parte de todo lo que hemos hecho, es bueno no ser responsable de todas las decisiones. Es inteligente y sano dejar algunas en manos del destino.
Eliminar la variable del destino en pos de un ‘yo’ desbocado es un suicidio en vida.
El espejo retrovisor, al cual consultamos cada vez menos, mantiene muchas veces a la ‘dirección opuesta’ en el punto ciego. Tendríamos que mirar mejor, ya que el rumbo que llevamos no siempre parece del todo acertado —por decirlo suavemente—.
Otro escritor, Jiddu Krishnamurti, es más claro: “No es signo de salud el estar bien adaptado a una sociedad (o empresa) enferma”.
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Julio Wallovits es director creativo de la Doma.