La vida de algunas mujeres está marcada por la violencia. La consecuencia de ello es que muchas acaban excluidas de su entorno y de la sociedad, atrapadas en más violencias que tienen como consecuencia, en un gran número de ocasiones, el consumo de drogas y el sinhogarismo. Entran en un proceso de aniquilamiento personal que marca incluso su aspecto, su forma de vestir.
Pero igual que la moda las estigmatiza y las marca, también puede acudir en su ayuda para devolverles esa dignidad que la vida se empeña en arrebatarles. Ese es el objetivo del proyecto Disseny per a la inclusió, que lleva por lema «El proceso como resultado». Puesto en marcha por Ojalá Projects y el Musseo del Disseny de Barcelona, en él participaron vecinas del barrio del Raval que sufren diversas violencias representadas por la asociación Metzineres, junto a estudiantes de BAU y Elisava, para crear una colección de moda usando el upcycling.
Anaïs Esmerado es la fundadora de Ojalá Projects. Tras un año trabajando en proyectos creativos de cooperación con personas refugiadas en Grecia, regresó a la universidad de Diseño en Barcelona para recuperar su actividad lectiva.
«En las aulas, me di cuenta de que los alumnos se quedaban indiferentes al explicarles la realidad de las personas en proceso migratorio. Sentía cierta frustración y se me ocurrió proponer a ELISAVA llevar a un grupo de estudiantes a trabajar conjuntamente con jóvenes refugiados, aproximadamente de la misma edad, con el objetivo de sensibilizarlos y, sobre todo, que entendieran cómo la creatividad puede ser una herramienta para generar cambios sociales a diferentes escalas».
Aquel, explica, fue el germen de Disseny per a la inclusió. «El diseño en sí plantea respuestas a problemas y necesidades de la sociedad, mayormente enfocadas al mercado por el sistema económico actual, pero esa capacidad de detectar y plantear soluciones también puede ser aplicada a distintos fines para fomentar diálogo y la inclusión. En el caso concreto del diseño de moda, es interesante trabajar en torno a la identidad, romper estereotipos y deconstruir los prejuicios para construir una nueva mirada».
El proyecto estuvo tutorizado por la diseñadora de moda e ilustradora Bruna Sedó, que trabaja para la marca Lurdes Bergada & Syngman Cucala. «Trabajamos semanalmente durante meses aplicando metodologías en diseño, técnicas para la transformación de la ropa fomentando procesos participativos de cocreación entre ambos colectivos, alumnos y Metzineres. Poco a poco iban desmontando los prejuicios que tenían y generaron un vínculo más allá de los talleres», explica Esmerado.
Usar el reciclaje de prendas podría entenderse como un doble sentido. Por un lado, el simbólico: dar nueva vida a lo ajado, ya sean prendas de vestir o vidas heridas. Por otro, el práctico: elegir una técnica, el upcycling, que encajaba perfectamente con las necesidades específicas del colectivo, según confirma la fundadora de Ojalá Projects.
«Un grupo de mujeres en situación de múltiple vulnerabilidad que consiguen la ropa de donaciones o reciclada de la calle. Junto con la diseñadora de moda y también tutora del proyecto, Bruna Sedó, pensamos la manera de transformar esta ropa que ellas no eligen, aportando herramientas para transformarlas en looks adaptados a sus gustos y reforzar así su identidad. Romper el patrón de una forma figurada y literal».
La experiencia, cuentan quienes la vivieron, fue muy enriquecedora. Una sesión de fotos en las que las mujeres de Metzineres posaron como modelos sirvió de colofón para el proyecto. «La verdad es que fue un día muy intenso, había una mezcla de ilusión, presión y nervios que supieron gestionar muy bien, fue muy emotivo», concluye Esmerado.
Para la fundadora de Ojalá Projects este tipo de experiencias son importantes para que los alumnos creen proyectos reales, para que entiendan el sentido de todo lo que se proyecta en las aulas. «Trabajar con distintas realidades y aplicar los conocimientos adquiridos siendo parte de los resultados es fundamental para el desarrollo profesional y diría también personal. Es una manera, dice, de cambiar su visión sobre el diseño.
«Los alumnos se plantean muchas preguntas sobre lo que están estudiando y hacia dónde quieren enfocarlo. De hecho, algunos reorientan sus trabajos universitarios y de final de grado hacia propuestas con un componente social muy diferenciado».